jueves, 4 de mayo de 2023

COMENTABERNARDINOZANELLA.-Evangelio comunidad de Juan . Aporte Gloria Bastos.

 El evangelio de san Juan nos habla de las últimas horas de Jesús. En la intimidad de la última cena de su vida, como gesto de despedida Jesús había lavado los pies de los discípulos, diciéndoles: “También ustedes deben lavarse los pies recíprocamente”. Luego, el anuncio más doloroso:  “Ya no estaré mucho tiempo con ustedes”. Y junto con ese anuncio, el  mandamiento que identificará para siempre a los discípulos y discípulas: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”. El recuerdo del amor de Jesús tiene que orientar a los discípulos a tener los ojos fijos no tanto en él, sino en los hermanos, reproduciendo en las relaciones fraternas el mismo amor de Jesús.    La reacción de los discípulos tiene que haber sido de profunda angustia  y preocupación. Jesús los tranquiliza: “No se inquieten”. La adhesión firme a Dios, que es adhesión a Jesús, es la condición necesaria para vencer la desesperanza: “Crean en Dios y crean también en mí”.

La partida de Jesús, su regreso al Padre, abre para el discípulo una
relación familiar con Dios: “
En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”. La “casa” del Padre no es un lugar físico, un
templo, un espacio, sino una manera de ser, una comunión de vida, una
intimidad. A los discípulos se les ofrece ser miembros de la familia de Dios,
sus hijos, hermanos de Jesús, todos acogidos, en la diversidad de su identidad
personal, compartiendo la misma vida de Jesús: “
Donde yo esté, estén también
ustedes”
.

Al apóstol Tomás, que lo interroga, Jesús declara: “Yo soy el
camino, la verdad y la vida”.
No
dice: yo les enseño el camino, sino “yo soy el camino”. A través de Jesús se
llega al Padre, él es el camino de acceso. El verdadero éxito humano no es
conseguir más prestigio, más dinero o más poder, sino recorrer ese camino de
transfiguración que ofrece Jesús para llegar al Padre. El Padre no es un Dios
lejano y misterioso. Se hace presente en Jesús. Jesús es la manifestación de
Dios. Nos revela la verdad sobre Dios, y la verdad sobre el hombre mismo. Es la
plenitud de la vida, y la comunica a los discípulos para que realicen un
proceso de humanización, en el progresivo don de sí mismos. La identificación
con Jesús, desde la pluralidad de culturas y creencias, hace posible la
verdadera realización humana, ser seres humanos plenos.

Los hombres han recorrido tantos caminos para encontrar a Dios. La
historia de la búsqueda de Dios de parte de los hombres es una historia de
inquietudes, iluminaciones, dudas, preguntas sin respuestas, rechazo. A veces
los hombres han visto a Dios como un ser poderoso y terrible, que se
manifestaba a través de los fenómenos más espantosos de la naturaleza. Muchas
veces se han construido a un Dios a su propia medida, para vencer sus miedos y
su propia impotencia. Jesús dice simplemente: “El que me ha visto a mí ha visto
al Padre”. El conocimiento y el encuentro con Dios pasan a través de Jesús.

El Padre realiza su obra por medio de Jesús. En lo que Jesús dice y
hace vamos reconociendo y acogiendo el proyecto de salvación del Padre: “
Las palabras
que digo no son mías: el Padre que habita en mí, es el que hace las obras”.
El criterio para reconocer a Jesús como
revelación del Padre, es fijarse en sus obras. Todo lo que Jesús hace en favor
del hombre, su misericordia, su acción liberadora, su perdón, la entrega de su
vida, revela justamente lo que el Padre es y lo que quiere en favor de la
humanidad.

Pero es sólo el inicio. Jesús no sanó a todos los enfermos, no perdonó
a todos los pecadores, no resucitó a todos los muertos. Será la humanidad
nueva, nacida de la resurrección, que continuará su obra, haciendo cosas más
grandes todavía. Las obras de Jesús son sólo signos que indican una dirección
por la cual avanzar: “
Les aseguro que el que cree en mí hará también las
obra que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre".

Jesús se va, pero deja a los discípulos una gran tarea. Desde su nueva
condición él los seguirá acompañando. Los discípulos no están solos. Para
realizar la misión encomendada, los discípulos pueden contar con la ayuda de
Jesús: “Cualquier cosa que pidan en comunión conmigo, la haré”.

Y el criterio para reconocer a los discípulos de
Jesús será igualmente fijarse en sus obras, que deberán ser la continuación de
las de Jesús.

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