“La transfiguración de Jesús en el
monte…” (2º. Domingo de Cuaresma)
Sin lucha, pasión y entrega no hay
vida nueva…pero la vida nueva seguro llegará…aunque no sabemos cuándo…CAMBIAR ES
POSIBLE CON LA GRACIA DE DIOS…
Jesús siempre realizó su misión de
corazón a corazón con su Padre, el Padre del cielo, compenetrado con El. Y le
fue fiel, luchando contra todo lo que se oponía a sus proyectos, y esperando en
el Padre (como lo hizo Abraham, que creyó en Dios, que lo acompañaría en el
camino y le daría la descendencia prometida…a pesar de los
pesares).
El Evangelio de hoy, la
transfiguración, muestra eso: Jesús va a orar al monte con sus amigos, los hace
partícipes de ese momento fuerte , necesita de ellos. Quizás pide a Dios que lo
acompañe, que lo aliente, que no lo abandone…En este encuentro con el Padre su
ser se transforma (la luminosidad es un signo). Igual, curiosamente, hablan de
la pasión (no hay vida sin entrega)…
Posiblemente los discípulos se
ilusionan y quieren perpetuarse en la gloria…sin sacrificio, sin pasar por el
dolor, y por eso pretenden quedarse para siempre allí (fijar el
momento).
¿Hablamos los cristianos del
sacrificio (hacer sagrado) como si hubiera necesidad de una autoinmolación, una
alabanza de la negación caprichosa a un dios caprichoso, que requiere que uno se
niegue? No. Hablamos de negar una existencia egoísta y centrada en uno mismo,
hablamos de abrirnos a cada ser humano como un hermano/a con el amor solidario,
cercano, concreto, hablamos de hacer primar los proyectos de Dios sobre los
frágiles proyectos humanos. Así hizo Abraham, que salió de su existencia a un
futuro que Dios le prometía abandonando la comodidad, la propia seguridad, lo
inmediato…Encontrarnos con Dios, con el Dios de Abraham, de Jesús, es estar
dispuesto a emprender siempre nuevos caminos de fidelidad, a donde Dios nos
lleve.
Lo luminoso de la transfiguración
manifiesta que a pesar de los aparentes fracasos, las dificultades, los miedos,
sin embargo lo de Dios siempre se realiza, Dios vence en la historia, Dios es
más fuerte que aquéllos que lo matan…Esto es vivir de la fe: que a pesar de los
pesares, de las derrotas, de lo ampuloso del mal, de las victorias de los
corruptos, de los violentos, de los “aparentes ganadores de este mundo”, la luz
vencerá…
Pero todo esta vida nueva, luminosa,
de Dios, será realidad si, y sólo sí, le ponemos nuestro cuerpo, como Jesús,
como Abraham, como los santos, para ponernos del lado de Dios. Por ej. frente al
dengue, a la corrupción, o a la suciedad de los lagos y arroyos, o los jóvenes
que consumen droga: no se supera sólo con quejas, sino respondiendo con el
corazón, la conducta, y la creación de aquello que haga más limpio el ambiente,
o que creen mejores condiciones para los jóvenes, que combatan la corrupción
desde nosotros mismos. Jesús puso el Cuerpo (su vida toda, no solo
intenciones…). ¿Y nosotros? La Palabra nos asegura que solo así la luz
triunfará…
La vida nueva en Jesús y con Jesús
nos contagia y transforma, si creemos en El, si apostamos por El. Y tantas veces
nos hace experimentar esta vida transformada por su amor, en personas santas, o
por qué no, en nuestras personas y comunidades…sin estruendo, pero
verdaderamente.
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