Una charla con Daniel Genovesi, nuevo obispo anglicano de Uruguay
¿Te tuviste que ordenar otra vez como sacerdote para poder ejercer en la iglesia anglicana?
No, porque eso es una característica del anglicanismo, que se considera como verdadera iglesia, pero no se considera “la iglesia”. Se considera parte de una iglesia más amplia. La iglesia es el cuerpo de Cristo, teológicamente hablando, y la iglesia anglicana no pretende ser la única parte verdadera del cuerpo de Cristo. El anglicanismo reclama para sí que es verdadera iglesia, pero reconoce que las otras también lo son. Si hay un sacerdote ordenado en la iglesia católica o en la ortodoxa y se inserta en el anglicanismo, su ordenación en esas iglesias es considerada válida. Después, dentro de la comunión anglicana tiene que conseguir las licencias para ejercer el ministerio, pero no ordenarse de nuevo.
¿Por qué razones un sacerdote, argentino, es ordenado obispo especialmente para venir a conducir la IAU?
Hasta el momento los obispos de la IAU han sido del exterior. Hubo un inglés, un cubano y un canadiense. Lo raro sería que hubiera aparecido uno de Uruguay, pero no es esa la razón. Un episcopado, así como la tarea de la iglesia, va más allá de una nación. La iglesia católica es universal y puede tener miembros de diferentes lugares. En los últimos años, la IAU ha atravesado diversas dificultades que han hecho un poco más débiles algunos aspectos de su labor. A la hora de tener que elegir un nuevo obispo, podrían haber considerado en un sínodo electoral en este país y haber encontrado un candidato local o extranjero. Pero en este momento, en esta coyuntura histórica, la IAU consideró apropiado pedirle a la Cámara de Obispos de la Provincia de Sudamérica, en la cual está inserta la IAU como diócesis, que nombrara un obispo diocesano por un tiempo para acompañarlos. Y la Cámara de Obispos me propuso venir a desempeñarme para eso. Yo estaba trabajando como párroco en la parroquia San Marcos, en Hurlingham, en la provincia de Buenos Aires. Estuve 14 años en eso. Y en los últimos diez había trabajado como secretario en el Consejo Ejecutivo Provincial.
La IAU viene trabajando en diversas obras sociales enfocadas en la atención de los sectores más vulnerables, con convenios con el Ministerio de Desarrollo Social y el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay. ¿Cuál es tu plan como nuevo conductor de la IAU?
Estamos continuando con lo que se venía haciendo, pero con transformaciones. Concretamente, la Promoción Humana la hemos transformado en Pastoral Social, y no significa solamente un cambio de nombre. Hay 11 centros con proyectos sociales, y desde la iglesia reforzaremos la tarea que se venía haciendo, potenciando el desempeño del equipo profesional y técnico que está trabajando en cada lugar y tratando de apoyar para que se lleve a cabo mejor la misión. Desde hace unos años hace un vía crucis ecuménico el Viernes Santo junto al cardenal Daniel Sturla, de la iglesia católica. ¿Cómo es la relación en Uruguay con la iglesia católica? Históricamente comenzó así. De hecho, inicié mis funciones el 1º de abril y a las pocas semanas tuve ese vía crucis ecuménico, que comenzó en la catedral anglicana y terminó en la catedral católica. Estuvo también concelebrando el pastor Gerónimo Granados, de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. Las comunidades están muy cerca, son muy fraternas, hay mucha relación y podemos expresar que hace pocos días hubo un retiro conjunto que dieron el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el papa Francisco, y para la fiesta de Pentecostés hay un mensaje en común. Hace un par de años, el papa Francisco asistió a una celebración en la iglesia San Pablo, en Roma, el único templo anglicano que hay en esa ciudad. Y después de la celebración dijo que cuando un católico romano no pueda asistir a un templo católico para una celebración de la eucaristía, él veía como muy positivo que el católico fuera a un templo anglicano a participar en la misma celebración. Eso muestra que hay una cercanía muy grande. La situación política regional ha cambiado en los últimos años y en algunos países hay una reacción contra sectores sociales vulnerables, minorías, que fueron consiguiendo derechos, espacios, visibilidad. Esa reacción a veces es promovida también desde grupos religiosos conservadores, neopentecostales... Para empezar, el anglicanismo no se identifica con ninguna tipificación de izquierda, derecha o centro. El anglicanismo pretende mirar siempre la realidad e intervenir en ella sin identificarse con ningún sistema político. El reino de Dios no coincide con ninguna realización política y a veces se puede estar trabajando juntos, pero no implica que se tiene que ser de derecha, de izquierda o de centro. A veces sucede al revés, uno adopta una posición política y después le da un tinte religioso o espiritual. Todos tendemos a pensar, cuando hay una guerra, que Dios está de nuestro lado y en contra de los otros. Hay una expresión del sacerdote Anthony de Mello que habla de la verdadera religión y la falsa religión, o de la buena religión y la mala religión. La buena religión ayuda al desarrollo de las personas, mientras que la mala lo limita, cercena y enclaustra. Si mi posición no puede acompañar el desarrollo de la diversidad de identidades, si solamente estoy con unos y con otros no, he adulterado mi espiritualidad, por más santa que me parezca. ¿Qué piensa sobre la legalización del aborto?
Vengo de un país en el que se está dando esa discusión con una confrontación muy grande. No hay ninguna tradición espiritual que esté a favor del aborto. Ahora, esta afirmación no implica que no podamos y tengamos que considerar tener una ley sobre el aborto. Porque en la pragmática, lo que encontramos es que es un hecho que acontece. Entonces, hay que preguntarse cómo legislar para amparar esas situaciones. Está el principio espiritual y está la organización social, en la que necesitamos leyes que amparen la práctica cotidiana. ¿Un anglicano tendría que estar a favor o en contra de la ley? Puede tomar su propia decisión. Porque no va a haber un dirigente anglicano que vaya a querer pensar por todos, sino que va a animar, a buscar los fundamentos desde su espiritualidad y ver lo que está pasando en la sociedad. A partir de ahí, y con conciencia, no exacerbado por grupos o por apasionamientos propios, va a tomar una decisión libre que entienda que es para el bien de todos.
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