Días atrás me fui hasta Ciudad de la
Costa para entrevistar (entre-ver) a Ángel Rocha. Compartimos
reflexiones sobre diversos temas mientras salían las ricas tortas fritas
de Adela.
Sabía que esa tardecita, en aquella cálida casa rodeada de plantas, escucharía vivencias de compromiso, de luchas y de esperanzas.
Opción por los olvidados de la Tierra
“Usted que vive en la ciudad… ¿se ha puesto a pensar alguna vez sobre de la realidad y las condiciones laborales de los asalariados rurales de nuestro país?”. Nos referimos a los peones de la ganadería, de la agricultura, de los tambos, la forestación, el arroz, la citricultura, las quintas y las chacras, la caña de azúcar y los productores familiares de todos los rincones orientales.
Ángel Rocha nos interpela sobre estas cuestiones: “¿Usted sabía que una cosa es ser mensual y otra zafrero? Puede concebir la vida de un tropero en Piedra Sola, o lo que significa hacer changas en Sauce del Batoví o ser podador en Juanicó? ¿Trabajar en una estancia y vivir en un pueblo de MEVIR o cosechar naranjas en las chacras? Ayudarnos a comprender las realidades del que trabaja en una comparsa de esquila o a destajo en la aceituna es una de las razones que sustentan el fuerte y cercano compromiso de Ángel con la construcción de la ciudadanía de las poblaciones rurales asalariadas. Visibilizar a que aquellos quienes por mucho tiempo han sido considerados “ciudadanos de segunda” implica mostrar que no existe “un solo interior” del país, sino varios interiores: “no es lo mismo ser del norte que del sur, ser fronterizo de Artigas o Rivera que de Rocha y Cerro Largo. Hablar portuñol bayano en el norte y manejar un perfecto castellano en las fronteras del este.” Precisamente esto es lo que ha venido haciendo Ángel desde hace años: escuchar y atender voces ligadas a la comunidad que trabaja en el campo. De hecho, para ser más exactos en las definiciones, los “asalariados rurales son los peones, capataces, tractoristas, técnicos y otros hombres y mujeres que trabajan por un salario mensual, por un jornal u otro, en establecimientos agropecuarios dependientes de sus propietarios o de empresas contratadas por los propietarios. Conforman un contingente de más de 100.000 personas que se dedican a la creación de una riqueza fundamental para todos los uruguayos, la producción de alimentos y de materias primas”.
Estamos frente a uno de los problemas más urgentes y complejos de América Latina: la pobreza en el campo. En efecto, Ángel sostiene que las múltiples inequidades persistentes en dicho escenario se deben principalmente a que la sociedad concibe como algo natural y hasta legítimo que los trabajadores rurales ganen salarios insuficientes que ni alcanzan a la canasta básica de alimentos, situación que trae aparejada carencias de todo tipo y cuyo corolario fatal es la emigración a zonas urbanas con la esperanza de cubrir necesidades elementales.
En este sentido, Ángel ha promovido diversas estrategias para destrabar el acceso a la plena ciudadanía de estas personas, contribuyendo, entre otras cosas, a desbloquear la democratización real de la vida social en el campo. Es un hecho que las propias condiciones de trabajo de las poblaciones rurales generan aislamiento, marginación y subalternidad, y si bien últimamente nuevos paradigmas han propiciado avances en las políticas públicas hacia el sector rural, todavía hoy cuesta bastante comprender que un peón es sujeto de derechos. Ángel Rocha investigó, recorrió y trabajó para aportar datos y testimonios que pudieran revertir esta sistemática exclusión. Su aporte, articulado al de otros actores, dio frutos. El lento reconocimiento de la situación del asalariado rural viene de la mano de la promoción del derecho vital a la educación. Así lo señala en su libro La construcción de la ciudadanía en los asalariados rurales. Publicado en 2008 y de autoría conjunta, este es uno de los pocos materiales bibliográficos de divulgación que aborda claramente la complejidad de una de las aristas del problema: “la formación profesional de los trabajadores rurales es una herramienta para ubicarlos calificadamente como trabajadores y para desarrollar su potencialidad como personas, incidiendo en aquello que es necesario transformar, cambiar”.
