Como obrero de la utopía, soñó con sueños despiertos. Uno de ellos lo tuvo al llegar a Roma en la visita al Papa.
Fue el sueño de una “Iglesia vestida solamente de Evangelio y sandalias”, confesándose antes “pecador”:
“Yo pecador y obispo, me confieso de haber llegado a Roma con un bordón agreste, de sorprender el Viento entre las columnas, de haber llegado a Asís, cercado de amapolas.
Yo, pecador y obispo, me confieso de soñar con la Iglesia vestida solamente de Evangelio y sandalias, de creer en la Iglesia, a pesar de la Iglesia, algunas veces; de creer en el Reino, en todo caso, caminando en la Iglesia. Y como meta el Evangelio, que es “una utopía mayor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario