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viernes, 5 de diciembre de 2014

ENCUENTRO DE CEBs en TACUAREMBÓ, informe de ROBERT BENTANCUR, (Ceb. De La COSTA)

Descubriendo a las Comunidades de Base en Uruguay

Testimonio de Robert Bentancur tras el Encuentro de Rivera
Cuando me enteré por uno de los hermanos de los grupos eclesiales de Shangrilá y San José de Carrasco que había una jornada de encuentro de comunidades eclesiales de base en Rivera, propiciada por la Diócesis de Tacuarembó, íbamos a ir él, mi esposa y yo.  Finalmente por razones diversas fui solamente yo. En mis incertidumbres de cómo se desarrollaría y cómo me acercaría un poco más a lo que es una comunidad eclesial de base, intenté captar todo lo que sucedía.

 
CEBs2003 
 Cuando en la noche del sábado en la que el P. José Marins, experto de larga data en el tema, nos dio
un panorama  de lo que son, me empezó “a trabajar” el tema. Más allá de que no aprobamos en su mayoría el ejercicio que nos propuso de expresar “qué nos ha cambiado el Papa Francisco con sus propuestas” ya que nos dedicamos más bien a hablar de qué opiniones favorables ha despertado hacia adentro y hacia fuera de la Iglesia Católica.  Pero él en sus gestos y palabras fue un orientador fiel de la verdad, la claridad, la tolerancia, el descubrir lo bueno que el otro aporta, el buscar siempre la integración, la unidad. Su simpatía de brasilero con chispa nos hizo disfrutar de anécdotas de profundo contenido humano y evangélico encuadrado en el espíritu de lo que debe animar una comunidad eclesial de base.
Esa noche y en la jornada general del domingo su sabiduría nos fue llevando a descubrir una serie enfoques de la vida eclesial que están cambiando mis esquemas previos.
Quienes ya hace años que están viviendo y asumiendo este camino que viene haciéndose desde la década del 50 en Brasil y otras partes del mundo, de pronto no se dan cuenta de cuántos de otros caminantes aún no caímos en la cuenta de que no se trata de un movimiento más de Iglesia sino que es la “IGLESIA EN MOVIMIENTO”. Aquí y ahora, reinventándose contínuamente. Así fue que empecé a visualizar la potencia de esta forma de vivir nuestra iglesia.
Desde mi punto de vista hay varios aspectos que conviene resaltar.
1 – Identidad eclesial. Se parte de un grupo de personas de fe que se encuentran,  inspiran, meditan y celebran la Palabra de Dios. “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de Uds.”. No se trata de un grupo piadoso, de reflexión, de compromiso barrial, de protesta, aislado, sin referencia parroquial u otro énfasis parecido. Sí una organización que reúne lo positivo de todas esas condiciones.
2 – Composición. Están constituídos por pocas personas. Como cada integrante tiene un nombre propio, seguramente a todos nos gusta que nos identifiquen con nuestro nombre. Eso implica muchas cosas. Una historia de vida, de familia. Una cercanía de afectos. Una cercanía geográfica. Un vivir en relación con elementos comunes de cualquier índole: amigos, vecinos, trabajo, diversión, compromiso social, político, comunitario, gremial, barrial y mil más. Esto en la práctica limita el número de integrantes a la capacidad de recordar cada nombre, conocer cada historia, involucrarse en una relación humana concreta. A la medida de nuestras capacidades. No importa tanto el número como la calidad. En esencia todo esto denota una sensibilidad particular que identificará a este grupo como único. Pero no como el único. Todo lo contrario: con las manos tendidas a otros similares para ir formando una red infinita que nos acerque a lo que el Maestro nos propone: el anuncio y la construcción de su Reino.
3 – Fundamentos. Hay un programa esencial que emana siempre de la Palabra. Especialmente debe remarcarse el carácter alegre, sencillo, fraterno y misericordioso que se derivan de ella. Por supuesto que el camino queda más nítido y marcado cuando arranca asumiendo la realidad dolida y dolorosa de tantos hermanos que están en nuestro camino. Es un signo distintivo el desafío de vivir el programa contenido en las bienaventuranzas. El saber que un Jesús pobre entre los pobres hizo su camino a partir de ellos. El compromiso de replicar en la medida de nuestras posibilidades lo dicho y hecho por Jesús, el ir descubriendo a un Jesús liberador integral de todo y de todos que nos acompaña, nos sana, nos estimula y da fuerzas es una diferencia de otras propuestas.