Un cristiano “de a pie”
Su propia historia personal da cuenta de una vida orientada a la lucha por la revalorización del ser humano en todas sus dimensiones. Los orígenes de su apostolado se remontan a la década del sesenta. Allá lo encontramos participando de la Juventud Agraria Católica (JAC) junto a quien luego fuera su esposa. Ya desde esa época la mirada de Ángel inscribe al Pueblo de Dios como el gran constructor de la Historia de la Iglesia: “una construcción de a pie que se funda en la fe práctica” dice recordando a su vez a Monseñor Luis del Castillo. En efecto, tanto él como Adela remarcan su convicción sobre el lugar destacado que deben tener los movimientos laicales, las comunidades de base y las pequeñas comunidades como espacios que promueven la concientización de que el cristiano es alguien que actúa e incide en la sociedad.
“¿Cómo es la actitud del cristiano frente a la vida y frente a los problemas que nos acucian?” ¿La fe nos motiva a meternos para adentro o lanzarnos al afuera? se pregunta para marcar inmediatamente su postura: “La fe es aquella que se vive, la religiosidad la vivimos, la fe son las obras”. Él sabe de lo que habla. Nació en Artigas, en 1943. En 1966 fue cofundador de la Comunidad del Norte, Cooperativa Agropecuaria Limitada, en las Termas del Daymán (Salto). Entre 1972 y 1977 fue preso político en el Penal de Libertad. De su cautiverio menciona la Misa “con los milicos presentes, pero la Eucaristía la recibían todos”. A partir de 1985, y por más de diez años, integró el Centro Interdisciplinario de Estudios del Desarrollo Uruguay (CIEDUR) en el Departamento de Asesoramiento Técnico Económico y Social (DATES), en apoyo a los trabajadores del interior y rurales. Esto se tradujo “en asesoramiento y capacitación, además de contribuir a la negociación salarial en una época que para las población rural no había nada”. También fue responsable de Animación y Difusión de CARITAS, Departamento de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Uruguaya (CEU).
Rememorando los acontecimientos sociales que marcaron su trayectoria, surgen algunos momentos clave: por un lado, la revolución cubana como hito que impacta a todas las juventudes, sean o no marxistas, al tratarse, según la perspectiva de Ángel, de “la liberación de un pueblo”. En esa línea, la lucha de los trabajadores azucareros de Artigas (UTAA) será otro tema movilizador para aquel inquieto joven que ya parecía tener sus convicciones pastorales claras. Conocer a Dora Paiva – quien más tarde será su madrina de casamiento y gran amiga de toda la vida – será aprender a tener conciencia de un testimonio de “solidaridad al extremo”. En aquella época éramos “una generación de “militantes” cristianos que integrábamos los Grupos de Economía Humana, los Equipos del Bien Común inspirados en un cura dominico francés Louis Joseph Lebret y nos movíamos en la órbita de la Parroquia de Artigas a cargo en ese momento del Párroco Marcelo Mendiharat: un ser de gran sensibilidad social que provenía de su fe en un Evangelio liberador, quien fuera posteriormente Obispo de Salto.”
Y agrega: “Uno va entendiendo que hay que ‘estar en la realidad como sal y fermento’, como se dice en el Concilio. La religiosidad se vive para afuera. El Evangelio se vive en la vida misma. Con y no para los demás. Mi preocupación de veterano es que en las homilías se hable de estos temas. De la relevancia de integración de los cristianos a la comisión de vecinos, a los proyectos del barrio, a los eventos sociales y culturales que nos convocan.” Por si acaso no nos quedaba claro su concepto integral del cristiano, hace referencia al pasaje evangélico de la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor: “El asunto es que hay que bajar, y sí… capaz que nos embarramos”.
