miércoles, 28 de enero de 2015

Aporte de Gerardo PIRIZ. Lo compartimos

Compartimos este aporte de Gerardo, en nota  aparte  exponemos nuestra opinión sobre el mismo.,  ustedes  dirán  que les sugiere.  


Por Santiago Martín FM (Fundador de la Congregación Franciscanos de
 Maria) Sacerdote español y periodista de EWTN
 Una Iglesia sin derechos
En el mundo católico -es decir, en aquellos países que antaño fueron
católicos y que todavía conservan una minoría practicante más o menos
numerosa- no todo está igual. Hay naciones donde el secularismo ha
avanzado más que en otras. Por su historia, determinadas naciones han

sufrido mucho más el avance e incluso el acoso de eso que Benedicto
XVI denominó "dictadura del relativismo". En Latinoamérica, uno de
esos países es Uruguay. Allí la influencia de la masonería fue tan
fuerte que desde hace años es el país más secularizado de América. En
México también la masonería fue poderosa -a nivel oficial es mucho más
laicista que Uruguay-, pero el pueblo ha sabido vivir al margen de las
leyes -en esto, afortunadamente- y ningún ataque ha podido desarraigar
el amor de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe. En Uruguay, e
n
cambio, el éxito de los enemigos de Cristo fue mucho mayor.

Por eso fue visto con interés el nombramiento del nuevo arzobispo de
Montevideo, monseñor Sturla, uno de los primeros que llevó a cabo el
Papa Francisco. Sturla es un ejemplo, un modelo, de ese nuevo tipo de
obispos que el Papa quiere: más centrados en la pastoral y menos en la
polémica, no renunciando a nada de lo que es doctrina de la Iglesia
pero sin hacer de los famosos tres "principios innegociables" el eje
de su ministerio. Sturla ha sido discreto al máximo, prudente como
aquel experimentado combatiente que sabe que atraviesa un campo de
minas y anda con mucho cuidado para no pisar ninguna. No era fácil
para él ser arzobispo de Montevideo, con un presidente carismático
pero de profunda raíz revolucionaria. Por eso precisamente la atención
de muchos fuera de Uruguay estaba fija en él. Por eso precisamente ha
sorprendido mucho -a mí muy gratamente- sus últimas declaraciones,
efectuadas tras una andanada dirigida contra él por la directora del
Instituto Nacional de la Mujer. El arzobispo había criticado la "Guía
de la diversidad sexual", denominándola "Guía de la uniformidad
mental" y la atacante le ha acusado de "violar los principios de
laicidad del país". A ello el prelado ha respondido con claridad: "Se
niega el derecho a la Iglesia de decir lo que piensa. Eso es fascismo:
¿cómo la Iglesia no va a poder opinar sobre algo que afecta a las
personas y a la mayoría de los chicos cristianos".

Sturla es joven, es amable, es acogedor, es educado. Insiste en que la
Iglesia está abierta a todos y no es un "club de perfectos". Pero, al
final, en cuanto deja de repartir sonrisas y abrazos y dice lo que
debe decir, se encuentra tan descalificado y atacado como cualquier
obispo en cualquier lugar del mundo secularizado que no fuera tan
amable como él y que encajara más en el perfil de "obispo batallador"
de los años precedentes. Y lo mismo que pasa en Uruguay sucede en
Argentina, donde los ataques a las iglesias y las profanaciones no han
disminuido con la llegada del Papa Francisco, o en Chile, donde el
cardenal Ezzati ha sido denunciado simplemente por atreverse a decir
en una misa que la familia está formada por la unión estable de un
 hombre y una mujer.

No estoy diciendo que la política de sonrisas y abrazos no sirva.
Personalmente me siento muy a gusto con ella. Ni creo que debamos
estar todo el tiempo hablando del aborto, por ejemplo, porque nuestro
tiempo tiene que dedicarse sobre todo a presentar a Jesucristo como el
Salvador del mundo, es decir a mostrar todo lo positivo que ofrece la
Iglesia y sólo en la debida proporción y en su momento, hablar de
aquellas cosas que condena porque es su deber hacerlo. Lo que quiero
decir es que no debemos hacernos ilusiones con respecto a la
"tolerancia" del mundo secularizado. Si te callas y ofreces una
Iglesia "low cost", que no exija nada, entonces sí tendrás el apoyo y
el aplauso del mundo. Pero si dices algo, se te echarán encima con la
misma virulencia y odio que atacaron a los que, supuestamente, estaban
siendo más agresivos o directos a la hora de condenar las políticas
erradas de esta "cultura de la muerte", como la denominó San Juan
Pablo II. Monseñor Sturla tiene razón cuando afirma que lo que se
ataca no es ya lo que dice la Iglesia sino el derecho de ésta a
opinar. Y ante esto todos vamos a ser convocados al martirio, no sé si
al de la espada pero sí al de los ataques virulentos y las
descalificaciones. Lo de Montevideo es la prueba.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Multimedia


PARTE 1

PARTE 2

Bielli - Bernada