DOMINGO 25(C)
Lc 16,1-13
Jesús hablaba para que le entendiera la gente sencilla. Debemos evitar toda demagogia en el tema de las riquezas. Pero no podemos ignorar el mensaje evangélico. En el tema de las riquezas, ni siquiera la teoría está muy clara. Hoy, menos que nunca, podemos responder con recetas a las propuestas del evangelio.
Cada uno tiene que encontrar la manera de actuar con sagacidad para conseguir el mayor beneficio, no para su falso yo, sino para su verdadero ser. Si somos sinceros, descubriremos que, en nuestra vida, todos ponemos demasiada confianza en lo externo (material o espiritual) y demasiado poca en lo que realmente somos.
“Los hijos de este mundo son más sagaces con su gente que los hijos de la luz”. Esta frase explica el sentido de la parábola. No nos invita a imitar la injusticia que el administrador está cometiendo, sino a utilizar la astucia y prontitud con que actúa.
Él fue sagaz porque supo aprovecharse materialmente de la situación. A nosotros se nos pide ser sabios para aprovecharnos en el orden espiritual. Hoy la diferencia no está entre los hijos del mundo y los hijos de la luz, sino en la diferente manera que los cristianos tenemos de tratar los asuntos mundanos y los asuntos espirituales.
No podéis servir a Dios y al dinero. No está bien traducido. El texto griego dice mamwna. Mammón era un dios cananeo, el dios dinero. No se trata, pues, de la oposición entre Dios y un objeto material, sino de la incompatibilidad entre dos dioses. Servir al dinero sería orientar mi existencia al consumo de bienes materiales.
Sería tener como objetivo buscar por encima de todo el placer sensorial y las seguridades que proporcionan las riquezas. Significaría que he puesto en el centro de mi vida, el falso yo y buscar la potenciación y seguridades de ese yo.
Podemos dar un paso más allá de lo que dice la parábola. A Dios no le servimos para nada. Si algo dejó claro Jesús fue que Dios no quiere siervos. No se trata de doblegarse con sumisión externa, a lo que mande desde fuera un Señor Poderoso. Se trata de ser fiel a mí mismo, respondiendo a las exigencias de mi ser.
Servir a un dios externo soberano y poderoso, que puede premiarme o castigarme es idolatría y, en el fondo, egoísmo. Hoy podemos decir que no debemos servir a ningún “dios”. Al verdadero Dios solo se le puede servir, sirviendo al ser humano.
Lo que tengo debo subordinarlo siempre a los que soy. Soy plenitud, totalidad. De lo esencial no me falta nada. Si echo algo en falta puedo estar seguro de que pertenece a lo accidental. Bebemos los vientos buscando lo que nos falta y no somos capaces de vivir lo que ya tenemos. No necesito más de lo que tengo sino menos.
“Ganaos amigos con el dinero injusto”. Es una invitación a poner todo lo que tenemos al servicio de lo que vale de veras. Utilizamos con sabiduría el dinero cuando lo compartimos con el que pasa necesidad. Lo empleamos sagazmente, pero en contra nuestra, cuando acumulamos riquezas a costa de los demás.
Fray Marcos
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