“De ofrecido nomás”…
Porque de seguir bajando se trata. Así vivió Ángel su esencia cristiana en todos los momentos de su vida, ya sea como miembro activo de la Comunidad del Norte, como padre de familia, como asesor del programa rural en la JUNAE y luego en la Dirección Nacional de Empleo articulando con MEVIR (Comisión Honoraria pro Erradicación de la Vivienda Insalubre rural), expandiendo la línea de compromiso del PIT-CNT en lo que respecta la formación profesional y a la sindicalización rural. No concibe la vida sino estando al servicio, brindándose a todos, aprendiendo de la gente, de sus contextos y del patrimonio cultural de cada localidad que conoció. De sus andanzas por todo el país recogió testimonio que supo registrar en una grabadora. “Hablar con el pueblo” para fijar y dar a conocer a través de la escritura. Empezó a contar “las historias del peón, cosechador, del productor en el periódico Trabajo y Utopía, del PIT-CNT.” Fiel a los relatos, y en consonancia con su estilo reflexivo, se propuso compilarlos en una publicación que desde el 2008 y hasta hoy sigue siendo referencia en los estudios sociales y académicos para el desarrollo rural.
Por supuesto que su intensa actividad no termina aquí. Otros serán los recorridos que emprenderá como Edil de la Junta Local de Ciudad de la Costa durante cinco años consecutivos, del 2005 al 2010. En paralelo a la difusión de su libro, también fue elegido Concejal del Municipio de la misma localidad, hasta el año 2015. Mientras tanto, sigue pensando en estrategias para aprovechar la etapa de la jubilación, ya sea para volcarse más a su comunidad de base con la que lee el Evangelio e ilumina su vida desde hace 20 años, como para estar más en familia: “No se puede desperdiciar ni el tiempo ni el potencial que tienen las personas jubiladas, pero también hay que pensar en los jóvenes y generar nuevos encuentros.” Integrante de la comisión de vecinos, actualmente animador de pequeñas comunidades, participante activo de CEDIDOSC (Centro de Estudio y Difusión de la Doctrina Social Cristiana), Ángel vuelve a pensar en la vigencia de algunos documentos que tuvieron gran impacto en aquella época fundante y por lo tanto, “no son fotos que se vuelvan amarillentas con el tiempo”. La carta que Monseñor Partelli escribiera sobre la Cuestión del Agro en el año ‘68, los Cuadernos del CLAEH sobre el Uruguay rural, la presencia de curas referentes como Manolo Divar, la pastoral de conjunto de Partelli, las palabras de Perico: “vos podés sentir a la injusticia no en la cabeza sino en las vísceras. Solo así podés incidir, porque la construcción de los Derechos es todos los días”. Más acá en el tiempo, las ideas de Pagola, y los encuentros de laicos en Maturana, los temas de Monseñor Bonino, las charlas del Padre Techera. Todo redunda en la necesidad de vivir lo que plantea el Papa Francisco: “y no solo por lo que dice, sino que también levanta la pelota”.
Adela: trabajando para el Reino
Escuchar a Ángel me inspira a pensar en otras realidades que, aunque parecen estar tan lejos, son muy cercanas. Dicho de otra forma: no es habitual que los padecimientos de las poblaciones rurales estén dentro en el horizonte de nuestras reflexiones cotidianas. Quizás ni siquiera los tenemos presentes en las oraciones. Sin embargo, el encuentro con Ángel no se agota en anécdotas y reflexiones sobre el apostolado de toda una vida. Hay otras vertientes posibles para analizar el compromiso del laico teniendo en cuenta las implicancias dentro de la familia. Mientras observo a Adela, me pregunto cómo habrá sido la vida de esta mujercita que hace el mate y no deja de atender a su pequeño nieto, cocina las tortas fritas, nos muestra su jardín bien cuidado y también sus últimos trabajos en tejido, bijouterie, la confección de almohadones y la pintura en madera. Todo primorosamente llevado con una mentalidad de respeto por el medio ambiente ¿Cómo equilibrar el apostolado sin descuidar a la familia? Esa es una pregunta quizás planteada en términos dicotómicos, pero necesaria y recurrente entre los laicos.
Rodeando en brazos al más pequeño de la casa, Adela nos cuenta algunos pasajes de su experiencia como compañera de ruta que no ha dejado nunca de tener muchos proyectos personales. Habiendo nacido en pueblo Sequeira, desde su juventud ingresó en la JOC (Juventud de Obrera Cristiana) y en la cooperativa de la Comunidad del Norte. Gran trabajadora por el Reino de Dios en la Parroquia a través de la Pastoral Social, pero sin dejar de participar en otros espacios, porque Dios está en todas partes: en la Comisión de Fomento de la escuela, en el comedor escolar, en el merendero barrial, en la comisión directiva de la Casa de la Cultura durante 20 años consecutivos. En todos esos lugares y con mucha gente estuvo Adela, siempre brindando ideas y proyectando nuevas experiencias colectivas. Sobre este último punto señala que “estando en la comisión directiva de la casa de la cultura, un emprendimiento sin financiación estatal, logramos ser sede del movimiento por la Defensa del Agua, y fuimos de los primeros en hablar de violencia de género, algo histórico para nosotros”.
