El Evangelio de las
bienaventuranzas
Al leer este evangelio
de inmediato lo asocié a esta realidad de Uruguay, y las inversiones
oportunistas que tuvieron algunos miembros de la iglesia católica (que salieron a luz), es imposible no pensar
en ello, porque es una realidad hoy y Jesús no es ajeno a la realidad.
Pero este evangelio me iluminó y me trajo paz interior,
porque las respuestas que buscaba con mis críticas están allí.
El Jesús al que sigo, nació pobre, vivió pobre y murió
pobre. Esa es nuestra ética. Jesús vivió pobre entre los pobres para
liberarlos, y sin romanticismos, pobre es aquél que carece de alimento, techo,
vestimenta, salud, etc y ese pobre es el que apela a Dios /Jesús como su única
esperanza, porque este mundo capitalista no le ofrece nada, lo excluye, lo
ignora, lo descarta, no lo ve.
Recordando un triste pasaje de mi vida en que estaba en
situación de calle y varios días sin comer, bebía agua en una canilla de un
shopping para despegar el estómago, y para eso cruzaba por dónde las personas
comían, pero era invisible, y el Dios de los pobres me sostuvo y me guio y acá
estoy, con mis luces y oscuridades, pero tengo una certeza, que en ese mundo de
llanto, sufrimiento y persecución es dónde Él se revela.
No hay lugar para Él en el mundo de los ricos, sin
escrúpulos con tal de ganar más y más a costilla de los demás.
Por lo de los pobres es que el Reino que Jesús anuncia
sigue siendo un escándalo.
La pobreza de espíritu entiendo que dependen totalmente de
Dios, independiente de su situación, confían, creen, todos aquellos que con
humildad reconocen la necesidad de Jesús en sus vidas, y no de lo que el mundo
les ofrece como la felicidad.
“No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
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