viernes, 23 de octubre de 2015

Arnaldo ZENTENO, comparte...


Posted: 21 Oct 2015 01:12 PM PDT
 Prosigue en Roma el Sínodo sobre la familia, aunque haya decaído notablemente el interés mediático, siempre tan voluble. Lleva dos semanas, y aún queda la tercera. Luego corresponderá al papa elaborar y publicar su Exhortación Apostólica Postsinodal. Eso llegará dentro de unos meses, pero el otro día soñé que decía así: 
“El papa Francisco a mis hermanas y hermanos católicos del mundo entero. Os deseo la paz de Jesús. Ella nos une en la diversidad del Espíritu como una familia.

No os oculto mi incomodidad al dirigirme a vosotros como papa, pues no me elegisteis ni directa ni indirectamente, ni tampoco elegisteis a quienes me eligieron. Son cosas de la historia, no del evangelio. ¡Ojalá esto cambie pronto y deje la Iglesia de ser jerárquica, piramidal, y sea un signo de la humanidad fraterna que Jesús soñó! Mientras tanto, os hablo como hermano, sin otra autoridad que la que queráis reconocerme.
Incómodo me sentí también con el Sínodo de la Familia, que yo mismo convoqué y que congregó en Roma a tantos obispos que no conocen los gozos y las angustias de las familias de hoy, familias de carne y hueso, familias reales, familias diversas. Tan diversas que no caben en los esquemas del Catecismo que seguimos enseñando, ni en los cánones de Derecho Canónico tan frío que seguimos imponiendo en nombre de Dios. Perdonadnos.
Comprendo muy bien vuestro asombro y protesta al ver que, mientras vuestras familias sufren tantas penurias, desde todos los rincones de la tierra se reunían aquí durante tres semanas 400 personas, cómodamente instaladas, entre ellas 270 cardenales, obispos y religiosos, solo ellos dotados de voz y voto. Perdonadnos. Tal vez tenía razón la viñeta que firmaba por aquellos días ‘El Roto’ en un periódico español: ‘Resucitar a los muertos es fácil. Lo difícil es resucitar a la Iglesia’. Lo diría, supongo, porque mira a la Iglesia como a un muerto que no quiere resucitar, que prefiere seguir siendo pieza de museo, fósil de la vida que un día inspiró formas vivas que ya no viven ni hacen vivir.
No sé si debí convocar este Sínodo. Os confieso mi decepción a la vista de sus propuestas finales. ¡Tanta pompa y tanto gasto, tanta palabra para eso! Pero no quiero mirar atrás. Quiero mirar adelante y dar un paso al futuro. Quiero arriesgarlo todo, y sobre todo el poder absoluto que el Derecho Canónico y los obispos me reconocen todavía. Lo hago justamente porque no me parece un poder evangélico y ya no creo en él. Creo en la vida. Amo a Jesús. Me siento libre, y no tengo miedo ni nada que perder.
He meditado mucho sobre los dos temas que más interés y debate suscitaron entre los padres sinodales y en los medios de comunicación. Me refiero a la unión de gais y lesbianas por un lado y a la comunión de los divorciados vueltos a casar por otro. Yo mismo promoví la discusión. Con la mejor voluntad, propuse que la Iglesia manifestara públicamente misericordia y respeto para con los homosexuales, pues no somos quién para juzgarles, y que los divorciados vueltos a casar pudieran comulgar en la mesa de Jesús siempre que cumplieran tres condiciones: arrepentimiento, confesión ante su obispo y propósito de no reincidir. Hoy me arrepiento de haber hablado en esos términos ofensivos y humillantes para homosexuales y divorciados, pues equivale a tratarlos como culpables. Es injusto, y contrario al evangelio. Les pido perdón. No les debemos una palabra de conmiseración, ni solo de respeto, sino de pleno reconocimiento.
Por eso, en nombre de Jesús y de la Iglesia, declaro que el amor homosexual es tan santo y bendito como el heterosexual, y lo bendigo de todo corazón como sacramento del Amor o de Dios. Y declaro que el amor humano quisiera ser pleno y eterno, sí, pero es sin embargo frágil, y que cuando, por los motivos que fueren, un matrimonio se rompe por dentro sin remedio, deja de ser matrimonio, y que buscar entonces probar la nulidad canónica para salvar la indisolubilidad teórica es un artificio indigno, y que un nuevo matrimonio de divorciados, en la medida en que el amor les mueve, es igualmente santo, sacramento de Dios o del Amor, y yo lo bendigo.