Una casa que, según Adela, empezó siendo del pueblo “y esa es su razón de ser, por lo tanto, debe seguir siéndolo”. Esa es una concepción y una realidad de la que se enorgullece por haber sido parte hasta hace dos años atrás. Crió a sus hijos mientras Ángel trabajaba en tres lugares diferentes, luchó siempre por el sustento familiar, se las arregló como pudo mientras se colaba la dictadura por los intersticios más insospechados de la vida privada: “Esos años no fueron nada sencillos, pero no dejé de trabajar y hacer lo mejor que podía para resolver las situaciones que se me presentaban.” Adela siente preocupación por algunos temas del presente: “estamos más formados que las personas de antes y sin embargo hay mucho desencuentro en la pareja, y entre los chiquilines” y por otro lado, “la violencia, especialmente la de género”.
Y en esta realidad tan cargada de contradicciones y vaivenes, pero también de coincidencias, Adela y Ángel siguen caminando a la par, con nuevos desafíos y perspectivas. Creciendo en la fe, con sueños e ideales siempre, pero con los pies en la tierra. Con actitud de servicio y de siembra hacia todos. Ángel es coherente en ese sentido: “la cana entre no creyentes me ayudó a centrar el mensaje”. El cristiano es con los otros: “Empezar a ir al club a hacer deporte me pone en contacto con otros códigos de lo cotidiano. Que Jesucristo está vivo es un mensaje que llevo más allá de la Iglesia. Porque la construcción del Reino es fundamentalmente una actitud de servicio y de participación desde las bases. Tenemos que internalizar que se trata de una construcción propia que no pasa por el Poder ni el clericalismo y que sí pasa por la práctica en la vida pública. Nosotros mismos tenemos que comprender la relevancia del rol protagónico de los laicos.”
Sabía que esa tardecita, en aquella cálida casa rodeada de plantas, escucharía vivencias de compromiso, de luchas y de esperanzas.
Opción por los olvidados de la Tierra
“Usted que vive en la ciudad… ¿se ha puesto a pensar alguna vez sobre de la realidad y las condiciones laborales de los asalariados rurales de nuestro país?”. Nos referimos a los peones de la ganadería, de la agricultura, de los tambos, la forestación, el arroz, la citricultura, las quintas y las chacras, la caña de azúcar y los productores familiares de todos los rincones orientales.
Ángel Rocha nos interpela sobre estas cuestiones: “¿Usted sabía que una cosa es ser mensual y otra zafrero? Puede concebir la vida de un tropero en Piedra Sola, o lo que significa hacer changas en Sauce del Batoví o ser podador en Juanicó? ¿Trabajar en una estancia y vivir en un pueblo de MEVIR o cosechar naranjas en las chacras? Ayudarnos a comprender las realidades del que trabaja en una comparsa de esquila o a destajo en la aceituna es una de las razones que sustentan el fuerte y cercano compromiso de Ángel con la construcción de la ciudadanía de las poblaciones rurales asalariadas. Visibilizar a que aquellos quienes por mucho tiempo han sido considerados “ciudadanos de segunda” implica mostrar que no existe “un solo interior” del país, sino varios interiores: “no es lo mismo ser del norte que del sur, ser fronterizo de Artigas o Rivera que de Rocha y Cerro Largo. Hablar portuñol bayano en el norte y manejar un perfecto castellano en las fronteras del este.” Precisamente esto es lo que ha venido haciendo Ángel desde hace años: escuchar y atender voces ligadas a la comunidad que trabaja en el campo. De hecho, para ser más exactos en las definiciones, los “asalariados rurales son los peones, capataces, tractoristas, técnicos y otros hombres y mujeres que trabajan por un salario mensual, por un jornal u otro, en establecimientos agropecuarios dependientes de sus propietarios o de empresas contratadas por los propietarios. Conforman un contingente de más de 100.000 personas que se dedican a la creación de una riqueza fundamental para todos los uruguayos, la producción de alimentos y de materias primas”.
