En la mañana de este
domingo 7 de Junio, Boff publicó esto. Sintió necesidad de decirlo dos dias
después de su columna habitual de los viernes (que publicó el 5) Vale la pena
leerlo y tratar de divulgarlo. Vale para varios partidos politicos de
America Latina.
TRANSFORMAR EL DESALIENTO EN
DETERMINACIÓN
LEONARDO BOFF
Domingo 7 de Junio 2015
Tiempo atrás escribí un artículo
con un título parecido. Releyéndolo, veo su actualidad ante la crisis de rumbo
por la que atraviesa el PT. Lo rehago añadiéndole cosas. No basta la
indignación, el desaliento ante los crímenes cometidos en el llamado Lava jato
de la Petrobras. Hay que tomar en serio la amarga decepción provocada en la
población, especialmente en los más sencillos y en los militantes, que ahora
suspiran cabizbajos: “nosotros que te queríamos tanto, PT”.
En este momento lo que debe ser suscitado
es la esperanza, pues ella es la última que muere. Pero no cualquier esperanza,
como la de los bobos alegres que perdieron las razones de estar alegres, sino
la esperanza crítica, la que renace de las duras lecciones aprendidas del
fracaso, esperanza capaz de inventar nuevas motivaciones para vivir y luchar,
que se hace patente en nuevas actitudes frente a la realidad política, y con
una agenda enriquecida que la completa.
La corrupción habida es consecuencia de
un estilo de hacer política desgarrada de las bases populares.
El PT fue en primer lugar un movimiento
nacido en medio de los oprimidos y de sus aliados: por otro Brasil, de
inclusión, de justicia social, de democracia participativa, de desarrollo
social con redistribución de rentas. Como movimiento poseía las características
de todo carisma: galvanizar a la gente y hacer que tuvieran un sueño. Al
crecer, se volvió inevitablemente una organización partidaria. Como
organización se volvió poder. Donde hay poder despunta el demonio que habita
todo poder y que, si no es continuamente vigilado, puede echar todo a perder.
Con esto no queremos satanizar el poder sino darnos cuenta de su lógica. En
principio es bueno; es la mediación necesaria para la transformación y para la
realización de la justicia. Por lo tanto, se mueve en el orden de los medios.
Pero cuando se vuelve un fin en sí mismo, se pervierte y se corrompe, porque su
lógica interna es esta: no se garantiza el poder sino buscando más poder. Y si
el poder significa dinero, adquiere formas de irracionalidad: los millones y
millones robados se suceden sin ningún sentido de límite.
Hay otro problema ligado a la
organización: si los dirigentes pierden contacto orgánico con la base, se
alienan, se independizan y fácilmente se vuelven víctimas de la lógica perversa
del poder como fin en sí mismo. Surgen las alianzas espurias y los métodos
ilícitos. La codicia del poder produce la corrupción. Fue lo que aconteció
lamentablemente con algunos altos sectores del PT. Si estuviesen ligados a las
bases, viendo los rostros sufridos del pueblo, sus duras luchas para
sobrevivir, su voluntad de luchar, de resistir y de liberarse, su sentido ético
y espiritual de la vida, se sentirían fortalecidos en sus opciones y no
sucumbirían a las tentaciones del poder corruptor. Pero se despegaron de las
bases.
Ahora al PT no le queda más que la
resiliencia, dar la vuelta por encima y hacer de los errores una escuela de
aprendizaje humilde. Para los militantes y demás brasileros que abrazaron la
causa del PT, aun no estando afiliados al partido como otros y yo mismo, el
reto consiste en transformar la decepción en determinación.
La determinación consiste en esto: a
pesar de las traiciones, las banderas promovidas por el PT hace ya 25 años
deben ser porfiadamente sustentadas, defendidas y proclamadas. No por ser las
del PT sino porque valen por sí mismas, por el carácter humanitario, ético,
liberador y universalista que representan.
La bandera es un sueño-esperanza de otro
Brasil no más rasgado de arriba abajo por la opulencia escandalosa de unos
pocos y por la miseria clamorosa de las grandes mayorías, un Brasil con un
proyecto de nación abierto a la fase planetaria de la humanidad, cuyos
gobiernos pudiesen, con la participación popular, realizar la utopía mínima:
que todos puedan comer tres veces al día, ir al médico cuando lo necesiten,
enviar a sus hijos a la escuela, tener empleo y con el salario garantizar una
vida mínimamente digna y, cuando se jubilen, puedan enfrentar con desahogo los
achaques de la edad y puedan despedirse, agradecidos, de este mundo.
Los portadores de este sueño-esperanza
son las grandes mayorías, sobrevivientes de una terrible tribulación histórica
de sometimiento, explotación y exclusión. Los dueños del poder organizaron
siempre el Estado y las políticas en función de sus intereses, dejando al
pueblo al margen. Tuvieron y todavía tienen vergüenza de él, tratado como bueno
para nada, carbón para el proceso productivo. Pero él, a pesar de este
desprecio, nunca perdió su autoestima, su capacidad de resistencia, de soñar y
de alimentar una visión maravillada del mundo. Consiguió organizarse en
innumerables movimientos, en la Iglesia de la liberación y fue fundamental en
la creación del PT como partido nacional.
Esa utopía alimentó el PT histórico y
ético. Esta bandera debe ser retomada, pues ella es la que puede refundarlo,
confiando más en la dedicación que en la ambición, más en la militancia que en
el maquillaje de los expertos en marketing. Esta bandera entusiasmó a las
masas, tuvo una función civilizatoria al hacer que el pobre descubriese las
causas de su pobreza, se politizase y se sintiese participante de un proyecto
de reinvención de Brasil en el cual fuese menos difícil ser gente.
Porque es místico y religioso (¿habrá
sabido el PT valorar el capital de movilización que tiene esta dimensión?) el
pueblo brasilero tiene un pacto con la esperanza, con los grandes sueños y con
la certeza de que se siente siempre acompañado por los buenos espíritus y por
los santos importantes hasta el punto de llegar a sospechar que Dios sea
brasilero. Bebiendo de esta fuente popular el PT puede renovarse y cumplir su
misión histórica de refundar otro Brasil. Si no asume esta tarea, vanas serán
sus estrategias de subsistencia, vana su esperanza de victoria futura.
LEONARDO BOFF
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