“Los que no se fían de Francisco”
de José María Castillo, hoy en “en Portada”
de eclesalia.net
“Lo
que hace y lo que dice este papa está desconcertando tanto a tanta gente en la
Iglesia, que cada día aumentan los que, por un motivo o por otro, no se fían de
lo que están viendo y oyendo.
Es lógico que haya quienes opinan que
es pronto para dar un juicio, en el sentido de que estamos viviendo un cambio definitivo o,
por el contrario, es pronto para opinar que no tardaremos en ver cómo todo sigue igual que antes”…
Es lógico que haya quienes opinan que
es pronto para dar un juicio, en el sentido de que estamos viviendo un cambio definitivo o,
por el contrario, es pronto para opinar que no tardaremos en ver cómo todo sigue igual que antes”…
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(JP:El articulo continua asi: )
(JP:El articulo continua asi: )
Sea
lo que sea y pase lo que pase, lo que no me parece razonable es ponerse ya a
sentenciar que no tardaremos en ver que el fracaso
de este papa - a primera vista tan innovador - está a la vuelta de la
esquina. Y el hecho es que así piensan - y así lo dan a entender - más de dos y
más de cuatro, por mucho que intenten disimularlo los que, no sólo no se fían
del papa Francisco, sino que en realidad lo
que desean intensamente es que se estrelle cuanto antes.
Lo
notable es que quienes piensan y sienten estas cosas son los mismos que, hace
cuatro días, no soportaban que alguien pusiera en cuestión lo que alguno de los
papas anteriores había dicho desde la ventana del palacio apostólico ante la
gente congregada en la plaza de San Pedro en Roma. Por lo menos, a partir del
día que eligieron como papa a Pablo VI. Porque con
Juan XXIII pasaba algo de lo que está pasando ahora con Francisco. Yo
estaba entonces en Roma. Y no quiero acordarme de los disparates, y hasta los
insultos, que los papistas más papistas del mundo le dedicaban al papa
Roncallí. ¿Por
qué semejantes insultos, entonces a Juan XXIII y ahora a Francisco, precisamente
de parte de quienes se autoproclaman más papistas que el papa?
La
respuesta es muy sencilla. Porque el
amor al papa es una de las cosas más ambiguas que hay en el mundo. Como
es ambigua la obediencia de los que se someten a todo el que les manda que digan
y hagan lo que a ellos les gusta, lo que ellos piensan y lo que a ellos les
conviene. Esto es antiguo en la Iglesia. Tan antiguo como la Iglesia
misma.
Y
es que el
problema no está en el papa. El problema está en el Evangelio.
Concretamente en los valores que presenta y exige Jesús en el Evangelio. Eso es
lo que nos tiene que preocupar. Y en eso es en lo que todos los creyentes
tenemos que coincidir. Sobre todo, en lo que es central en el Evangelio. Leyendo
y releyendo los relatos, que nos dejaron los evangelistas, lo que está fuera de
duda es que lo central para Jesús no fue la sumisión al templo y sus dirigentes.
Lo que más preocupó a Jesús fue el sufrimiento de los enfermos, el hambre de los
pobres, el desamparo de los marginados y excluidos. Todo eso, vivido en la
sencillez y simplicidad de un hombre bueno que acogió a todos, lo mismo a un
revoltoso como Judas que a un entusiasta como Pedro. En la mesa de Jesús cabían
todos. Y, que sepamos, a nadie excluyó, ya fueran justos o pecadores, hombres o
mujeres, judíos, galileos o samaritanos.
¿No
es esto lo que más necesitamos en la Iglesia ahora mismo? Y si el papa Francisco
nos habla de Jesús y nos impulsa a vivir como vivió Jesús, ¿no es esto lo que
más necesitamos todos y lo que más necesita la Iglesia? Los que no se fían de
Francisco, por favor, que se pregunten por qué se preocupan tanto por lo que
hace y dice este papa. ¿Por lo que hizo en tiempos ya pasados? ¿por lo que está
haciendo ahora? ¿porque no les da seguridad? ¿en qué? ¿no tienen bastante con el
Evangelio? Pues bien, si el papa Francisco nos enseña a vivir la sencillez y la
bondad del Evangelio, ¿qué más queremos? ¿qué temores ocultos nos
inquietan? ¿no
estará el secreto de todo en que nos da miedo afrontar estas
preguntas? En cualquier caso, y sea el papa como sea, piense como
piense, sea conservador o progresista, tenga la ideología que tenga, si el papa
nos habla de los pobres, del sufrimiento de quienes peor lo están pasando, si
nos exhorta a tener entrañas de bondad y de misericordia, si nos anima y nos
ayuda unirnos en la defensa de la justicia y la igualdad, lo demás, todo lo
demás, pasa a un segundo término. Porque, si es que el evangelio dice la
verdad, a Dios lo encontramos en el que sufre (Mt 25, 31-46), no en el que
coincide con mis preferencias políticas, ideológicas o quizás económicas. Por
ahí, ciertamente el papa es libre para escoger lo que prefiera. En todo
caso, que
nos enseñe a vivir el Evangelio. Lo demás, que cada cual vea lo que más
y mejor nos lleva a hacer este mundo más habitable y más humano.
José
María Castillo
Teología sin censura
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