4 – Iglesia Católica. Hay un aspecto que particularmente me llamó la atención. Mucho de lo que llamo “infraestructura de la iglesia” queda en entredicho. Sin dudas hay que seguir descartando rápidamente “odres viejos”. La propuesta de Jesús sólo se debiera contener en “odres nuevos”. Y hay mucho para revisar, suprimir o cambiar. Sin miedos, con confianza en el Espíritu que sopla donde quiere y no necesariamente desde “arriba para abajo”. La noción de iglesia-corresponsabilidad de todos es un imperativo. Que no se deben confundir términos está claro. Hay que respetar roles, dones, aspectos organizativos, etc. Pero la dignidad de bautizados nos compromete a todos. Lo que se evidencia en muchas estructuras eclesiales son relaciones de poder. Que en sí depende de cómo se ejercita. Si hay una capacidad que se utiliza para dominar, avasallar conciencias, imponer directrices es una cosa. Algo muy distinto es vivir esa capacidad como un “servicio” como Jesús nos dijo bien clarito. Si hay algo que desterrar de nuestras prácticas es el querer reproducir o actualizar el proselitismo religioso. Mejor dicho el seguir pensando con mentalidad de cruzadas, conquistas de cristiandad y de conciencias. El servicio como distintivo clave es lo que Jesús nos propone. Especialmente a los más carenciados.
5 – Ecumenismo. En lo referente a que somos un pueblo en busca de las fuentes de vida, encontré que se remarca un espíritu y una práctica radicalmente “ecuménica”. No es posible pensar sólo en “la Iglesia Católica” sin pensar en que en todos alienta una necesidad de vivir una dimensión espiritual. Se manifiesta de mil formas y organizaciones. El único prerequisito es que se estimule el compromiso con valores que den vida. A unos le servirá ser evangélicos, a otros musulmanes, a otros budistas, a otros propuestas orientales, etc. Hay que vivir el respeto a todos. A nosotros nos toca ser testigos creíbles de la fe que hemos recibido. Que sea un testimonio que abrace con el corazón a todo hombre en la circunstancia que vive. El punto de encuentro entre todos es el “colaborar concretamente en el lugar en donde nos cruzamos” para practicar la justicia, buscar la verdad, el amor, la sencillez de gestos, la sobriedad que a todos satisface, la solidaridad en serio. Con el que está al lado. Esto significa que no hay que tener miedos a participar en el corazón de los sindicatos, del trabajo, de algún partido político que creemos mejor interprete tales valores, de las asociaciones barriales o comunitarias más afines a ellos.
Un último apunte. No interesa mucho el nombre sino las acciones de “alimentarnos de la Palabra de Dios” al estilo de las primeras comunidades. Habrá que profundizar un proceso de integración, de diálogo, valorando tanto movimiento eclesial diverso. No es bueno competir contraponiendo los distintos enfoques de personas o movimientos que hay en nuestra Iglesia Católica. Sí ayudarnos a cultivar los mismos valores esenciales. Como fermento pequeño en la gran masa de una realidad que nos necesita a todos. Sólo que con las características del siglo XXI. Pero sobre todo en la acción concreta que se traduzca en “prueba y error” para ir mejorando un camino siempre disfrutable. En compañía, en amor y unidad.
Por supuesto es imprescindible convertir todo en oración, personal y comunitaria. De alabanza, de petición, de ofrecimiento. Esto nos ayuda a liberarnos de fundamentalismos, de intérpretes leguleyos privilegiados. Todos tenemos algo que compartir de lo que el Espíritu nos va diciendo. Él revela a los humildes lo que oculta a los sabios.

Estos son algunos de los elementos que me han ido entusiasmando estas últimas semanas. De pronto es el descubrir algo que yo “sabía” pero no “asumía más conscientemente”. Así que estoy tratando de ver la realidad iluminada con esta óptica que nos brinda el integrarnos a una comunidad eclesial de base.
Nuestra Madre María ya ha sabido acompañar a Jesús en cada detalle. Que Ella sea nuestra Guía y Consejera.
Con mucho afecto. Robert.
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