Pero cuando se abren los evangelios y se leen sin delirios místicos, se encuentra con que las razones que las autoridades dieron para asesinar a Jesús fueron de otra índole: “Conviene que muera por el bien del pueblo, porque no es amigo del César”; “este hombre solivianta a las masas”.
Jesús era un peligro para el poder político y religioso.
Hoy día ¿es Cristo y su mensaje un peligro para esos poderes que continúan enseñoreados sobre el pueblo?
Parece que no. Un cristianismo light ha venido a suplantar ese grito formidable del Nazareno: ¡He venido a traer fuego a este mundo y lo que quiero es que no pierda su ardor!
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