
En
una actitud que ningún pontífice jamás se había atrevido a tener en la
historia reciente de la Iglesia Católica, el Papa Francisco tomó
desprevenida a la Curia Romana y habló claramente sobre la necesidad de
un cambio en la cúpula del Vaticano. En un discurso proferido el pasado
22 de diciembre, el primer papa latinoamericano hizo público que no
siente en el equipo de la Santa Sede fidelidad a sus directivas y
solidaridad para con las perspectivas de su pontificado.
Los 2.300 curiales se dividen en tres grupos: los que están del lado de
Francisco, empeñándose en atender a sus indicaciones; los que no se
oponen pero se limitan a un trabajo burocrático, dejando la máquina
lenta; y, finalmente, aquellos profundamente contrarios a la forma de
actuar de Jorge Mario Bergoglio, su teología, su estilo de vida y su
propio magisterio.
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