Les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna.
En consonancia con este evangelio, que habla de
morir a uno mismo para vivir y dar fruto, es que quiero contarles algo.
Ayer en la mañana, en el hospital de Brasil, en
dónde aún está internado mi cuñado (por negligencia médica, que fue denunciada)
apareció el cirujano que lo operó y quién le diera el alta sin drenaje 3 días
antes de lo previsto y que casi le costó la vida, por la brutal infección que
se generó en su intestino.
Pero lo que quiero rescatar aquí como lo valioso
de toda esta historia es que ese médico, cirujano de la santa casa de
misericordia de la ciudad de Rio Grande, sur de Brasil, ayer se presentó en la
habitación (7 días después) para pedir perdón.
Sí, pedir perdón, públicamente, ya que hay 3
pacientes en esa sala y sus acompañantes.
Tuvo el tiempo para reflexionar, y el coraje y
la humildad de presentarse, reconocer su error y llorando con las manos
temblorosas pidió perdón.
Ese hecho me devolvió la esperanza y me contestó
la pregunta sobre el desquicio de la humanidad. No todo está perdido. Dios obra
en el silencio y en lo profundo del corazón de sus amados hijos.
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