miércoles, 5 de abril de 2023

Aporte de Gloria.“Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán” Autor, Bernardino Zanella r

 FELIZ   PASCUA – LA VIDA VENCE

VIGILIA PASCUAL                                         Al amanecer

(Mateo 28, 1-10)

Podríamos mirar los acontecimientos de la historia con los ojos de
quien dice que al final los más poderosos siempre ganan, los pobres siempre son vencidos, y las revoluciones, vaciadas de su inspiración liberadora, reproducen siempre los sistemas de dominación y dependencia. La fe en la resurrección, en cambio, nos asegura que en la humanidad hay una irresistible energía que hace nacer de nuevo, a pesar de las derrotas, y apostar siempre por la vida.

Leemos en el evangelio de san Mateo 28, 1-10:

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.

El Ángel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan aver el lugar donde estaba y vayan en seguida a decir a sus discípulos: Ha
resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo
verán. Esto es lo que tenía que decirles”.

Las
mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del
sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió
a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y,
abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: “No teman;
avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.

Si la parte
central de todo el evangelio es la memoria de la pasión, muerte y resurrección
de Jesús, la página central de esta memoria es el anuncio del sepulcro vacío y
de la victoria de Jesús sobre la muerte: “No está aquí, porque ha resucitado”.

Fue necesario que terminara
el día del descanso, “pasado el sábado”, para que “María Magdalena y la otra
María” se pusiesen en camino hacia el sepulcro de Jesús. En su preocupación ha
estado el cumplimiento de la ley del sábado y el recuerdo de la cruz y de la
sepultura de Jesús: domina la muerte en sus pensamientos, quieren sólo “visitar
el sepulcro”. Todavía no se dan cuenta de la luz que está naciendo y que
iluminará el nuevo día, “al amanecer del primer día de la semana”: es el inicio
de una nueva creación.

No acompaña a las dos
mujeres la madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que había estado con
ellas en la crucifixión de Jesús. Anteriormente ella había pedido para sus
hijos los primeros puestos a lado de Jesús cuando él asumiera el reino, pero ha
visto que el trono de Jesús había sido la cruz y a su lado dos bandidos
crucificados con él, “uno a su derecha y el otro a su izquierda”. Sus sueños de
poder se habían venido abajo, y ella ya no tenía motivo para seguir pensando en
Jesús. Se queda con la muerte. No podrá ser testigo de su resurrección.

Cuando las mujeres llegaron
al sepulcro, “se produjo un gran temblor de tierra”. Es la dramatización, según
la simbología del Antiguo Testamento, de la intensa experiencia que han vivido
las mujeres. En su corazón se fue abriendo camino la certeza de que Jesús está
vivo, que la muerte no tiene poder sobre él: “El Ángel del Señor bajó del
cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella”. El sepulcro no
tiene prisionera la vida: “Vengan a ver el lugar donde estaba”.
Son las mujeres las que tienen la primera
experiencia de la resurrección de Jesús, y la comunicarán a los discípulos. Las
mujeres, que tienen una alianza instintiva y profunda con la vida, son las que
perciben que la vida, la Vida
verdadera, no ha muerto. Guardan en su corazón las palabras de Cristo: “El que
cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive y cree en mí no morirá jamás”.
Perciben que la muerte no es la última palabra, a pesar de la dureza de su
presencia concreta. Ellas ayudarán progresivamente a la comunidad a tomar
conciencia y a proclamar con firmeza que Jesús vive, que su mensaje de amor no
ha sido borrado por la muerte, y que su cruz ha sido la máxima manifestación de
la vida y del amor.

La vida no ha sido vencida,
sino que se ha manifestado plenamente en la fidelidad de Jesús hasta su entrega
suprema. La muerte en la cruz abre para Jesús la plenitud de la vida y la total
y definitiva comunión con el Padre. Ha sido derrotada la muerte, no por la
reanimación de un cadáver, sino por la fuerza de una vida que va más allá de la
muerte, la vida transfigurada, de que ya se había visto un anuncio en la
transfiguración de Jesús. El Ángel del Señor que “bajó del cielo” tiene las
mismas características del Jesús transfigurado en la montaña: “Su aspecto era
como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve”. La vida
vence, y la verdadera muerte es dueña sólo de sus guardianes: “Los guardias
temblaron de espanto y quedaron como muertos”. Las autoridades, que habían
puesto a los guardias para cuidar el sepulcro de Jesús, son ellas las que están
en el sepulcro, el lugar de la muerte.

A las mujeres se les confía
una misión: “Vayan en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre
los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. Los varones
todavía no están, como no han estado al pie de la cruz en el momento de la
muerte de Jesús. Son las mujeres las portadoras del mensaje de la vida y de la
resurrección.

Mientras las mujeres corren a llevar la noticia a
los discípulos, Jesús mismo sale a su encuentro y les renueva la misión: “
Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí
me verán”. Para encontrarse con Jesús los discípulos deberán seguir las
indicaciones que les transmiten las mujeres. Tendrán que abandonar la capital,
el lugar del poder homicida, y volver a Galilea, el lugar de la primera
vocación y del primer anuncio. Desde Galilea comenzarán un nuevo viaje, no
hacia Jerusalén, sino hacia todos los pueblos, mensajeros del Reino de Dios y
animados por el espíritu del Resucitado.


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