Francisco visitó Bolivia
Victor Codina. No es fácil resumir en pocas líneas este viaje maratoniano de Francisco a Bolivia, donde la población se desvivió y lo recibió con gran calidez. El pueblo esperó durante horas para ver pasar el papamóvil por La Paz en un ambiente frío o para poder participar en la gran eucaristía de Santa Cruz. Había gran expectación, hubo emoción y lágrimas.
El pueblo boliviano demostró una vez más su ser sencillo y profundamente religioso, con una fe arraigada en siglos de tradición, que en algunos momentos incluso podía derivar en papalatría o en magia.
A nivel internacional
tal vez lo que causó mayor impacto fue la petición de Francisco de que las
diferencias entre países se resuelvan con un auténtico diálogo y añadió…
como en el tema del mar: no muros sino puentes. Pero sería injusto reducir el
mensaje papal al problema del mar. Hubo otros signos y otros mensajes.
Entre los signos está
evidentemente la cercanía al pueblo, los abrazos y besos a niños y ancianos, el
cariño con que fue acercándose a los privados de libertad en el penal de
Palmasola donde les dijo que para Dios no hay rejas y que la reclusión no
significa exclusión.
Otro gran momento
simbólico y profético fue la breve parada del Papa junto al lugar donde se
encontró el cadáver del sacerdote
jesuita Luís Espinal (1932-1980) acribillado a balazos, por predicar una fe
unida a la justicia. Francisco oró brevemente en aquel lugar y dijo que
“su compañero Espinal” predicó la libertad del evangelio, esto molestó y por
esto lo mataron.
La visita del Papa al 2º
Encuentro Internacional de Movimientos Populares también fue muy significativa,
pues demostró que la
Iglesia no solo apoya la lucha por “el trabajo, el techo y la tierra”, sino que
pone en estos movimientos de base, no en las elites, la esperanza de un cambio
social duradero.
Los mensajes del Papa
tuvieron una dimensión no solo eclesial, sino que Francisco salió de los muros
de la Iglesia a la calle y se dirigió a la sociedad civil. Seguramente su
alocución a los movimientos populares fue la más revolucionaria. No cayó en la
trampa de bendecir sin más el actual proceso de cambio ni de alinearse con la
oposición boliviana, sino que fue a la raíz de la actual situación
socio-política mundial y pidió
sustituir la lógica del descarte por la lógica de la inclusión,
propiciar un cambio no impuesto desde arriba sino fruto de una conversión que
desea otro modelo de sociedad y otro estilo de relación con la naturaleza.
Retomando las propuestas de Laudato si’ exhortó a una ecología
integral que cuide de las personas, de la familia y de la tierra. Criticó
duramente la idolatría del dinero que genera exclusión y descarte, y
animó a un nuevo paradigma de vida que no solo afirme el lema andino “no
mientas, no robes, no seas flojo” sino que integre a todos los excluidos
-niños, jóvenes, mujeres, indígenas, ancianos- hacia un desarrollo que respete
los valores de la dignidad humana y la riqueza de las culturas, al servicio de
los pueblos y en defensa de la madre tierra.
En este proceso de
cambio Francisco exhortó a los cristianos a jugar un papel determinante, ser
fermento y luz, anunciar la alegría del evangelio. Que los ministros y consagrados
escuchen al pueblo, no le hagan callar sino que se acerquen al
“santo Pueblo de Dios”. No se sientan de una casta ni de una elite
superior, recuerden sus orígenes y no sean capataces sino pastores. Hay que
acoger al pueblo, mostrarle la ternura y misericordia del Padre, curar sus
heridas, acompañarlo. Con sinceridad reconoció el Papa que la Iglesia había
participado en el genocidio de indígenas en la época de la conquista y pidió
por ello perdón a Dios. Pero reconoció que tanto ayer como hoy no han faltado voces proféticas
que se han distanciado del sistema colonial y han acompañado y defendido al pueblo
indígena.
Se puede resumir el
mensaje papal en estos puntos: acercarse con ternura al pueblo excluido,
anunciarle un evangelio que exige un profundo cambio personal, familiar, social
y ecológico, y denunciar las injusticias de un sistema que no va más y de una
ideología que descarta al pueblo débil y destruye nuestra casa común de la
tierra. Hay que volver a Francisco de Asís, hay que volver sobre todo al alegre
evangelio de Jesús.
Con Francisco, Dios ha
pasado estos días por Bolivia y nos ha dado un gran abrazo.
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