Menú Principal

lunes, 11 de agosto de 2025

IHU. Adital.- Pedro Casaldáliga y la Iglesia del Paseo que resiste. Artículo de Gabriel Vilardi

 "Sin dejar de tener los pies firmemente plantados en los grotescos amazónicos, distantes y abandonados por el poder público, Casaldáliga nunca se aisló egoístamente en los asuntos internos de su prelatura. Por el contrario, sorprendentemente, más aún considerando las condiciones de desplazamiento y la falta de medios de comunicación en ese momento, siempre estuvo intensamente conectado con las luchas latinoamericanas. Nunca se alejó de los sufrimientos de otros lugares, incluso si la situación local era exigente y desafiante. Las venas abiertas de América Latina sangraron en el obispo-poeta, como denunció Eduardo Galeano".

El artículo es de Gabriel dos Anjos Vilardi, jesuita, licenciado en Derecho por la PUC-SP y licenciado en Filosofía por la FAJE. Es estudiante de maestría en el PPG en Derecho de Unisinos y forma parte del equipo del Instituto Humanitas Unisinos – IHU.

Aquí está el artículo.

"Moriré de pie como los árboles./ Me matarán de pie./ El sol, como el mayor testigo, pondrá su sello/ en mi cuerpo doblemente ungido./ Y los ríos y el mar/ serán el camino/ de todos mis deseos,/ mientras la amada selva/ sacudirá sus cúpulas con alegría./ Diré mis palabras:/ - No mentí cuando te grité./ Dios dirá a mis amigos:/ - Certifico que vivió contigo/ esperando este día./ Con un golpe, con la muerte,/ mi vida se hará realidad./ ¡Por fin habré amado!". De hecho, el autor del poema, Pedro Casaldáliga, amó radicalmente y fue coherente con este Amor hasta el final. Hace cinco años, la Iglesia de la Caminata perdió a uno de sus principales patriarcas e inspiradores: el obispo que caminaba descalzo sobre la Amazonía martirizada.

De su amada y marginada Prelatura de São Félix do Araguaia (MT), el misionero español se convirtió en indígena, okupa, sin tierra y quilombola. Era pura cercanía encarnada. Con una mirada atenta y una gran sensibilidad hacia los desheredados del mundo, los religiosos claretianos acogieron la Dios-Profecía en la profundidad de una vida desinteresada y enamorada del Reino. Desde su pequeña y periférica Iglesia local, organizó la resistencia del Pueblo de Dios contra las opresiones del pecado social.

Sin dejar de tener los pies firmemente plantados en los grotescos amazónicos, distantes y abandonados por el poder público, Casaldáliga nunca se aisló egoístamente en los asuntos internos de su prelatura. Por el contrario, sorprendentemente, más aún considerando las condiciones de desplazamiento y la falta de medios de comunicación en ese momento, siempre estuvo intensamente conectado con las luchas latinoamericanas. Nunca se alejó de los sufrimientos de otros lugares, incluso si la situación local era exigente y desafiante. Las venas abiertas de América Latina sangraron en el obispo-poeta, como denunció Eduardo Galeano:

"Potosí, Zacatecas y Ouro Preto cayeron boca abajo desde la grimpa de los esplendores de los metales preciosos en el profundo agujero de las cuevas vacías, y la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre y la selva amazónica del caucho; el noreste productor de azúcar de Brasil, los bosques argentinos de quebrachos o ciertos pueblos petroleros del lado de Maracaibo tienen dolorosas razones para creer en la mortalidad de las fortunas que da la naturaleza y se lleva el imperialismo. La lluvia que riega los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. De la misma manera, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes -dominantes por dentro, dominadas por fuera- es la maldición de nuestras multitudes, condenadas a una vida de bestias de carga" (Galeano, 2021, p. 18-19).