Hermanas, hermanos, basta ya. Empecemos de nuevo. Os bendigo a todos y os pido vuestra bendición. Vivid en paz. Vuestro hermano Francisco, papa todavía”.

Posted: 21 Oct 2015 01:11 PM PDT
    El papa Francisco lo ha dicho sin rodeos: es necesaria y urgente la “conversión del papado”. No se trata, por supuesto de que el papa se convierta. Francisco no ha dicho esto refiriéndose a una persona, el papa; sino afirmando que es una institución, el papado, lo que tiene que cambiar, es decir, organizarse de otra manera y funcionar de forma distinta a como lo viene haciendo desde hace ya bastantes siglos.
    El mismo Francisco explicó ayer, en el Sínodo de Obispos, en qué tiene que consistir este cambio. Lo que el papa ve que es urgente cambiar en la Iglesia es el ejercicio del poder. Concretamente el ejercicio del poder por parte del papado. Se trata de “descentralizar” el modo de gobernar. Para que la Iglesia vuelva a ser gobernada como lo fue durante casi mil años, hasta el s. X. Durante aquellos siglos, el gobierno ordinario de las Iglesias locales, regionales y nacionales lo ejercían los Sínodos de cada región o de cada país. Sólo en circunstancias extraordinarias, y para asuntos que no se podían resolver en el ámbito local, intervenía el obispo de Roma, que, durante siglos, se resistió a ser llamado “papa”, tema en el que insiste con palabras fuertes el papa Gregorio I, San Gregorio Magno (s. VI).
    Sería atrevido y desacertado precisar ahora en qué va a quedar esto. Y cómo se van a organizar las cosas de la Iglesia en los próximos años. Sea como sea, una cosa es cierta: la Iglesia no puede seguir viviendo en la enorme contradicción, en que vive ahora, en este orden de cosas. ¿En qué cabeza cabe que la autoridad oficial, que hoy habla en el mundo, en nombre de Jesús y su Evangelio, sea el único monarca absoluto que queda en Europa? ¿Con qué autoridad puede este monarca ponerse a explicar el Evangelio, en el que “los primeros tienen que hacerse los últimos”? ¿Cómo puede decirle a la gente que los discípulos de Cristo no pueden ejercer el poder como lo ejercen los grandes y poderosos de este mundo? (Mc 10, 35-45; Mt 20, 20-28; Lc 22, 24-27). ¿Y va a seguir diciendo esto un jefe de Estado que acepta (según el Derecho Canónico) ser el único hombre en la tierra que posee una potestad “suprema, plena, inmediata y universal, que puede ejercer siempre libremente”? (can. 331, 2).
O sea, el papado se atribuye un poder que no es como el de los “jefes de los pueblos”, sino más fuerte que todos los demás poderes. ¿Qué sentido tiene entonces la prohibición tajante del Evangelio: “No ha de ser así entre vosotros” (Mc 10, 43; Mt 20, 26)?
    Impresiona la lucidez y la honradez de Francisco. Como impresiona (quizá más) la ceguera y la hipocresía de quienes se empeñan en que Francisco será la ruina de la Iglesia. Difícil va a ser la conversión del papado. Pero más lo va a ser la conversión de los fariseos. Porque ellos son los que se sienten más seguros en la posesión de la verdad.
Posted: 21 Oct 2015 01:10 PM PDT
Francisco anuncia la urgencia de “una sana descentralización” de la Iglesia y una “conversión del Papado”
“El camino sinodal empieza escuchando al Pueblo, que participa de la función profética de Cristo”
“La única autoridad, también la del Obispo de Roma, es la del servicio, el único poder es el poder de la cruz”
El Papa no está por sí mismo, por encima de la Iglesia, pero sí dentro de ella como bautizado entre bautizados; dentro del colegio episcopal como obispo de obispos, y llamado a la vez, como sucesor de Pedro, a guiar la Iglesia de Roma
Jesús Bastante
Y, de pronto, sopló el Espíritu en mitad del Aula Pablo VI. Con todos los padres sinodales, y durante la celebración del 50 aniversario del Sínodo de Obispos, el Papa Francisco anunció la urgencia de “una sana descentralización” de la Iglesia, que lleve a “una conversión del Papado” y de la autoridad en la Iglesia, donde se escuche, primero y ante todo, al pueblo de Dios, “que participa de la función profética de Cristo”.
