.El episodio de la multiplicación de los panes
gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas
lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se
había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo
necesario para comer.
Según la versión de Juan, el primero que piensa
en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente
necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en
las necesidades básicas del ser humano.
Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre
los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo
sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el
mundo. Se necesita algo más que dinero.
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino
diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo
si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a
disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes
de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana
que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si
solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los
que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá
algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?
Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él
como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre.
Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos
al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta
lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e
hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo
hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.
Al compartir el pan de la eucaristía, los
primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al
mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más
necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de
Jesús.
José
Antonio Pagola
Ceb.SanFelipeySantiago comparte
comentario recibido de J. CEJUDO
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