Fe adulta

Tras
la muerte de Jesús, el atrevido profeta judío de la compasión
subversiva, las primeras comunidades cristianas de Palestina lo
invocaban con esa palabra aramea formada de dos: “Marana, tha”. Ven,
Señor. Y mientras repetían con ardor esta sencilla invocación, se les
llenaba el pecho de consuelo y fortaleza para seguir esperando,
practicando la esperanza, anticipando su cumplimiento.
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