Estamos frente a uno de los problemas más urgentes y complejos de América Latina: la pobreza en el campo. En efecto, Ángel sostiene que las múltiples inequidades persistentes en dicho escenario se deben principalmente a que la sociedad concibe como algo natural y hasta legítimo que los trabajadores rurales ganen salarios insuficientes que ni alcanzan a la canasta básica de alimentos, situación que trae aparejada carencias de todo tipo y cuyo corolario fatal es la emigración a zonas urbanas con la esperanza de cubrir necesidades elementales.
En este sentido, Ángel ha promovido diversas estrategias para destrabar el acceso a la plena ciudadanía de estas personas, contribuyendo, entre otras cosas, a desbloquear la democratización real de la vida social en el campo. Es un hecho que las propias condiciones de trabajo de las poblaciones rurales generan aislamiento, marginación y subalternidad, y si bien últimamente nuevos paradigmas han propiciado avances en las políticas públicas hacia el sector rural, todavía hoy cuesta bastante comprender que un peón es sujeto de derechos. Ángel Rocha investigó, recorrió y trabajó para aportar datos y testimonios que pudieran revertir esta sistemática exclusión. Su aporte, articulado al de otros actores, dio frutos. El lento reconocimiento de la situación del asalariado rural viene de la mano de la promoción del derecho vital a la educación. Así lo señala en su libro La construcción de la ciudadanía en los asalariados rurales. Publicado en 2008 y de autoría conjunta, este es uno de los pocos materiales bibliográficos de divulgación que aborda claramente la complejidad de una de las aristas del problema: “la formación profesional de los trabajadores rurales es una herramienta para ubicarlos calificadamente como trabajadores y para desarrollar su potencialidad como personas, incidiendo en aquello que es necesario transformar, cambiar”.
Un cristiano “de a pie”
Su propia historia personal da cuenta de una vida orientada a la lucha por la revalorización del ser humano en todas sus dimensiones. Los orígenes de su apostolado se remontan a la década del sesenta. Allá lo encontramos participando de la Juventud Agraria Católica (JAC) junto a quien luego fuera su esposa. Ya desde esa época la mirada de Ángel inscribe al Pueblo de Dios como el gran constructor de la Historia de la Iglesia: “una construcción de a pie que se funda en la fe práctica” dice recordando a su vez a Monseñor Luis del Castillo. En efecto, tanto él como Adela remarcan su convicción sobre el lugar destacado que deben tener los movimientos laicales, las comunidades de base y las pequeñas comunidades como espacios que promueven la concientización de que el cristiano es alguien que actúa e incide en la sociedad.
“¿Cómo es la actitud del cristiano frente a la vida y frente a los problemas que nos acucian?” ¿La fe nos motiva a meternos para adentro o lanzarnos al afuera? se pregunta para marcar inmediatamente su postura: “La fe es aquella que se vive, la religiosidad la vivimos, la fe son las obras”. Él sabe de lo que habla. Nació en Artigas, en 1943. En 1966 fue cofundador de la Comunidad del Norte, Cooperativa Agropecuaria Limitada, en las Termas del Daymán (Salto). Entre 1972 y 1977 fue preso político en el Penal de Libertad. De su cautiverio menciona la Misa “con los milicos presentes, pero la Eucaristía la recibían todos”. A partir de 1985, y por más de diez años, integró el Centro Interdisciplinario de Estudios del Desarrollo Uruguay (CIEDUR) en el Departamento de Asesoramiento Técnico Económico y Social (DATES), en apoyo a los trabajadores del interior y rurales. Esto se tradujo “en asesoramiento y capacitación, además de contribuir a la negociación salarial en una época que para las población rural no había nada”. También fue responsable de Animación y Difusión de CARITAS, Departamento de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Uruguaya (CEU).