Francisco entró al aula mientras el coro entonaba “Heal the World”, el himno que Michael Jackson compuso para luchar por un mundo más unido en contra de las injusticias. Se hacía raro escuchar al “rey del pop” en la Pablo VI, pero apenas resultó una anécdota cuando, tras una suerte de interminables intervenciones (desde Baldisseri a Schonborn, pasando por representantes de las iglesias de los cinco continentes), Bergoglio tomó la palabra para señalar que “la única autoridad, también la del Obispo de Roma, es la del servicio; el único poder es el poder de la cruz“.
“Desde el comienzo de mi ministerio como Obispo de Roma, he querido valorar el Sínodo, una de las herencias más bonitas del Concilio Vaticano II”, arrancó el Papa, destacando la belleza de la “colegial responsabilidad pastoral”
“El mundo en el que vivimos, y donde estamos llamados a servir, aun con sus contradicciones, exige de la Iglesia potenciar las sinergias, en todos los ámbitos de su misión“, subrayó, indicando que “el camino de la sinodalidad es el que Dios espera para la Iglesia en el tercer milenio“.
Un camino cuyo significado “está contenido en la palabra ‘Sínodo’. Caminar juntos: laicos, pastores, obispo de Roma. Es un concepto fácil de llevar a palabras, pero difícil de llevar a la práctica”, constató Bergoglio, quien dejó claro, frente a los profetas de desventuras y los expertos en descartes, que “el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados, llamados a un sacerdocio santo“. Se trata de la “infalibilidad de los creyentes”, del pueblo santo, al que ya se refirió Bergoglio en Evangelii Gaudium.
“El pueblo de Dios es santo en razón de esta unción, que lo hace infalible. Cualquier bautizado, sea cual sea su función en la Iglesia, o su grado de instrucción, es un sujeto activo de evangelización. Es inadecuado un esquema de evangelización con “actores cualificados”; en los que el resto del pueblo de Dios sea mero receptor de sus acciones“, criticó el Papa, que recordó que el “sensus fidei” impide “separar rígidamente los maestros y los discípulos”. Es por ello que “quise consultar al Pueblo de Dios” en sendas encuestas, antes del Sínodo de la Familia.
“Una consulta, en ningún modo, podría bastar para escuchar el sensus fidei. Pero no es posible hablar de familia sin interpelar a las familias, ver sus dolores, esperanzas y angustias”, justificó Francisco, quien añadió que a través de las respuestas a los dos cuestionarios, “hemos tenido la posibilidad de escuchar al menos algunas de esas cuestiones, que le tocan cerca y sobre la que tienen tanto que decir”.
Y es que “una Iglesia sinodal, es una Iglesia de la escucha. Escuchar y sentir. Es una escucha recíproca: pueblo fiel, colegio episcopal, obispo de Roma. Los unos escuchando a los otros, y todos a la escucha del Espíritu Santo, el espíritu de verdad, para saber qué dice Él a la Iglesia”.
En este punto, “el Sínodo de Obispos es el punto de convergencia de este dinamismo”. “El camino sinodal se inicia escuchando al pueblo, que puede participar en la función profética de Cristo, siguiendo el principio de la Iglesia del primer milenio. El camino continúa escuchando a los pastores, a través de los padres sinodales, auténticos custodios e intérpretes de la fe de toda la Iglesia, que debemos saber distinguir de lo espeso de la opinión pública”.
“En la vigilia del Sínodo del pasado año -recordó el Papa-, afirmaba que el Espíritu Santo, tengamos el don de la escucha. Escucha de Dios, para sentir el grito del pueblo. Escucha del pueblo, para respirar la voluntad a la que Dios nos llama”.
Finalmente, el camino sinodal “culmina en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como pastor y doctor de todos los cristianos, no a partir de su personal convicción, pero sí como supremo garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia”, explicó el Papa.
“El hecho de que el Sínodo actúe siempre cum Petro et sub Petro -no sólo cum Petro, también sub Petro- no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad”, observó Francisco, quien advirtió que la sinodalidad, “como dimensión constitutiva de la Iglesia” es necesaria para entender el ministerio jerárquico. “Si sostenemos que Iglesia y Sínodo son sinónimos, ninguno puede ser elevado por encima del otro. En la Iglesia es necesario que cualquiera se abaje para entrar al servicio de llos hermanos durante el camino”. Desde el Papa hasta los fieles.
