TRES LLAMADAS DE
JESÚS
El evangelio de Mateo ha recogido tres llamadas de Jesús que hemos de
escuchar con atención sus seguidores, pues pueden transformar el clima de
desaliento, cansancio y aburrimiento que a veces se respira en algunos sectores
de nuestras comunidades cristianas.
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y
agobiados, y yo os aliviaré».
Es la primera llamada. Está dirigida a todos los que viven su religión
como una carga pesada. No son pocos los cristianos que viven agobiados por su
conciencia. No son grandes pecadores. Sencillamente han sido educados para
tener siempre presente su
pecado y no conocen la alegría del perdón continuo de
Dios. Si se encuentran con Jesús se sentirán aliviados.
Hay también cristianos cansados de vivir su religión como una tradición
gastada. Si se encuentran con Jesús aprenderán a vivir confiando en un Dios
Padre. Descubrirán una alegría interior que hoy no conocen. Seguirán a Jesús no
por obligación, sino por atracción.
«Cargad con mi yugo, porque es llevadero, y mi
carga, ligera».
Es la segunda llamada. Jesús no agobia a nadie. Al contrario, libera lo
mejor que hay en nosotros, pues nos propone vivir haciendo la vida más humana,
digna y sana. No es fácil encontrar un modo más apasionante de vivir.
Jesús libera de miedos y presiones, no los introduce; hace crecer
nuestra libertad, no nuestras servidumbres; despierta en nosotros la confianza,
nunca la tristeza; nos atrae hacia el amor, no hacia leyes y preceptos. Nos
invita a vivir haciendo el bien.
«Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de
corazón, y encontraréis descanso para vuestras vidas».
Es la tercera llamada. Hemos de aprender de Jesús a vivir como él. Jesús
no complica la vida. La hace más clara y sencilla, más humilde y más sana.
Ofrece descanso. No propone nunca a sus seguidores algo que él no ha vivido.
Por eso puede entender nuestras dificultades y nuestros esfuerzos, puede
perdonar nuestras torpezas y errores, animándonos siempre a levantarnos.
Hemos de centrar nuestros esfuerzos en promover un contacto más vital
con Jesús en nuestras comunidades, tan necesitadas de aliento, descanso y paz.
Me entristece ver que es precisamente su modo de entender y de vivir la
religión lo que conduce a no pocos, casi inevitablemente, a no conocer la
experiencia de confiar en Jesús. Pienso en tantas personas que, dentro y fuera
de la Iglesia, viven «perdidas», sin saber a qué puerta llamar. Sé que Jesús
podría ser para ellas la gran noticia.
José Antonio Pagola
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