Con valentía y lucidez, el que fue uno de los padres y baluartes de la Iglesia de la Liberación, supo nombrar y denunciar las fuerzas de la muerte y del atraso. Casaldáliga se convirtió en uno de los aliados más fieles de los movimientos sociales y no dejó de alzar la voz para defender las agendas sociales. "Las luchas populares encontraron a partir de esta identificación una base religiosa, es decir, un fundamento teológico capaz de legitimar los esfuerzos por crear relaciones de justicia y solidaridad" (Gebara, 2023, p. 63).

En su largo ministerio episcopal, logró combinar la sencillez de los empobrecidos con la claridad que nunca dio cobijo a las medias palabras o relativizaciones de jerarcas dudosos y omitidos. El obispo de los pobres se puso de pie y se puso de lado, del lado de los últimos y oprimidos. Y por esto pagó un precio, la persecución de los terratenientes del trabajo esclavo, los dictadores-generales y los empresarios explotadores. Sin embargo, rompió con el silencio cómplice de la alianza entre la cruz y la espada. En este sentido, Marcelo Barros observa:

"En diferentes momentos de la historia, la Iglesia cristiana ha experimentado este dilema. Detrás de la opción de relacionarse bien con el poder político está el pensamiento de que esto es necesario para el cumplimiento de la misión religiosa. Cuántas veces las jerarquías eclesiásticas han hecho esto y han contado con privilegios por parte de sistemas que usaban (y hasta el día de hoy siguen usando), la fachada de un estado católico, pero se sienten con derecho a masacrar a los indígenas, a los campesinos y a quienes se atreven a disputar el poder" (Barros, 2022, p. 87).

El obispo de Araguaia comprendió que para vivir la coherencia de su fe era esencial mantener la libertad. Sólo así se conservaría la peligrosa memoria de Jesús de Nazaret, Aquel que denunció las hipocresías de los poderes políticos, económicos y religiosos de su tiempo. Mantuvo una fe siempre inquieta, que reconoció como incompleta e inacabada. En su camino escuchó y trató de concretar el llamamiento de la Conferencia de Medellín (1968): "un grito brota de millones de seres humanos, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte".

Como señala Eduardo Hoornaert (1986, p. 18), "el cristianismo heredó su carácter memorial del judaísmo, pero centró su memoria en la encarnación, la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo, el Libertador no solo de Egipto -como lo había sido Moisés- sino de todas las formas de dominación". Después de todo, "los cristianos saben bien que su religión se mantiene o cae con la veracidad de su memoria" (Hoornaert, 1986, p. 18). Casaldáliga supo y dio testimonio, un testimonio que a veces era incómodo para las conciencias dormidas o cooptadas, siguiendo la mejor tradición de los profetas y profetisas de las Escrituras.

En los días en que el extremismo político intenta erosionar el Estado Constitucional y sofocar la frágil democracia, se echa mucho de menos la sabiduría y la terquedad de Casaldáliga. Sin duda, estaría liderando el grupo de quienes enfrentan el viejo golpe de Estado autoritario y tratan de reescribir la historia reciente de ataques a las instituciones del país. Además, el obispo de São Félix maldijo las vallas del latifundio que expulsaba a los pueblos indígenas y persiguió a los pequeños ocupantes ilegales con el terror de los pistoleros. Así es como Jason Stanley afirma sobre los males del colonialismo:

"Cuando un grupo borra la historia de otro grupo, este último se vuelve significativamente más vulnerable a la dominación y la conquista. Uno de los ejemplos más claros de esto es la práctica del colonialismo moderno. Para una potencia colonial, es mucho más fácil justificar la incautación de una tierra cuando puede representarse como desprovista de historia. Cuando uno representa a un grupo de personas como desprovistas de historia, les niega cualquier reclamo válido sobre el presente. El colonialismo es un caso ideal, quizás el más claro, para comprender cómo y por qué el borrado de la historia es fundamental para el ejercicio del poder y la dominación" (Stanley, 2025, p. 41-42).

