domingo, 16 de febrero de 2025

COMENTABERNARDINOZANELLA.- aporte de Gloria Bastos Zanotta.- "“Los hombres” cuidan sus bienes y su poder, sus privilegios y sus propios intereses que consideran amenazados"

 Una larga oración de Jesús, “pasó la noche en oración con Dios”, precede la elección de los doce apóstoles. Siempre, en el evangelio de Lucas encontramos a Jesús orando, antes de una enseñanza o un gesto importantes. Va “a la montaña”, a un lugar elevado, en la soledad, para el encuentro y el diálogo con el Padre. Luego nombra “apóstoles”, “les dio el nombre de apóstoles”, a doce de sus discípulos. Constituye así el nuevo Israel, como el antiguo que era formado por las doce tribus, para enviarlo a llevar la buena noticia del reino de Dios.

Cuando baja de la montaña, se encuentra con “muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre”. A los discípulos, “fijando la mirada” en ellos, ofrece un nuevo proyecto de vida. Diversamente del evangelio de Mateo, en que Jesús anuncia las Bienaventuranzas desde la montaña, en Lucas las proclama “en una llanura”, lugar simbólicamente abierto a todo el mundo. Presenta a sus discípulos un camino de felicidad, y uno opuesto, de desdicha. Felicidad y desdicha no se refieren a la realidad actual, sino al cambio que Dios quiere realizar.

“Felices ustedes, los pobres”: Dios no quiere que siga la condición de injusticia; quiere una humanidad justa, cuyo rey no sea el dinero, sino Dios mismo, “el reino de Dios les pertenece”. Los discípulos que lo habían abandonado todo para seguir a Jesús, ya son felices. Habían hecho una opción de liberación, de pobreza, de compromiso para trabajar por el bien y la felicidad de los demás. Por eso Dios es su rey y los cuida, y ellos le sirven sólo a él. A los ricos no les interesa este mundo nuevo, “porque ya tienen su consuelo”. Les espera su destino: “Despide a los ricos con las manos vacías”.

Dios quiere que cambie la condición de “los que ahora tienen hambre”, y de “los que ahora lloran”, como consecuencia de la pobreza. “Serán saciados” y “reirán”: no por una intervención mágica de Dios, sino por el compromiso de todos los constructores del Reino. Es la responsabilidad histórica de los seguidores de Jesús, y de los que tal vez no lo conocen, pero realizan su proyecto movidos por la fuerza del Espíritu.

Al contrario, para los ricos, “que ahora están satisfechos”, y “ahora ríen”, está destinada la inversión de su condición: “tendrán hambre”, “conocerán la aflicción y las lágrimas”.

Los discípulos serán felices también “cuando los hombres los odien”. “Los hombres” son los que se oponen al “Hijo del hombre”, porque no son animados por el mismo espíritu. Se opondrán también a sus discípulos. A causa de él, por compartir su camino, serán excluidos, insultados, y su nombre será considerado infame y proscrito. “Los hombres” cuidan sus bienes y su poder, sus privilegios y sus propios intereses que consideran amenazados. Son ellos la causa del hambre y del llanto, porque no pueden aceptar a los seguidores del que vino no para ser servido sino para servir hasta dar la vida. Esa persecución les tocará a los discípulos, como les había tocado también a los profetas anteriores, mensajeros de una palabra de Dios que exigía un cambio de vida. Pero, aunque en medio de la persecución serán felices, “alégrense y llénense de gozo”, “porque su recompensa será grande en el cielo”, Dios está de su parte.

En cambio, “los falsos profetas”, y pueden ser también los discípulos, tienen sólo palabras de adulación y de exaltación de los poderosos, y encuentran el elogio de todos. No tienen una palabra de denuncia de las injusticias. Jesús los llora como se llora a un muerto: “Ay de ustedes”.

Es una palabra reveladora, que descubre la desdicha donde muchos creen encontrar la felicidad, y la bienaventuranza, la felicidad verdadera para los que realizan el proyecto de una nueva humanidad manifestada en Jesús mismo, el Hijo del hombre. 

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