Rememorando los acontecimientos sociales que marcaron su trayectoria, surgen algunos momentos clave: por un lado, la revolución cubana como hito que impacta a todas las juventudes, sean o no marxistas, al tratarse, según la perspectiva de Ángel, de “la liberación de un pueblo”. En esa línea, la lucha de los trabajadores azucareros de Artigas (UTAA) será otro tema movilizador para aquel inquieto joven que ya parecía tener sus convicciones pastorales claras. Conocer a Dora Paiva – quien más tarde será su madrina de casamiento y gran amiga de toda la vida – será aprender a tener conciencia de un testimonio de “solidaridad al extremo”. En aquella época éramos “una generación de “militantes” cristianos que integrábamos los Grupos de Economía Humana, los Equipos del Bien Común inspirados en un cura dominico francés Louis Joseph Lebret y nos movíamos en la órbita de la Parroquia de Artigas a cargo en ese momento del Párroco Marcelo Mendiharat: un ser de gran sensibilidad social que provenía de su fe en un Evangelio liberador, quien fuera posteriormente Obispo de Salto.”
Y agrega: “Uno va entendiendo que hay que ‘estar en la realidad como sal y fermento’, como se dice en el Concilio. La religiosidad se vive para afuera. El Evangelio se vive en la vida misma. Con y no para los demás. Mi preocupación de veterano es que en las homilías se hable de estos temas. De la relevancia de integración de los cristianos a la comisión de vecinos, a los proyectos del barrio, a los eventos sociales y culturales que nos convocan.” Por si acaso no nos quedaba claro su concepto integral del cristiano, hace referencia al pasaje evangélico de la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor: “El asunto es que hay que bajar, y sí… capaz que nos embarramos”.
“De ofrecido nomás”…
Porque de seguir bajando se trata. Así vivió Ángel su esencia cristiana en todos los momentos de su vida, ya sea como miembro activo de la Comunidad del Norte, como padre de familia, como asesor del programa rural en la JUNAE y luego en la Dirección Nacional de Empleo articulando con MEVIR (Comisión Honoraria pro Erradicación de la Vivienda Insalubre rural), expandiendo la línea de compromiso del PIT-CNT en lo que respecta la formación profesional y a la sindicalización rural. No concibe la vida sino estando al servicio, brindándose a todos, aprendiendo de la gente, de sus contextos y del patrimonio cultural de cada localidad que conoció. De sus andanzas por todo el país recogió testimonio que supo registrar en una grabadora. “Hablar con el pueblo” para fijar y dar a conocer a través de la escritura. Empezó a contar “las historias del peón, cosechador, del productor en el periódico Trabajo y Utopía, del PIT-CNT.” Fiel a los relatos, y en consonancia con su estilo reflexivo, se propuso compilarlos en una publicación que desde el 2008 y hasta hoy sigue siendo referencia en los estudios sociales y académicos para el desarrollo rural.
Por supuesto que su intensa actividad no termina aquí. Otros serán los recorridos que emprenderá como Edil de la Junta Local de Ciudad de la Costa durante cinco años consecutivos, del 2005 al 2010. En paralelo a la difusión de su libro, también fue elegido Concejal del Municipio de la misma localidad, hasta el año 2015. Mientras tanto, sigue pensando en estrategias para aprovechar la etapa de la jubilación, ya sea para volcarse más a su comunidad de base con la que lee el Evangelio e ilumina su vida desde hace 20 años, como para estar más en familia: “No se puede desperdiciar ni el tiempo ni el potencial que tienen las personas jubiladas, pero también hay que pensar en los jóvenes y generar nuevos encuentros.” Integrante de la comisión de vecinos, actualmente animador de pequeñas comunidades, participante activo de CEDIDOSC (Centro de Estudio y Difusión de la Doctrina Social Cristiana), Ángel vuelve a pensar en la vigencia de algunos documentos que tuvieron gran impacto en aquella época fundante y por lo tanto, “no son fotos que se vuelvan amarillentas con el tiempo”. La carta que Monseñor Partelli escribiera sobre la Cuestión del Agro en el año ‘68, los Cuadernos del CLAEH sobre el Uruguay rural, la presencia de curas referentes como Manolo Divar, la pastoral de conjunto de Partelli, las palabras de Perico: “vos podés sentir a la injusticia no en la cabeza sino en las vísceras. Solo así podés incidir, porque la construcción de los Derechos es todos los días”. Más acá en el tiempo, las ideas de Pagola, y los encuentros de laicos en Maturana, los temas de Monseñor Bonino, las charlas del Padre Techera. Todo redunda en la necesidad de vivir lo que plantea el Papa Francisco: “y no solo por lo que dice, sino que también levanta la pelota”.
