er. Domingo de
Cuaresma…
Aunque tenemos fe,
muchas veces estamos o nos sentimos “errantes”…perdemos el
rumbo (en lo concreto), nos vienen distintas propuestas que pueden
hacernos preguntar: ¿vale la pena tener Dios? ¿Vale la pena
seguirlo?¿ No sería mejor la vida sin ninguna exigencia, norte,
camino…sino seguir a donde nos venga a cada momento? O también
cuando nos suceden desgracias, mientras tratamos de vivir con fe…(hoy
un niño de 7 años, de la comunidad y de una familia muy
comprometida, falleció de dengue…fuerte la prueba…).
El Pueblo de Dios
caminó por el desierto, salvado por Dios, que lo sacó de la
esclavitud, intervino en su favor. Dios actuó: “yo te saqué de
Egipto”…, y el pueblo le respondió, a veces sí, a veces no. Es
fácil el camino para apartarse de Dios…
En Jesucristo, todos
los pueblos hemos sido salvados, reconciliados con Dios: El que murió
y resucitó. En Él está nuestra fe.
Pero este Jesús pasó
por la prueba, la tentación, no el pecado…”compartió nuestra
condición humana en todo menos en el pecado” dice la Carta a los
Hebreos…). Las tentaciones de Jesús nos hacen vislumbrar que Dios
descendió a los infiernos en Jesús, comprobó nuestra debilidad,
pero sobre todo nos hizo triunfar sobre el mal.
El Espíritu conducía
a Jesús, también al desierto, prescindiendo de todo lo que está
alrededor, de los demás, del alimento, de las seguridades…Y allí
fue tentado: tentaciones de transformar la piedra en pan
(contentarse con el alimento, con lo que está a nuestro alcance, con
el “vivir”, lo que vestimos, lo que comemos, las preocupaciones
cotidianas, el trabajo…lo de cada día…sin la palabra de Dios,
sin Dios: un mundo que se organiza sin Dios, y que muchas veces se
vuele contra el mismo hombre). El éxito fácil sin esfuerzos, la
propia glorificación, aun cuando no haya fidelidad, esa es la otra
tentación de Jesús. Y finalmente, el poder…
La única y principal
tentación es, en el fondo, prescindir de Dios, actuar como si El no
existiera. No dejar a Dios su lugar de Dios en nuestra vida. Y eso
nos sucede en la vida diaria, cuando creemos que todo depende de
nosotros, cuando en realidad sólo si nos adherimos a Cristo,
podremos vencer sobre el mal que nos acosa.
Cuaresma
es tiempo de caminar a la Pascua, a la vida nueva, a una existencia
iluminada, llena, plena de la presencia de Dios, en nuestros
corazones, en nuestras relaciones, en la construcción de este mundo…
Solo con El, habrá
vida nueva. Eso es el bautismo, que celebramos y renovamos en cada
Pascua. Así vale la pena vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario