RESPUESTAS A ALGUNAS PREGUNTAS AL CUESTIONARIO ENVIADO POR EL PAPA FRANCISCO,
PREPARATORIAS AL SINODO DE LA FAMILIA * Somos parejas de
separados y divorciados, en nueva unión, que formamos un grupo denominado
EL ALFARERO, que lleva nueve años reuniéndose cada quince días en la Parroquia
de Nuestra Señora del Rosario y Santo Domingo, de los Frailes Dominicos de
Montevideo, Uruguay, con el acompañamiento de un Sacerdote y del
Movimiento Familiar Cristiano.
*
En
vistas al Sínodo convocado para tratar los desafíos pastorales sobre la
familia, se ha abierto una
amplia consulta sobre temas muy concretos y se nos da la
oportunidad de participar en ella, en un tema que nos atañe de un
modo muy especial acerca de cómo han de afrontarse algunas situaciones
matrimoniales difíciles.
* Reconocemos la complejidad del tema, entendemos,
también, las competencias de la teología y del derecho.
* Lo que nosotros podemos aportar, como laicos en
la Iglesia, y como parejas que han sufrido el fracaso de su matrimonio,
se acerca más al campo de la pastoral y se refiere al modo de comprender
y vivir nuestra fe en situación de conflicto.
* No obstante la diversidad de formas de familia que se
presentan en la sociedad actual, desde el principio nos hemos proclamado que somos
familia y somos Iglesia. No concebimos que la nueva unión no sea
familia. Entendemos que la Iglesia debe dar una respuesta a las
diversas formas de familia que se observan en esta, nuestra realidad histórica.
* Quisiéramos
que nuestro
aporte sea constructivo y
provechoso para colaborar con las parejas que están viviendo esta situación.
La metodología que utilizaremos en el
trabajo, será la de ir respondiendo las preguntas tal como han sido formuladas,
limitándonos al numeral 4 desde el literal c.
4.-
Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles
c) Los separados y divorciados que se vuelven a casar ¿son una realidad
pastoral relevante en la Iglesia particular? ¿En qué porcentaje se podría
estimar numéricamente? ¿Cómo se afronta esta realidad a través de programas
pastoral adecuados?
Los separados en nueva unión son una realidad
inobjetable difícil de evaluar numéricamente. Nuestra existencia (Grupo El
Alfarero) es testimonio de la existencia de esta realidad.
Lamentablemente, en forma orgánica, la Iglesia no ha practicado ningún programa
pastoral al respecto, aunque la iglesia local que ha aceptado nuestro
trabajo como grupo, no ha puesto objeciones a nuestro accionar, y ha
contribuido a difundir nuestras convocatorias dándonos un espacio en la
Vicaría de la familia.
d) En todos estos casos, ¿cómo viven los
bautizados sus irregularidades? ¿Son conscientes de ellas? ¿Manifiestan
simplemente indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la
imposibilidad de recibir los sacramentos?
La gran mayoría lo viven con indiferencia, pero los de arraigo cristiano
se sienten en falta y por ello se autoexcluyen de la Comunidad.
Su separación de la comunidad y de la participación en los sacramentos
es vivido con mucho dolor por las personas de tradición cristiana
Sienten que son marginados, reiteradamente se les recrimina y se les
hace sentir que su falta no es reconciliable. Ni siquiera el sacramento de la
reconciliación (al que tampoco acceden) puede dar paz a sus vidas.
Se ven excluidos de la Comunión y no pueden comprender las razones
que se aducen de carácter doctrinal.
Personas con más formación no dejan de advertir ciertas incoherencias en
la misma doctrina y entre ésta y su aplicación en normas y cánones.
Para otras personas, las normas disciplinares, incluso las propuestas
pastorales que se dan, se perciben como exhortaciones piadosas ajenas a la
realidad y a la misma condición de casados. Esto provoca rechazo y en el mejor
de los casos, que se desentiendan de las orientaciones de la jerarquía
e) ¿Cuáles son las peticiones que las
personas divorciadas y vueltas a casar dirigen a la Iglesia, respecto a los
sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? Entre las personas que se
encuentran en esta situación, ¿Cuántas piden estos sacramentos?
Los bautizados, con práctica sacramental frecuente, que experimentan la
ruptura del matrimonio y que optan por una nueva unión, piden en primer lugar
que se les comprenda, que se les considere personas capaces de un seguimiento
de Jesús en el estado matrimonial pese a su primer fracaso y que se valore su
esfuerzo por rehacer sus vidas y una familia.
Piden a los estudiosos que aporten nuevos elementos en el campo
doctrinal, jurídico y pastoral que permitan remover los obstáculos que
actualmente impiden una plena participación en la Eucaristía.
Por nuestra parte, aun comprendiendo la postura tradicional de la
Iglesia, nos adherimos a la visión que presenta el papa Francisco cuando dice
que “La Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un generoso
remedio y un alimento para los débiles” y pedimos que se readmita a la mesa
de la Eucaristía a quienes con sinceridad buscan rehacer sus vidas.
