Vivimos ahogados por las malas noticias.
Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre
nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias,
escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen
encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.
La increíble velocidad con que se difunden las
noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto
sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad
entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.
La ciencia nos ha querido convencer de que los
problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a
todos a una gigantesca organización y racionalización de la vida. Pero este
poder organizado no está ya en manos de las personas sino en las estructuras. Se
ha convertido en «un poder invisible» que se sitúa más allá del alcance de cada
individuo.
Entonces, la tentación de inhibirnos es grande.
¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? ¿No son los dirigentes
políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan
para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa?
No es así. Hay en el evangelio una llamada
dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una
nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy
humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan desapercibido como
la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera
insospechada.
Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las
cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni
mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de
dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amistoso al que vive
desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a
quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado…
no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios que todos
podemos sembrar en una sociedad complicada y triste, que ha olvidado el encanto
de las cosas sencillas y buenas.
José
Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario