LA PERSPECTIVA SOBRE LOS OTROS
El mes de marzo está por finalizar y nos está dejando un chocante horizonte de violencia y muerte. A las apocalípticas imágenes que a todas horas nos llegan de la guerra en Ucrania y de la violencia delictiva, se ha agregado la novedad de la violencia entre estudiantes adolescentes, la que se ha extendido como una peste, involucrando, tanto a mujeres como a varones, en brutales peleas a golpes, a cuchillo, y, excepcionalmente, involucrando incluso armas de fuego. En la violencia a distintas escalas, y con muy diferentes orígenes, se puede pesquisar, muy al fondo, una misma raíz. Se trata de la perspectiva con que comprendemos a los otros. Nuestras relaciones interpersonales, institucionales, sociales e internacionales, se pueden entender como el intercambio, satisfactorio o frustrado, de las expectativas que tenemos sobre los otros. Según sea el caso, los otros afloran en nuestro horizonte como figuras amistosas, benevolentes, indiferentes, amenazantes o enemigas. De esta perspectiva sobre los otros, nacen mociones de amorosidad, alianza y gratitud o tendencias al resentimiento, las represalias y venganzas. Para los adolescentes, sus pares son el aire que les permite existir psicosocialmente; son la fuente de su autoestima, identidad, compañía, referencia valórica, visión de mundo; la posibilidad de reconocerse de la piel hacia fuera y de la piel hacia dentro.
Estos largos dos años de escasa presencialidad escolar, se han traducido en una muy frustrada presencialidad psicosocial en quienes necesitan la contención de sus iguales para descubrirse siendo. Esta ausencia, desnudez, orfandad y privación de vínculos de soporte, no es raro que se haya traducido en una violenta reacción de rechazo a lo que más necesito y se me ha negado. Si no los puedo reconocer como mis amigos, entonces son mis enemigos. La guerra de Ucrania, como toda guerra, es la expresión más colectiva de un choque de expectativas frustradas y de una sanguinaria reacción ante la misma. Me han sorprendido hasta el espanto, los intentos que he leído esta semana de justificar la invasión rusa, como si alguna guerra pudiera ser legítima, y no representar hoy una amenaza de aniquilación definitiva. En medio de todo esto, nos preguntamos, entonces, ¿Será que los seres humanos estamos condenados al desencuentro y a que los desbordes violentos solo se puedan contener con disuasiones represivas? En el evangelio de hoy encontramos la respuesta de Jesús al respecto. El texto nos recuerda una historia que contó Jesús, que conocemos como la Parábola de los dos hermanos. No se dice explícitamente, pero el hijo menor, seguramente cansado de no entenderse con su padre - probablemente - y sin duda con su hermano mayor, pide la parte de su herencia y se va lejos. El hijo mayor se queda, pero a juzgar por el desenlace, no estaba a gusto: Se sentía sometido y tratado con injusticia. Podemos entender esto como la típica historia “sin salida”, de imposibilidad de comunicación verdadera en la relación intersubjetiva, que llevó a Sartre a enunciar su famosa frase: “El infierno son los otros”, para expresar que la mirada del otro sobre mí, y sus expectativas, me encarcela. Conocemos bien la historia y sabemos cuál es el proceso que hizo el hermano menor: vivió un tiempo de excesos, conoció la necesidad extrema, la indigencia, el dolor y una intensa autoconciencia, que le hizo posible hacerse responsable por la relación con su padre. La relación con los otros puede dejar de ser una carga, una limitación y una frustración, cuando abandonamos las expectativas sobre los demás y estamos dispuestos a liberar a los otros de responder a nuestras necesidades. Solo así nos hacemos capaces de amar y dejarnos amar. Hasta el final de la historia, el hermanos mayor no había madurado suficientemente en su proceso como para abrirse al amor que se le ofrecía, pero a todos nos llega nuestro tiempo. La perspectiva es la posición que ocupan las cosas en el espacio, según el punto de vista del ojo del espectador. Jesús reiteró muchas veces la misma propuesta: ante los fariseos, ante la muchedumbre, ante hombres ricos, ante pobres y pecadores. Entonces y ahora nos invita a liberar a los otros de la perspectiva limitada de nuestra mirada para ser capaces de amar y ser amados como Dios quiere que conozcamos el amor. ¡Amén! Ana María Díaz, Ñuñoa, 27 de marzo 2022
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