El obispo-profeta cultivó la memoria con celo y profunda mística, siendo un ejemplo evidente la creación del Santuario de los Mártires del Camino, en Ribeirão Cascalheira (MT). Construido en el sitio de la cárcel donde fue asesinado el padre jesuita João Bosco Burnier (1976), el lugar se convirtió en un espacio de peregrinación y resistencia con la realización periódica de la Peregrinación de los Mártires de la Caminata.

Su espiritualidad liberadora, abundantemente documentada en su vena poética mística, tomó forma en nuevas y poderosas estructuras eclesiales. Pedro, como le gustaba que lo llamaran -sin los títulos e insignias eclesiásticas- fue cofundador y gran entusiasta de dos organizaciones que marcaron la historia de la Iglesia post-Vaticano II, el Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT). Fundadas en 1972 y 1975, respectivamente, las entidades transformaron las luchas por la causa indígena y por la reforma agraria en el país.

Hombre adelantado a su tiempo, trabajó incansablemente por una Iglesia inculturada, comprometida y apasionada por los últimos. En la Prelatura bajo su responsabilidad, creó equipos pastorales mixtos y plurales, con fuerte horizontalidad y sinodalidad en el ejercicio de la autoridad. El testimonio dado en relación con su gran amigo y también obispo de la Caminata, Dom Tomás Balduíno, puede leerse como una confesión del modelo eclesial en el que creía:

"[La diócesis] se convirtió en una plataforma para la experiencia pastoral fronteriza en la Iglesia y en la sociedad; y el diálogo ecuménico y macroecuménico; y valorar la cultura popular y la religiosidad; y la inserción de la vida religiosa y monástica en las luchas y esperanzas del pueblo; y de superar la dicotomía que no sabe combinar la vida con la fe, la pastoral con la militancia organizada. La pastoral de esta Iglesia se vivió de manera integral, como esa "Pastoral del Todo" tan soñada y tan precariamente realizada en las diferentes diócesis. La jerarquía, el clero, la vida religiosa, los laicos no eran sectores estancos que compartían porciones de cuidado pastoral. De hecho, los laicos (y muy significativamente la mujer), adultos en la fe y con un inmenso trabajo de formación, fueron corresponsables, compartiendo en pie de igualdad la respuesta que exigían los diversos signos de los tiempos, en ese momento, en ese lugar. No se entendía que la mayoría del Pueblo de Dios, que son los laicos, no tenía poder eclesial de planificación, toma de decisiones, iniciativa y autonomía compartida. Por ejemplo, no era solo el sacerdote quien celebraba, porque es toda la comunidad la que celebra" (Casaldáliga, 2012, p. 16).

En una Iglesia que parece más preocupada por las liturgias pomposas y Fray Gilsons con sus seguidores digitales, el obispo que se despojó del báculo y de su anillo episcopal nunca ha sido más necesario. ¿Cómo puede haber un clero joven cada vez más seducido por la sotana y el incienso mientras las pastorales sociales son deliberadamente debilitadas y boicoteadas? ¿Han olvidado la profecía de Casaldáliga, encerrados en seminarios alienantes y engañados por personas influyentes ruidosas, egocéntricos en su propia imagen?

¿Y qué decir de los obispos que, con raras excepciones, como Dom Joaquim Mol, Dom José Ionilton y Dom Vicente Ferreira, por nombrar algunos, siguen haciendo todo lo posible para que nada cambie? ¿Por qué están más preocupados por el diezmo y la comodidad de sus curias mientras sus iglesias se moldean en actividades cada vez más circunscritas al ritualismo del altar? ¿Ya no recuerdan el fructífero y ardiente pastoreo de su hermano Casaldáliga do Araguaia? Solo han pasado cinco años y ya no recuerdan a Mons. Pedro...