Adela: trabajando para el Reino
Escuchar a Ángel me inspira a pensar en otras realidades que, aunque parecen estar tan lejos, son muy cercanas. Dicho de otra forma: no es habitual que los padecimientos de las poblaciones rurales estén dentro en el horizonte de nuestras reflexiones cotidianas. Quizás ni siquiera los tenemos presentes en las oraciones. Sin embargo, el encuentro con Ángel no se agota en anécdotas y reflexiones sobre el apostolado de toda una vida. Hay otras vertientes posibles para analizar el compromiso del laico teniendo en cuenta las implicancias dentro de la familia. Mientras observo a Adela, me pregunto cómo habrá sido la vida de esta mujercita que hace el mate y no deja de atender a su pequeño nieto, cocina las tortas fritas, nos muestra su jardín bien cuidado y también sus últimos trabajos en tejido, bijouterie, la confección de almohadones y la pintura en madera. Todo primorosamente llevado con una mentalidad de respeto por el medio ambiente ¿Cómo equilibrar el apostolado sin descuidar a la familia? Esa es una pregunta quizás planteada en términos dicotómicos, pero necesaria y recurrente entre los laicos.
Rodeando en brazos al más pequeño de la casa, Adela nos cuenta algunos pasajes de su experiencia como compañera de ruta que no ha dejado nunca de tener muchos proyectos personales. Habiendo nacido en pueblo Sequeira, desde su juventud ingresó en la JOC (Juventud de Obrera Cristiana) y en la cooperativa de la Comunidad del Norte. Gran trabajadora por el Reino de Dios en la Parroquia a través de la Pastoral Social, pero sin dejar de participar en otros espacios, porque Dios está en todas partes: en la Comisión de Fomento de la escuela, en el comedor escolar, en el merendero barrial, en la comisión directiva de la Casa de la Cultura durante 20 años consecutivos. En todos esos lugares y con mucha gente estuvo Adela, siempre brindando ideas y proyectando nuevas experiencias colectivas. Sobre este último punto señala que “estando en la comisión directiva de la casa de la cultura, un emprendimiento sin financiación estatal, logramos ser sede del movimiento por la Defensa del Agua, y fuimos de los primeros en hablar de violencia de género, algo histórico para nosotros”.
Una casa que, según Adela, empezó siendo del pueblo “y esa es su razón de ser, por lo tanto, debe seguir siéndolo”. Esa es una concepción y una realidad de la que se enorgullece por haber sido parte hasta hace dos años atrás. Crió a sus hijos mientras Ángel trabajaba en tres lugares diferentes, luchó siempre por el sustento familiar, se las arregló como pudo mientras se colaba la dictadura por los intersticios más insospechados de la vida privada: “Esos años no fueron nada sencillos, pero no dejé de trabajar y hacer lo mejor que podía para resolver las situaciones que se me presentaban.” Adela siente preocupación por algunos temas del presente: “estamos más formados que las personas de antes y sin embargo hay mucho desencuentro en la pareja, y entre los chiquilines” y por otro lado, “la violencia, especialmente la de género”.
Y en esta realidad tan cargada de contradicciones y vaivenes, pero también de coincidencias, Adela y Ángel siguen caminando a la par, con nuevos desafíos y perspectivas. Creciendo en la fe, con sueños e ideales siempre, pero con los pies en la tierra. Con actitud de servicio y de siembra hacia todos. Ángel es coherente en ese sentido: “la cana entre no creyentes me ayudó a centrar el mensaje”. El cristiano es con los otros: “Empezar a ir al club a hacer deporte me pone en contacto con otros códigos de lo cotidiano. Que Jesucristo está vivo es un mensaje que llevo más allá de la Iglesia. Porque la construcción del Reino es fundamentalmente una actitud de servicio y de participación desde las bases. Tenemos que internalizar que se trata de una construcción propia que no pasa por el Poder ni el clericalismo y que sí pasa por la práctica en la vida pública. Nosotros mismos tenemos que comprender la relevancia del rol protagónico de los laicos.”