Ante la votación del 23
Número 23 - Por Pablo Dabezies 06/2013
Como sabemos, el próximo 23 la ciudanía está llamada a votar para ver si se habilita o no el recurso de referéndum sobre la ley de despenalización del aborto actualmente vigente.
En la edición pasada me planteaba algunas preguntas acerca de la decisión de la Conferencia Episcopal de llamar a votar con la finalidad última de derogar la citada ley. Y recordaba que la exhortación a participar es una tradición de los documentos episcopales uruguayos en coyunturas electorales. Eso sí, nunca se había dado indicación precisa de voto. Ésta, que yo sepa, es la primera vez, con el precedente de idéntica señalación en las últimas elecciones para la directiva del Círculo Católico (claro que se trata de niveles bien distintos).
Mi extrañeza es mayor porque en ambos casos, diversas instancias de Iglesia, desde los propios pastores, pasando por vicarías y llegando a parroquias y grupos diversos, se han convertido en activos participantes de la campaña, con imágenes que hacen recordar a los clubes políticos. Letreros, volantes, reclutamiento de delegados para las mesas, etc.
Está claro que nadie puede negar el derecho de actuar así, aunque se trate de algo infrecuente. Solamente la prudencia (en el sentido de apreciar lo que se gana y lo que se pierde) es la llamada a poner límites o no a la incursión por parte de la Iglesia institucional en el escenario político. Así como la manera de apreciar lo que es más o menos tradicional en las relaciones Iglesia-sociedad-Estado en nuestro país.
Personalmente me quedan otras inquietudes. Como por ejemplo la valoración de que la normativa de 1938, a la que volveremos en caso de que se logre todo lo que esta campaña implica, es mejor que la ley vigente desde hace poco. Repito mi convicción de que por las expresiones que utilizan, no pocas personas dan la impresión de seguir luchando contra el proyecto de ley de la senadora Xavier más que contra el aprobado. Que son muy, pero muy distintos. No se ha oído por otra parte ninguna voz que repita hoy lo que tanto se dijo en el sentido de que indefectiblemente los abortos se disparaban con la despenalización. ¿Es así en nuestra actualidad, más allá de eslóganes?
Hablando de eslóganes. A una cuadra y media de mi parroquia, la Unión Cívica ha pintado con enormes letras (ya tapadas por otra pintada del Sunca): “Vota por la vida”. Entonces los que se abstienen conscientemente o votan en blanco votan por qué… Ahora, lo que se vota es por habilitar un referéndum. ¿O si los votos no alcanzaran significaría que los uruguayos y uruguayas no tienen aprecio ninguno por la vida? En este sentido, el breve comunicado de Mons. Cotugno del 28 de mayo (cf. “Entre Todos” 305) se ajusta a lo que está en juego el 23. Y aludiendo una vez más a la exhortación de la CEU y a ésta del arzobispo, es bueno recordar que también no votar conscientemente es una forma de participar. Y de una vez por todas, los católicos deberíamos dejar de pretender que somos los únicos custodios de la vida, y de atribuir intenciones aviesas a todos los que no piensen y actúen igual.
También a mi parroquia llegó, junto con el quincenario de la arquidiócesis, una cantidad grande de volantes. Más allá de la sensación rara al recibirlos, el contenido me desconcierta: “Padre, esta ley no te tiene en cuenta, no te permite defender la vida de tu hijo” (no es eso lo que dispone la ley: cf. art. 40 B). Se imprimieron 1 millón de ellos, no tienen firma, pero remiten a protegelavida.com. Quienes hemos recibido alguna vez confidencias de mujeres que están tentadas de abortar o que ya han abortado, sabemos que detrás de un número grande de esos actos lo que existe precisamente es la insoportable presión del “padre”, cualquiera sea su estatuto legal.
Convengamos, me parece, que la cuestión no es tan sencilla como la quiere hacer ver toda esta propaganda. No hay dos campos en pugna, definidos como los que están por la vida = se oponen a todo tipo de despenalización, versus los que no están por la vida = los que juzgan necesario algún tipo de despenalización. Deber fundamental de los discípulos de Cristo es ajustarse a la verdad y no ceder, ni con los mejores motivos, a tergiversaciones que no forman conciencias. No hace muchos días discutía buenamente con un obispo uruguayo tratando de comparar la normativa del 38 y la actual para ver cuál era menos mala, digamos. El me hacía ver que la del 38 era fruto de una transacción de lo que era posible en ese tiempo en la búsqueda de superar la despenalización del 34. Lo que cuestiona en la base el carácter de “innegociable” como se afirma de esta cuestión. Y además me recordaba que en toda aquella coyuntura los obispos casi no habían intervenido, y que había sido un legislador de la Unión Cívica, el Dr. Salvador García Pintos (a quien conocí muy bien) el principal protagonista de la campaña que llevó a las negociaciones y votación de la legislación del 38.
Tal vez en esta coyuntura contemporánea hubiera sido mejor que fueran los laicos en su responsabilidad secular quienes asumieran la responsabilidad, cosa que han hecho, pero sin ese jugarse institucional de las principales autoridades de nuestra Iglesia. Es lo que pienso, con todo el riesgo inherente de equivocarme.
Finalizo aclarando que por boca del propio Mons. Cotugno se nos ha aclarado que todas esas iniciativas de los obispos y algunos organismos eclesiales, se sitúan en el nivel de la exhortación, es decir, no obligan a ninguna comunidad o persona en particular. Lo que es algo bueno.
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