Porque es necesario proclamar: "Despierta, oh tú que duermes", ¡como el himno de la mañana de Pascua! Los cristianos laicos y sus pastores recuerdan que lo esencial es la persona de Jesús de Nazaret. Sean conscientes -seamos conscientes- de que seguir a Jesús no significa una interminable "Cuaresma de San Miguel", ni adoración virtual al amanecer, ni cadenas en la consagración a Nuestra Señora como resultado de algún tratado distorsionado. Mira al obispo pobre y marginado Pedro Casaldáliga y mira cómo amaba intrascendentemente, como señala y convoca el Evangelio:

"Esta parábola del Juicio Final es el centro de todos los evangelios. En él se resume todo el plan de Dios. Enfatiza que 1) Dios quiere ser servido preferentemente en la liberación de los oprimidos; 2) Dios se identifica con los oprimidos. El que sirve a los oprimidos, sirve a Cristo; 3) Muchos preguntarán '¿cuándo te vimos en una situación de opresión?' Son aquellos que no tienen fe, son ateos, pero se involucran en luchas en nombre de los oprimidos y, por lo tanto, agradan a Dios; 4) Uno solo ama a Dios amando a los oprimidos. Fuera de los pobres no tenemos salvación; 5) No es Dios quien nos juzga, es nuestra práctica. Los opresores están excluidos del Reino; los libertadores, incluidos; 6) Jesús enfatizó en la parábola que la omisión es un pecado grave que puede condenarnos. Quienes asumen esta práctica liberadora 'resucitan' a las personas excluidas, les hacen recuperar la vida, la alegría, la esperanza" (Betto, 2024, p. 171).

Seguir al Dios Vivo como lo hizo Casaldáliga es seguir defendiendo la reforma agraria popular en un Brasil de alta concentración de tierras, así como condenar el exterminio de la población palestina en Gaza, relegada a la muerte por el hambre. Inspirarse en el obispo Pedro significa rechazar todas las formas de intolerancia y racismo contra las personas LGBT y negras, perseguidas y asesinadas en los callejones oscuros de las periferias, por la truculenta y autoritaria Policía Militar. Es ciertamente en el apostolado profético de los religiosos quienes crearon la Red un Grito por la Vida y a través de ella enfrentar la trata de personas, llegando a lugares de ausencia total del Estado.

Honrar la memoria cuestionadora del Dom que renunció a los privilegios de la función es estar del lado de los Pueblos Indígenas, como los misioneros de Cimi. Siguiendo el ejemplo de su sucesor en São Félix y actual presidente del CIMI, el cardenal Leonardo Steiner, para testimoniar a Casaldáliga en su seguimiento de Jesús, es necesario mantenerse firme en la denuncia de los ataques a las comunidades originarias: "la violencia sistemática, impuesta a los habitantes originarios de Brasil, se caracteriza por la lógica de la eliminación del otro, dado que las tierras y todos sus recursos deben ponerse a disposición del mercado – desde el agronegocio, minería, biodiversidad y fuentes de energía" (Informe, 2025, p. 11).

Como nos recuerda Marcelo Barros (2022, p. 240), "la Divina Ruah, el Espíritu de Jesucristo resucitado, nos pide no solo vivir esta memoria, sino mantenerla viva y actualizarla permanentemente mediante el compromiso de escuchar y compartir con todos lo que el Espíritu dice hoy a las Iglesias y al mundo". Recordar a Pedro Casaldáliga es seguir resistiendo en medio de un mundo que parece anestesiado, a una Iglesia que, encerrada en las sacristías, se dirige hacia la irrelevancia y hacia el capital que quiere transformarlo todo en mercancía y beneficio. Mientras haya obispos, sacerdotes y hermanas, laicos y laicas de la Caminata, así como hombres y mujeres de buena voluntad, Pedro do Araguaia seguirá siendo un faro insistente y esperanzador, como una alternativa viable a los inconformistas de hoy. ¡Peter vive!

No hay comentarios:

Publicar un comentario