Nos parece igualmente que la confesión sacramental recobraría todo su
significado si sellara un proceso serio de discernimiento y de cambio de vida.
f) ¿La simplificación de la praxis
canónica, respecto al reconocimiento de la declaración de anulación del vínculo
matrimonial podría ofrecer una real contribución positiva para la solución de
los problemas de las personas implicadas? En caso afirmativo, ¿de qué manera?
La agilización en la declaración de la nulidad es totalmente necesaria,
pero muchos quedan fuera de esta posibilidad por razones diversas.
Debieran abrirse otros caminos que condujeran a la comprensión y
aceptación de la muerte del amor como realidad existencial. Siendo así,
considerar el amor como materia del sacramento sin el cual dejaría de ser.
Ayudaría, también, la elaboración de una teología del fracaso humano y
cuestionarse cómo vivir en cristiano el fracaso conyugal y su superación.
De cualquier modo, los diferentes casos precisan discernimiento y
soluciones diferentes.
El reconocimiento del matrimonio civil, así como otras situaciones
consideradas irregulares canónicamente, podrían aceptarse como un camino en
proceso hacia el matrimonio sacramental.
g) ¿Existe una pastoral para acercarse a estos casos? ¿Cómo se
desarrolla tal actividad pastoral? ¿Existen programas sobre ello en ámbito
nacional y diocesano? ¿Cómo se anuncia a separados y divorciados vueltos a
casar la misericordia de Dios y cómo se concreta el sostén de la Iglesia en su
camino de fe?
No existe una pastoral específicamente orientada a acompañar a los
separados en nueva unión.
Nuestro caso de “El Alfarero” es la única
experiencia pastoral que conocemos en Uruguay. Ha sido iniciada por
laicos en Montevideo, con el apoyo del Movimiento Familiar Cristiano, contando
con la integración desde el principio de un fraile dominico.
Actualmente estamos en etapa de extensión hacia el interior del país. En
nuestras reuniones compartimos experiencias de vida iluminadas por la Palabra
de Dios y profundizamos en los nuevos aportes de diversos autores respecto de
nuestra situación y el modo de divulgarlos.
Presbíteros y laicos se encuentran confundidos
frente a esta realidad, se sienten movidos a la misericordia, pero paralizados
por una doctrina incuestionable.
La misericordia es anunciada de palabra,
pero negada con razonamientos teológicos, argumentos canónicos, y hechos que la
contradicen.
SON
PROPUESTAS ESPERANZADORAS PARA LA REALIDAD DE LAS PERSONAS SEPARADAS
Y DIVORCIADAS EN NUEVA UNION.
1. Realizar
el Sínodo extraordinario en el 2014 y otro Ordinario en el 2015 para tratar
estos temas referentes a la familia.
2. Promover
ideas y señales de parte de la Iglesia que lleven a posturas claras sobre el
tema. Evitar la doble interpretación que confunde a Presbíteros y Fieles.
3. Proceder
con más flexibilidad y benignidad para que puedan marchar juntas la
misericordia y la equidad.
4.
Reconocer la importancia del principio de la indisolubilidad
del matrimonio como un valor esencial. No es
una imposición religiosa ni jurídica.
5. Elaborar
una Teología del Fracaso Humano que permita vivir en Cristiano dicho
fracaso. Esto habilita a rehacer vínculos de pertenencia a la comunidad
eclesial y entender la necesidad de los Sacramentos de la Eucaristía y
Reconciliación.
6.
Recuperar el valor de la Reconciliación de los involucrados con la Iglesia.
7. Aplicar
el discernimiento y posturas diferentes en situaciones serias, que lo ameriten.
No uniformizar todos los casos.
8. Reconocer la importancia
de la conciencia crítica, libre y responsable de las personas, en situaciones
puntuales.
9. Reconsiderar la práctica
de las Iglesias Ortodoxas que hacen efectiva la misericordia pastoral. La
segunda boda no es Sacramental pero admite el matrimonio redimensionado.
10. Dar consistencia plena al
matrimonio civil en nueva unión, reservando el matrimonio sacramental para
situaciones estabilizadas.
11. Clarificar si
verdaderamente todo matrimonio religioso entre bautizados es ipso facto un
sacramento.
12. Destacar
la validez del recurso de nulidad en situaciones especiales. Agilizar sus
trámites.
13.
Promover para el futuro formas de
solucionar las situaciones del fracaso conyugal y separación de los
cónyuges con trámites que den más importancia a la intervención directa del
obispo como pastor de la diócesis.
14. Integrar la pastoral de
las personas separadas y divorciadas en nueva unión al conjunto de la Pastoral
Familiar.
15. Promover siempre el
impulso humanizador de auto trascendencia de las personas en estas situaciones.
Grupos de Parejas en nueva unión “EL ALFARERO”
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