“Jesús ha constituido a la Iglesia, poniendo en su vértice al colegio apostólico, en la que Pedro es la roca, que tiene que confirmar a sus hermanos en la fe. Pero en esta Iglesia, como en una pirámide dada la vuelta, el vértice se coloca en el lugar de la base, por eso los que ejercen la autoridad se llaman “ministros”, porque son los más pequeños de todos. Sirviendo al pueblo de Dios”, recordó el Papa a los obispos. Y se puso a sí mismo de ejemplo, como vicario de Cristo, “vicario del mismo Jesús que en la Última Cena se inclinó a lavar los pies de los apóstoles”.
Los sucesores de Pedro no son sino los siervos de los siervos de Dios“, recordó el Papa. Y fue más allá: “la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz”. Las palabras de Jesús, Quien quiera ser el primero, que sea el servidor, resultan fundamentales. “Aquí radica el ministerio de la Iglesia”, subrayó.
“En una Iglesia sinodal, el Sínodo de Obispos es solo la manifestación más evidente de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales (…). Así, el Sínodo, que representa al episcopado católico, se convierte en expresión de la colegialidad episcopal, dentro de una Iglesia toda sinodal”, reclamó Francisco, quien puso como ejemplo las iglesias particulares, las provincias y regiones episcopales, las conferencias episcopales… y el Papado.
“En una Iglesia sinodal no es oportuno que el Papa sustituya al episcopado local en el discernimiento de cada problemática. En este sentido, veo la necesidad de proceder a una saludable descentralización“, proclamó Francisco, arrancando la única ovación que interrumpió su discurso.
Por ello, el Papa mostró su empeñó en “edificar una Iglesia sinodal en misión, a la que todos seamos llamados, según el rol que el Señor nos diga”. Laicos, obispos, Papa de Roma. Con unas implicaciones ecuménicas, que implican el propio “ejercicio del primado petrino”.
“Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino recibirá una mayor luz. El Papa no está por sí mismo, por encima de la Iglesia, pero sí dentro de ella como bautizado entre bautizados; dentro del colegio episcopal como obispo de obispos, y llamado a la vez, como sucesor de Pedro, a guiar la Iglesia de Roma, que preside en el amor a toda la Iglesia”.
Por ello, reclamó “la necesidad, la urgencia, de pensar en una conversión del Papado”, para llegar a “una Iglesia sinodal en un mundo que invoca la participación, la solidaridad y la transparencia”. “Como Iglesia que camina junto a los hombres, partícipe de los trabajos de la Historia, custodiamos el sueño de la dignidad inviolable del pueblo y del servicio de la autoridad, podrán ayudarnos a que la sociedad civil se edifique en la justicia y la fraternidad, generando un mundo más bello para las generaciones posteriores”, concluyó, en un discurso histórico.
Posted: 21 Oct 2015 01:08 PM PDT
“Puede haber más amor cristiano en una unión irregular que en una pareja casada por la Iglesia”
*Adolfo Nicolás pide a los jesuitas creatividad para afrontar los nuevos retos
“La revolución de Francisco es la revolución de la normalidad”
La ley siempre busca un orden eclesial fundamental, pero el Evangelio va siempre más allá y siempre nos deja indefensos
“El Papa no quiere caminar sólo. De hecho, caminando sólo podría ir más rápido”
“También en la iglesia se necesita una ley que se actualice a la misericordia, al Evangelio”
El Papa no quiere caminar sólo. De hecho, caminando sólo podría ir más rápido. Podría ser un “star”, pero si caminas sólo después viene la resaca. Francisco quiere caminar con los obispos, saber qué piensan, convencerlos a través de esta experiencia sinodal. Quiere el bien de la Iglesia, y la Iglesia necesita tiempo para cambiar“. Quien así habla es el padre Adolfo Nicolás, prepósito general de los jesuitas, entrevistado por Il Corriere della Sera.
El Padre Adolfo Nicolás, 79 años, sale del Aula del Sínodo caminando hacia Borgo Santo Spirito (donde se encuentra la Curia jesuita). Ventinovesimo sucesor de San Ignacio de Loyola, es el Padre General de la Compañía de Jesús. Una vez se le definía como el “Papa Negro”. Forma parte de la comisión nombrada por Francisco para escribir la “relazione” final del Sínodo. “El fruto de nuestro trabajo se entregará al Papa que luego de escuchar a todos, hará su discernimiento y decidirá”.
Padre, abriendo el Sínodo el Papa ha dicho: “No es un parlamento”. ¿Qué se entiende con esto?
