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sábado, 17 de junio de 2017

COMENTAPAGOLA. Editorial del BLOG.

PERDONEN LA FALTA DE HUMILDAD,   ESTE COMENTARIO DE PAGOLA ES NUESTRA PRÉDICA  CONSTANTE,  NACIÓ  POR EL 1954, EN CASA DE UN PROFETA  LAICO  NELSON  MARTIN BRINDISI, QUIÉN SIEMPRE NOS IMPULSABA A ALGO MÁS.. HERMANOS COMO  Mario Zanotta, José Luis Laso, Alfredo Aguero, Roberto Sorrondeguy, Nelson Traverso y decenas  que la memoria hoy me traiciona avalan estas palabras .    Siempre recurrimos a un ejemplo casero;  cuando un comercio otrora floreciente entra en declive o se actualiza, reconvierte o fatalmente  cierra sus puertas...acá la "patronal" parece no se percata de la situación.......

Cuerpo y Sangre de Cristo – A (Juan 6,51-58).
ESTANCADOS
El papa Francisco está repitiendo que los miedos, las dudas, la falta de audacia… pueden impedir de raíz impulsar la renovación que necesita hoy la Iglesia. En su Exhortación La alegría del Evangelio llega a decir que, si quedamos paralizados por el miedo, una vez más podemos quedarnos simplemente en «espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia».
Sus palabras hacen pensar. ¿Qué podemos percibir entre nosotros? ¿Nos estamos movilizando para reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas o seguimos instalados en ese «estancamiento infecundo» del que habla Francisco? ¿Dónde podemos encontrar fuerzas para reaccionar?
Una de las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II fue impulsar el paso desde la «misa», entendida como una obligación individual para cumplir un precepto sagrado, a la «eucaristía» vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Jesucristo resucitado.
Sin duda, a lo largo de estos años hemos dado pasos muy importantes. Quedan muy lejos aquellas misas celebradas en latín en las que el sacerdote «decía» la misa y el pueblo cristiano venía a «oír» la misa o a «asistir» a la celebración. Pero, ¿no estamos celebrando la eucaristía de manera rutinaria y aburrida?
Hay un hecho innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica dominical, porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita para alimentar su fe débil y vacilante.
Sin duda, todos, presbíteros y laicos, nos hemos de preguntar qué estamos haciendo para que la eucaristía sea, como quiere el Concilio, «centro y cumbre de toda la vida cristiana». ¿Cómo permanece tan callada e inmóvil la jerarquía? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación y nuestro dolor con más fuerza?
El problema es grave. ¿Hemos de seguir «estancados» en un modo de celebración eucarística tan poco atractivo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es esta liturgia que venimos repitiendo desde hace siglos la que mejor puede ayudarnos a actualizar aquella cena memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra fe?
José Antonio Pagola

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