Jesús es el regalo de Dios a nosotros, es Él mismo que se abajó, como un pastor que con su bondad y amor cuidar y guiar a su pueblo. Es igual a una madre.
Llama a los discípulos y
los envía a curar sus heridas, sus miserias y atender sus necesidades. Y ese
llamado es a nosotros también, cada día se nos presenta Jesús en el otro,
necesitado, con hambre, con frío, sin techo que duerme, vive y muere en las
calles de nuestro barrio, a nuestro lado. Ellos son los leprosos, los muertos
crucificados de nuestra sociedad capitalista, encerrada en el consumismo y el
individualismo total.
Hay muchos hermanos en
esta situación que necesitan una madre que los cure, los acaricie, que ponga su
seno materno donde crece la gratuidad y la cercanía de un Dios salvador.
Recuerdo cuando estuve
en ese lugar, en las calles, sin la protección de nadie, sin alimento ni techo,
ni un lugar amigable a dónde ir, y era invisible para los que pasaban a mi
lado. Qué lejos había quedado aquella catequesis a la que asistí cuando mi
padre aún vivía y nos mandaba al catecismo con mis dos hermanas mayores. Aquel
mensaje de amor y aquél Jesús habían quedados encerrados en aquél templo. Me
sentía completamente sola y desamparada.Pero el Pastor con entrañas de madre
estaba conmigo, aunque lo supe muchos años después cuando se dio a conocer para
mí.
Y es por eso que
escribo, hablo, provoco, porque sé lo que sienten mis hermanos que están en esa
situación y yo tuve la gracia de conocer al amor misericordioso de Jesús que me
rescató de la oscuridad, y es por eso que tenemos que ser muchos los que demos
gratis lo que gratis hemos recibido. No nos engañemos, solo detrás de palabras
lindas y llenas de esperanza, sino que dice Jesús, aquello que hiciste por los más pequeños a mí
me hiciste.
Ahí está Jesús, no encerrado
en los templos, en la catequesis de la vida misma. Está en las calles esperando
por nosotros.
Madilene
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