“ESTEN DESPIERTOS”
Tiempo de Adviento Ciclo “C”
1er. Domingo: 2 de dic. 2012 – P.
Pancho
Partimos de la vida.-
Dentro de un mes,
estaremos festejando el comienzo del Año Nuevo. Los saludos y augurios propios
de esos días expresarán sentimientos de paz, deseos de felicidad, de buena
suerte, que no nos falten la salud y el dinero, que sea para todos un año
mejor, un feliz año.
Hoy, en la Iglesia, en nuestra comunidad, estamos comenzando un Nuevo Año Litúrgico, con el Adviento; un “tiempo fuerte” en la vida la comunidad cristiana y, por lo mismo,
en la vida de cada uno de nosotros, que
formamos parte de esta comunidad. Adviento
significa advenimiento, venida; lo llamamos así porque es el tiempo en el
que nos preparamos para celebrar la
“Venida” del Señor, en la próxima Navidad.
Al comienzo de
este Año nuevo en la vida de nuestra fe, al entrar en este Adviento, también
nosotros podemos expresar e intercambiar nuestros augurios, nuestros
sentimientos, nuestros deseos. Pero entonces, es importante tener los oídos y
los corazones muy abiertos, para escuchar, sobre todo, lo que Dios nos quiere decir; aquello que él nos desea y
espera de nosotros sus hijos.
Nos dejamos iluminar por la Palabra del Señor.-
La primera palabra
que el Señor nos dirige, hoy, es una invitación a la esperanza (1ª Lect. Jer 33,14-16): “Llegan días en que cumpliré la promesa que
hice –dice el señor- en aquellos días y
en aquella hora, hará brotar para David un vástago legítimo, que practicará la
justicia y el derecho en la tierra”.
El profeta (el
“vidente”, el hombre que por su fe “ve” a Dios actuando), donde aparentemente
solo hay desesperanza, sabe ver
esperanza, presagios de salvación. Jeremías sabe mirar lejos y anunciar la salvación prometida por Dios a su pueblo.
Su confianza en el Dios de las promesas se
encarnará un día en el anciano Zacarías y en María, que bendecirán al Dios
de las promesas, cumplidas en “la
Casa de David, según habían anunciado los profetas”, “como
lo había prometido a nuestros padres” (Lc 1, 69-70 y Lc 1, 55).
Hoy, en este
Adviento, la confianza, en el Dios de las promesas busca encarnarse
en nosotros, germinar en nuestro corazón, para que sea un corazón “habitado” por la
esperanza; y no por el desencanto, la negatividad, la desilusión o la desesperanza. Todo un desafío
que el Señor nos propone en los umbrales de este Adviento.
Este desafío
cuestiona profundamente nuestras actitudes y posturas ante los demás, ante la
realidad, ante las situaciones que nos rodean. Necesitamos “estar fuertes interiormente”-
nos ha dicho Pablo- (2ª Lect. 1 Tes. 3,12-4,2), ser recios y tenaces, -diríamos
hoy-, “para que cuando Jesús, el Señor,
vuelva”, nos encuentre con nuestros corazones “rebosantes de amor mutuo y de
amor a todos”; porque ésta será la señal de nuestra
confianza en su vuelta y de nuestra esperanza.
Para recibirle
–nos ha dicho Pablo- tenemos que “ser santos e irreprensibles ante Dios”, tradúzcase,
tener un corazón “comprometido con la
suerte de todos”, “resucitado y alegre”, “esperanzado”, “que agrada a Dios”,
porque ama, como ama Dios; un corazón liberado del egoísmo y el pecado, que nos
destruye como persona y nos impide ser hermanos.
Jesús habla de su “Venida”, como un acontecimiento liberador y recomienda
cómo prepararse (EBB. Lc
21,25-28.34-36). Hace referencia a la actitud de esperanza que debe tener
el discípulo de Jesús: ha de
esperarlo no con miedo, sino con “la cabeza alta”, pues es un momento
de liberación para el que, por otro
lado, es necesario estar preparados.
Debemos permanecer “despiertos” y
vigilantes, -nos dice el Señor-,
orar y mantener el corazón libre
de las ataduras de la vida; en definitiva;
ser hombres y mujeres que miran más
lejos de lo que ven sus ojos, apuntan a la meta de sus esperanzas, a un
horizonte de participación en la victoria definitiva de Jesús, el Señor; victoria que el “Hijo del hombre” logró
por un camino de entrega, de servicio, de amor hasta dar la vida.
Aquí en la Eucaristía, celebramos el “anticipo” de la “Venida”· del Señor;
oramos inclinados, para mantenernos en pie; proclamamos nuestra esperanza: “Todo invierno será primavera”; toda noche será camino para el amanecer del nuevo día; toda muerte, cuna para
la nueva Vida.
Señor, haz con
nosotros el camino del Adviento, así en la Navidad nos reencontramos nuevamente. Enciende en
nuestros corazones la lámpara de la
esperanza, para que sepamos esperarte “despiertos”; y la lámpara del amor, para que te amemos más que
a nadie, más que a nada, más que a todas las cosas.; para que en un mundo tan
desgarrado por la violencia, te esperemos con un corazón “rebosante” de amor. VEN,
SEÑOR JESUS!!! VEN, SEÑOR!!!!!
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