3.-Posibilitar
una liturgia autóctona, típicamente latinoamericana
4.-Estimular
la pastoral latinoamericana
Arnaldo Zenteno y Jorge Pomier Aporte de la Mesa CEB de Profetismo
y Compromiso Ciudadano y de la Mesa de Pastoral Juvenil para
la preparación del Festival Ecológico. 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular.
Aporte para el Festival
Ecológico CEB octubre 2015.
Contexto.Nuestro Festival Ecológico en la sierra
Dipilto-Jalapa y en contra del despale, está en el contexto de lo que pasa en
Bosawas y ahora en particular de la invasión de Colonos en la tierra de los
Indígenas en la Costa Atlántica y de la Resistencia de los Indígenas Misquitos.
Fraternalmente,
Arnaldo Zenteno.
Nota: Este escrito está tomado con extractos de un
artículo muy largo de Dom Pedro Casaldáliga.
Dom Pedro
nos dice: Me parece que la celebración de los 500 años es una coyuntura
sumamente provocadora y simultáneamente saludable. En cristiano, todo lo
saludable es provocador.
La
celebración de los 500s años, ¿deberá ser festiva o penitencial?
Puede ser
simultáneamente las dos cosas. Yo celebro la Muerte de Cristo Penitencial y
festivamente. Debe ser una celebración pascual. En primer lugar, claro,
debemos reconocer todo lo que en esos 500 años ha habido y todavía hay de
muerte, de negación, de prohibición, de esclavitud, de colonialismos, de
reduccionismo.
En
segundo lugar, debemos celebrar también todo lo que en esos 500 años ha habido
de heroísmo, de riesgo, de martirio… sobre todo de los muchísimos más mártires que nosotros le hicimos
a los indígenas. Quiero hablar de todos los “mártires del Reino” que se han
dado en este continente por defender una propia cultura, por defender la
libertad, por defender la justicia. Y también por anunciar el evangelio de
Jesús.
¿Fue un
descubrimiento? Fue más bien un
choque de culturas y de pueblos. Fue una codicia. Fue una invasión. Fue una
conquista.
América Latina
puede, debe darle a Europa, mucha ecología, mucha naturaleza, mucha gratuidad,
mucha alegría, mucho colorido, mucha hospitalidad, mucha solidaridad, mucha
utopía, mucha esperanza
¿Fue una evangelización?
Fue una
evangelización compulsoria, muy culturalista, muy impositiva. Fue una
evangelización muy poco evangélica.
Creyendo anunciar el Reino de Dios imponía el Imperio. Fue una
evangelización violentadora.
Fue una
evangelización ambigua pues,
cuya memoria debería ser una celebración penitencial, para pasar a ser esa
evangelización valiente y “nueva”.
Ellos nos
obligan a “descolonizar” y a “desevangelizar”
“Descolonizar”significa
volver a las fuentes de la identidad latinoamericana, dejar que América Latina
sea lo que originalmente es.
Descolonizar
significa dejar que se realice y se libere este continente dependiente, sometido a una deuda externa injusta, una
deuda que el pueblo latinoamericano no puede pagar, porque ya la pagó, con
materia prima, con mano de obra barata, entregando sus propios bienes, el
suelo, el subsuelo… Una deuda externa que es pecado pagar, que es pecado
cobrar…
Descolonizar, volver a la identidad
latinoamericana, permitir que la gran cultura latinoamericana pueda expresarse
en todos los aspectos de la vida.
Descolonizar
significa permitir al pueblo latinoamericano que pueda expresarse en el
concierto de las naciones del mundo como otro, como diferente.
¿Qué
significa “desevangelizar”?
“Desevangelizar
significa descolonizar la evangelización. El evangelio vino a América Latina envuelto,
traído, servido por una cultura al servicio de un imperio, el ibérico. Vino un
mensaje de importación cultural que a lo largo de los 500 años ha hecho que en
América Latina no se pueda dar realmente una iglesia autóctona.
Desevangelizar
lo mal evangelizado, para nosotros, en
América Latina sólo puede significar partir para una plena liberación
socio-político – económica, cultural, integra: sólo puede significar
evangelizar liberadoramente los procesos históricos de nuestros pueblos. Anuncian,
preparan, reciben, esperan..el gran proceso del Reino.
