Cuerpo y Sangre de Cristo – A (Juan 6,51-58).
ESTANCADOS
El papa Francisco
está repitiendo que los miedos, las dudas, la falta de audacia… pueden impedir
de raíz impulsar la renovación que necesita hoy la Iglesia. En su Exhortación La
alegría del Evangelio llega a decir que, si quedamos paralizados por
el miedo, una vez más podemos quedarnos simplemente en «espectadores de un
estancamiento infecundo de la Iglesia».
Sus palabras hacen
pensar. ¿Qué podemos percibir entre nosotros? ¿Nos estamos movilizando para
reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas o seguimos instalados en ese
«estancamiento infecundo» del que habla Francisco? ¿Dónde podemos encontrar
fuerzas para reaccionar?
Una de las grandes
aportaciones del Concilio Vaticano II fue impulsar el paso desde la «misa»,
entendida como una obligación individual para cumplir un precepto sagrado, a la
«eucaristía» vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar
su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Jesucristo resucitado.
Sin duda, a lo largo
de estos años hemos dado pasos muy importantes. Quedan muy lejos aquellas misas
celebradas en latín en las que el sacerdote «decía» la misa y el pueblo
cristiano venía a «oír» la misa o a «asistir» a la celebración. Pero, ¿no
estamos celebrando la eucaristía de manera rutinaria y aburrida?
Hay un hecho
innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica
dominical, porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra
clara, el rito expresivo, la acogida
estimulante que necesita para
alimentar su fe débil y vacilante.
Sin duda, todos, presbíteros y laicos, nos hemos de
preguntar qué estamos haciendo para que la eucaristía sea, como quiere el
Concilio, «centro y cumbre de toda la vida cristiana». ¿Cómo permanece tan callada e inmóvil la jerarquía?
¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación y nuestro dolor con
más fuerza?
El problema es grave.
¿Hemos de seguir «estancados» en un modo de celebración eucarística tan poco
atractivo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es esta liturgia que venimos repitiendo
desde hace siglos la que mejor puede ayudarnos a actualizar aquella cena
memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra
fe?
José Antonio Pagola
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