viernes, 16 de septiembre de 2016

MUJER, CRISTIANA, ADMIRABLE. TERESA de CALCUTA. Reflexiona AliciaDeSaTorres, Ceb.JeanDumontdBuenos Aires



Me parece muy atinado el comentario sobre el reconocimiento elogioso que la Madre Teresa de Calcuta recibió y recibe de los poderosos, en detrimento de otros benefactores sociales que lucharon y siguen luchando por un mundo mejor.  A mi criterio, responde al hecho de que existen dos miradas diferentes sobre la caridad.
Para algunos, una actitud caritativa es la que, inspirada por el amor al prójimo, consiste en aliviar el sufrimiento de quienes se encuentran en situación vulnerable.
Esta intervención, tradicional en el ámbito eclesial, si bien es loable, se limita a ayudar mediante limosnas, donaciones, contribuciones diversas o mediante el servicio personal, a los necesitados. Obviamente, esta acción es bienvenida por quienes padecen una situación dolorosa, pero no cambia la situación del beneficiario porque, una vez agotado el recurso provisto o finalizada la labor de quien brindó el apoyo, aquel se encuentra nuevamente en la situación inicial y vuelve a requerir la intervención ajena.
Demás está decir que cuando la ayuda es ofrecida por el Estado, si no es acompañada por acciones complementarias, se transforma en mero asistencialismo.
Por lo tanto, este paternalismo desempeñado desde el Estado, desde la Iglesia o desde organizaciones privadas, no resuelve los problemas de fondo de las personas asistidas, porque no apunta a modificar las causas que originaron tal nivel de vulnerabilidad.
Esa es la razón por la cual.benefactores de la humanidad como la Madre Teresa de Calcuta reciben el aplauso de la sociedad en general; inclusive de aquellos sectores de poder que son, con toda certeza, responsables de la inequidad, al llevar a vastos sectores de la población a situaciones extremas de necesidad.
Esos sectores de poder, por el contrario, persiguen y revisten de peligrosidad a otros servidores públicos que no se limitan a asistir con ayuda económica, material o de servicio personal; sino que proveen a los grupos poblacionales oprimidos de otro tipo de herramientas. Me refiero a lo que actualmente se engloba bajo la denominación de "empoderamiento". Esto es: devolverles el poder del que carecen como consecuencia de las desigualdades sociales. Se trata del poder que confiere la conciencia de la propia dignidad, del conocimiento de los derechos que le asisten y de los recursos que emanan de la organización colectiva. Se trata de movilizar voluntades en pos del bien común, de despertar conciencia sobre las potencialidades humanas y, para nosotros, cristianos, se trata simplemente de poner en obra la Palabra. De salir al encuentro de los pequeños, los empobrecidos, las periferias -convencidos nosotros, en primer lugar- de la voluntad de Dios, que es la de un mundo donde no haya oprimidos ni opresores, donde todos y cada uno estén investidos de igual dignidad. Ni más ni menos que el Reino del que nos hablaba (y nos sigue hablando) Jesús.
Es evidente que está situación sólo se da en una sociedad sin exclusiones ni privilegios; algo que los poderosos del mundo prefieren ignorar, mientras tranquilizan sus conciencias con paliativos e intervenciones puntuales que sólo contribuyen a mantener un orden social por demás injusto, en el que benefactores como la Madre Teresa son ampliamente reconocidos, pero en última instancia insuficientes para terminar con el dolor humano.  AliciaDeSaTorres
Integrante de Ceb.JeanDumont. BuenosAires


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