Nuestro
Dios, para que no sea un ídolo, sólo puede ser el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo. Nuestro Dios es un Dios humanado,
encarnado. Su Hijo, el Verbo, Jesucristo, Jesús de Nazaret, nacido de
Mujer, hijo de María, hombre histórico sometido a una cultura en un tiempo,
bajo un imperio…Es la expresión máxima de la solidaridad humana de Dios.
Si revemos nuestra
imagen de Dios, habremos de revisar también esa idea de religión alejada de la
historia. Si creemos realmente en el Dios de Jesús, no es posible no entrar
en política…
Y si creemos en ese
Dios, si aceptamos a ese Jesucristo, Dios encarnado, hombre conflictivo,
acusado, condenado a muerte, colgado de una cruz, prohibido por los poderes
imperiales, religiosos y económicos de su tiempo…necesariamente, como Iglesia,
como Comunidad de seguidores de Jesucristo, habremos de rever también, de
revisar , de transformar nuestra propia
teología.
La Liturgia, la
administración de esta fe cristiana que es la pastoral y la vivencia personal.
También
nosotros los cristianos proclamamos a nuestro Dios como Enmanuel, Dios con nosotros;
Más aún, Dios como nosotros; más aún, Dios como los más pobres de entre
nosotros. Y ese intento cuaja entre nosotros en la
Teología de la liberación.
Es una teología
que revaloriza quizá como nunca – excepto quizá los tres primeros siglos de la Iglesia
– la voz del pueblo como voz de Dios.
La única verdadera teología cristiana ha de ser
teología “de la liberación”. La única verdadera espiritualidad cristiana ha de
ser espiritualidad “de la Liberación”. Es aquella teología que sistematiza la fe “en el Dios liberador”
tal como se nos ha manifestado en Jesús, el Liberador del pecado, de la
esclavitud, de la muerte, simultáneamente de las personas y de los pueblos. La
única verdadera espiritualidad “cristiana” es aquella que vivencia la presencia
de ese Dios manifestado en Jesucristo Liberador y que estimula asimila,
propugna y se arriesga hasta la muerte para que el Espíritu “Liberador” de ese
Dios se dé en cada persona, para que “su Liberación” se realice en cada pueblo.
De entre
lo que has citado: La Liturgia.
La misma
Teología de la liberación nos ha posibilitado una cierta libertad de espíritu y
madurez para que nuestra misma liturgia y pastoral de la espiritualidad se
vivan de un modo sistemáticamente lúcido, diríamos. El pueblo latinoamericano
reclama su religiosidad popular hace 500s años.
La
Religiosidad popular, o “la
religión popular” se está viviendo hoy en América Latina de un modo bastante
armónico, militante y muy liberador. Las celebraciones de la fe son cada vez
más comprometidamente históricas, las celebraciones de “las romerías del a
tierra”, aquí en Brasil concretamente, las celebraciones nacionales o
continentales de las CEB donde la Eucaristía se torna –cada vez más, sin
dicotomía posible- celebración de la Pascua de Jesús y de la Pascua de su
pueblo, eucaristía fraterna y subversiva…
¿Y la
espiritualidad?
La nueva santidad
que propugnamos no es tan nueva. Quiero ser simplemente “cristiana”, la
santidad del propio Jesús, la espiritualidad del cristiano que sigue a Jesús, o
sea, vivir la fe, en su respectivo lugar y tiempo, según el espíritu de
Jesús.
Una espiritualidad
cristiana, necesariamente, no podrá ser desencarnada, histórica. Y la
historia es política.
Contemplará
a Dios no sólo en la palabra escrita y estática de la Biblia, ante todo y sobre
todo en la conflictividad, en la lucha, en el proceso histórico. San Agustín nos recordaba que Dios ha escrito
dos grandes libros: El libro de la Biblia y el libro de la Vida. “La Biblia y
la vida, la vida y la Biblia”.
Esta
santidad política es una santidad encarnada, histórica, una santidad que opta
por los pobres empobrecidos, que toma partido por los pobres, que procura
situarse en su lugar social, que con los pobres asume los riesgos, el
conflicto, la lucha del a liberación de los mismos pobres, que contesta al
sistema de opresión, de dominación, de privilegio. Es una santidad que contempla a Dios sobre la
marcha de la misma historia, de los acontecimientos diarios.