“Una Asamblea que tiene como principio el Evangelio no funciona según la lógica de los votos, sino que es un grupo que discierne”.
También Francisco habla de “discernimiento”. ¿Qué cosa significa para un jesuita?
“Según San Ignacio, el discernimiento no puede ser nunca en general, debe ocurrir siempre entre dos opciones: Si entre a y b, escogemos b es porque está más cerca al Evangelio”.
¿Por eso decía “ningún compromiso”? No se trata de encontrar una vía media…
“No. Es un proceso en el cual uno busca entrar en contacto con el Espíritu Santo y encontrar aquello que es más justo entre diversas alternativas, cuál de éstas es más fiel a la voluntad de Dios. No es una operación diplomática, sino un preguntarse seriamente y en profundidad para saber qué es lo mejor hoy para la familia, en particular para la familia cristiana”.
Se tiende a oponer doctrina y misericordia ¿También esta es una alternativa?
“No. A veces se presenta así porque la doctrina no ha incorporado la misericordia. También en la iglesia se necesita una ley que se actualice a la misericordia, al Evangelio”.
¿En qué sentido actualizar?
“La ley siempre busca un orden eclesial fundamental, pero el Evangelio va siempre más allá y siempre nos deja indefensos”.
El Cardenal Menichelli decía al “Corriere de la Sera”: “No encadenemos la Palaba de Dios”.
“Es así. Se trata de encontrar en el derecho un espacio de misericordia. Porque el derecho como lo tenemos hoy en la Iglesia, no siempre es también misericordia. Tiene principios y es porque el derecho debe ser claro. Sin embargo, la misericordia no es clara, siempre tiene una ambigüedad porque no es posible conocer a fondo el corazón humano, sus debilidades. La caridad no se puede normar”.
Entonces, ¿Cómo hacer frente a las situaciones “difíciles”?
“Los sacerdotes son aquellos que aplican la ley, por eso estudiamos el derecho canónico. Pero los sacerdotes deben saber, como ha dicho también Juan Pablo II, que el último número del derecho canónico, la ley suprema, es la salvación de las almas. Y porque el Evangelio es la última norma, los sacerdotes deben aplicar las normas según el Evangelio y no lo contrario”.
Y lo contrario, ¿Ha ocurrido en la Iglesia?
“Sí. Pienso en Pablo VI que decía a los sacerdotes: Estos son los principios, pero por favor, sean pastores, acompañen a la gente en su realidad. Sin embargo, otros decían y dicen aún: Se necesita ser pastor, pero estos son los principios. En apariencia es lo mismo, pero el orden se ha cambiado”.
Francisco evoca al Buen Samaritano, como Pablo VI al Concilio. ¿Existe afinidad entre los dos?
“Por supuesto. Con frecuencia a Francisco no se le entiende bien. Él es muy teológico y sabe lo que dice la doctrina, lo sabe muy bien y no la quiere cambiar. Pero quiere encontrar las puertas abiertas para la pastoral. Como ha dicho también en la Misa de Apertura, una Iglesia que se cierra no es la Iglesia de Cristo. Propone en primer lugar la apertura a la persona: no los principios, sino las personas. Espero que ésta sea la fuerza que dirija el Sínodo”.
¿El camino sinodal en dos etapas es casi un Concilio?
“Es una propuesta del Concilio Vaticano II para temas concretos”
Al abordar las situaciones “difíciles”, ¿están en juego ideas diversas de Iglesia?
“Mi impresión es que las expectativas que se están proyectando sobre el Sínodo le son extrañas. El Sínodo no es sobre los divorciados, no es sobre las parejas homosexuales, sino esencialmente sobre la familia: ¿Cómo ayudar a las familias? Algunas tienen heridas muy profundas”.
¿No son consideradas?
“La familia está amenazada por el egoísmo, el relativismo, el subjetivismo, de todo aquello que amenaza la sociedad. Pensemos en los políticos: es difícil encontrar uno que piense en el bien común, incluso en los pobres, migrantes, los últimos. Tienden a pensar en su propio interés, en el interés del partido”.
¿Por eso el Papa nos invita a “meterse a la escuela” de la familia?
“Sí. La familia supone un sacrificio muy grande de los padres que deben organizarse según el interés de los hijos. Su primera preocupación es: ¿Cómo pueden vivir, comer, educarse? Esto debemos aprender”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Multimedia


PARTE 1

PARTE 2

Bielli - Bernada