Hans Küng ha sido posiblemente el teólogo católico con mayor proyección mundial. Lo he venido siguiendo desde hace muchos años, desde el Vaticano II, donde actuó como perito de los obispos nombrado por Juan XXIII.
He seguido con interés sus libros, como "Ser cristiano" y sus numerosos artículos y entrevistas de prensa. Siempre en una línea crítica con la Iglesia. Siempre empujando hacia una profunda transformación de una Iglesia anquilosada en muchas cosas, alejada del evangelio, para acercarla al hombre de hoy. De él y de muchos otros teólogos muchos de nosotros hemos aprendido mucho.
Fue especialmente crítico con la infabilidad pontificia. Por eso Juan Pablo II en 1979 le retiró el título de "teólogo católico" y la licencia eclesiástica para enseñar, aunque siguió con su cátedra y con una creciente influencia a nivel mundial.
El Papa Francisco no le rehabilitó ese título, posiblemente para no ir en contra de papas anteriores, pero sí es cierto que mantuvo una relación bastante fluida con él, al que llamó "Querido hermano". Había pasado la época de los anatemas.
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