Es una
santidad, por otra parte, que sabe vivir ecuménicamente la presencia de Dios y
su acción salvadora en el mundo. Una
santidad normalmente de frontera. En toda esa marcha de la liberación del
Dios con nosotros y del Dios como nosotros, no aparece en todas partes quizá
como un Dios “Eclesiástico” ni siquiera como un Dios “cristiano”, pero parece
siempre como un Dios humanamente “liberador”. Cuando nosotros celebramos
nuestros mártires, recordamos que en todo caso, siendo algunos de ellos quizá
no cristianos y hasta proclamándose ateos, fueron “mártires del Reino”,
mártires de ese proceso mayor, de esa Causa mayor, de ese interés mayor de
Dios al cual también la Iglesia debe servir, La iglesia, toda ella, no puede
ser más que una diaconía, un servicio al Reino de Dios. La Iglesia no es
para sí misma. La Iglesia es para el Reino, en el Mundo, en la esperanza y en
la preparación del Reino más allá.
La
espiritualidad de la liberación, simultáneamente, y por definición, será una
espiritualidad necesariamente conflictiva.
Esta conflictividad,
por otra parte, es un rasgo característico del mismo Jesucristo. La
conflictividad característica dela vida de Jesús, esa actitud fundamental en su
vida, será una actitud fundamental en la vida del cristiano que quiera vivir la
espiritualidad cristiana.
Si se dice que la
Iglesia ha de meterse en política (cosa que hoy ya se acepta), y si se dice
que la Iglesia ha de optar por los pobres, se está diciendo necesariamente que
la Iglesia se ha de meter en la política real que está aconteciendo en cada
pueblo y en cada lugar.
Se está
diciendo que la Iglesia ha de optar no sólo por los pobres individualmente
considerados, sino colectivamente considerados también. Ha de optar por los
intereses de esos pobres también, por sus procesos.
La
iglesia no puede pretender tener un programa socio-político-económico para
ninguna sociedad. La Iglesia, sin embargo, como luz, como fermento, como
levadura, puede y debe entrar en todos los procesos históricos.
Fuera de
la Liberación– entendida como integral, como plena, como total-no hay Iglesia. Y por eso, fuera de la Iglesia liberadora no
hay iglesia. La Iglesia sólo es Iglesia en la medida en que anuncia,
celebra, construye y espera la Salvación. Y la Salvación sólo es
salvación si salva las personas como individuos y como miembros de un pueblo,
de una sociedad. La Salvación sólo es Salvación si salva las personas también
históricamente.
La
Iglesia, o es liberadora o no es iglesia de Jesucristo el Liberador.
La
democracia, en América Latina –en el
mundo también, pero estamos hablando ahora de América Latina- debe ser “otra
democracia”. He dicho muchas veces y lo digo ahora nuevamente, que quizá después
de “amor” la palabra “democracia” sea la palabra más prostituida en este mundo.
Decir “democracia” hoy ya casi no significa nada. O fatalmente, con frecuencia,
significa la misma negación de la democracia.
Porque no es una democracia popular. Porque no es una democracia
mayoritaria. Porque no es una democracia realmente participativa. Porque no es
un gobierno del pueblo al servicio del pueblo. Acaba siendo nuevamente el
gobierno minoritario, el gobierno oligárquico, “en nombre del pueblo” al
servicio de unas minorías.
Por otra
parte, esa autoctonía que exigimos de la política, de la cultura, de la
economía, en un proceso revolucionario, debemos exigirla de la iglesia también.
Y para acabar, ¿Cuáles
serían los grandes intereses de la Iglesia de América Latina a la altura de
esta coyuntura de los 500s años?
1.
Posibilitar
con alegría y con acción de gracias el proceso de la teología de la liberación.
Posibilitar y estimular con alegría y con acción de gracias el proceso de la
espiritualidad del a liberación.
2.-Canonizar,
mártires reconocidos como San Romero de América, y millares de mártires
anónimos, como los Indígenas, los Campesinos, los obreros, los agentes de
pastoral, los defensores de los Derechos Humanos en América Central, en los
varios países
Octubre 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario