Las paredes del templo dejaron ser el lugar privilegiado de
encuentro con Jesús.
Lo encontramos con más certeza "en las
periferias", como suele decir Francisco.
Porque allí habita el fuego del Espíritu. El que ilumina la
realidad que él vino a develar.
Esa realidad que todavía nos llama a convertirnos, como lo
hacía el Bautista. Alicia
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