miércoles, 7 de octubre de 2015

HOMILÍA OFRECIDA A LOS ASISTENTES, EN OCASIÓN DE CUMPLIR 60 AÑOS SACERDOTALES, Dn. RAÚL SCARRONE.-



60º ANIVERSARIO ORDENACIÓN SACERDOTAL
A todos: gracias por estar y acompañarme en este día de fiesta y gratitud. El Papa Francisco hace poco ha dicho: “la fiesta es un invento de Dios. Festejar no es conseguir evadirse o dejarse vencer por la pereza, sino volver nuestra mirada al fruto de nuestro esfuerzo con gratitud y benevolencia.
Y decir: qué hermoso!Es Dios quien lo ha hecho posible!Dios mismo nos enseña a dedicar un tiempo a contemplar y gozar de lo que en el trabajo se ha hecho bien, porque la fiesta es una mirada amorosa y agradecida por el trabajo bien hecho…Y decir: qué bueno Dios lo ha hecho así”. En verdad esta es ya una larga historia y me es imposible abarcar todos sus momentos y circunstancias.

Recibí la fe como el mejor regalo de Dios para mí vida en un hogar cristiano, compuesto por mis padres comprometidos con Cristo y la Iglesia y 7 hermanos. Cuando fui ordenado sacerdote era muy joven, tenía 24 años y no podía hacerme cargo de lo que iba a venir y por donde Dios guiaría mis pasos. Lo más que podía hacer era confiar y esperar que era Dios quien me llamaba en Jesucristo, que Dios lo quería y que en consecuencia me daría su gracia y que era lo mejor para mi vida. Y así pobre y limitado me ordenó sacerdote en la Catedral de Montevideo, Mons. Alfredo Paccini.
En la 1ª Misa recuerdo dije que si después de muerto abrieran mi corazón, deseaba se encontrara una sola palabra que sintetizara lo que he sido y he querido ser y esa palabra es: SACERDOTE. Palabra que expresa, como dice el Papa Benedicto XVI, la audacia de Dios, que conociendo nuestras debilidades nos ha considerado capaces de actuar y presentarnos en su lugar, que confía tanto en nosotros hasta abandonarse en nuestras manos( con las que bendecimos, perdonamos, celebramos la Eucaristía y ungimos). Esa audacia de Dios es lo que se oculta en la palabra: SACERDOTE!!! No podía prever lo que había de venir, no conocía por anticipado los sucesos eclesiales como el Vaticano IIº ni lo políticos de todos estos años, pero sobre todo no sabía lo que había en mi. Tal vez pudiera sospecharlo. Los largos años de Seminario, antes de la ordenación, me habían servido para comprender al menos hasta cierto punto, que soy pobre, frágil y limitado y que no estaba a la altura que requería la tarea y el ministerio que asumía.
Mal podría saber entonces lo que me esperaba y había de venir. Pues mi vista no abarcaba los tiempos, ni toda la realidad, ni mi vida. No captaba en profundidad las exigencias de la  misión. No conocía la gente a la que iba a ser enviado ni lo que ellos esperaban de mí. Y sin embargo me decidí convencido de que Dios me enviaba, como otrora enviara a sus apóstoles: “ Vayan por el mundo entero”. Doy gracias a Dios porque Él en todo este tiempo no me ha abandonado.
Muchas veces me preguntan si volvería hacer lo que hice, si me volvería a ordenar sacerdote si naciera de nuevo, si volvería a tener el valor de responder: Presente!. A ningún hombre se le ha concedido vivir dos veces un mismo momento en su vida. No tiene sentido responder a esa pregunta y no porque me sienta inseguro del ministerio. Al contrario. Puedo decir que lo que comencé un día, es lo que ha llevado adelante la gracia de Dios en mí.
Él ha hecho que superando mis limitaciones y debilidades siga siendo sacerdote de su Iglesia. Si hiciera un examen de estos largos años no se de que parte se inclinará el fiel de la balanza. Pero no necesito hacer un examen, pues con gratitud y alegría, pongo mis 60 años de sacerdote en el corazón misericordioso de Dios. Y todo saldrá bien. Lo bueno que Dios ha hecho e incluso se ha dignado hacer por mi medio es lo que queda. Y todas las fallas, la rutina, miserias y faltas que he hecho caer por mi cuenta sobre el Sacerdocio- con o sin culpa- está ya absorbido por la misericordia de Dios.
Agradecido a la Iglesia y a quienes durante estos años de ministerio he significado o debería haber significado algo. Agradecido a aquellos que han acudido a mí en busca de la gracia de Dios y el perdón de Dios y a los que no haya servido de escándalo o tropiezo, agradecido a Dios y a su gracia que me permite decir después de tantos años: NO ME HE SENTIDO DEFRAUDADO!!!.  Y sepan que permanezcotodavía hoy con los ojos bien abiertos , asombrado aún por tanto amor como el Señor me regaló en aquel lejano 24 de setiembre de 1955.Puedo decir confío en Dios.”Dios que ha comenzado esta obra buena en mi Él mismo la llevará  a feliz término”.
Y también decirles a todos que me perdonen, si tantas veces me ahorré yo mismo, que estaba destinado como el pan para ser repartido y compartido. No sé cuánto tiempo más he de peregrinar por esta tierra hasta realizar lo que Dios ha dispuesto: puede durar mucho tiempo o acabar pronto.
Así como ignoraba, cuando fui ordenado el camino por donde Dios había de llevarme…Parroquia de la Aguada, Párroco del Reducto, Rector del Seminario, Obispo Auxiliar de Montevideo, Obispo de Florida-Durazno, Obispo Emérito, del mismo modo sigo ignorándolo hoy. Sigo siendo débil y limitado, pobre y desvalido como antes. Y seguramente lo seré más, pues no se adelanta sólo en madurez y experiencia de vida, sino que también uno se hace más viejo y el terreno que se ha cultivado mucho tiempo, no siempre está dispuesto a dar más fruto.
No sé lo que sucederá en el  futuro, pero sé que Dios siempre es fiel y llevará las cosas a buen término. Él es más grande que mi corazón. Mons. Oscar Romero, beato y mártir asesinado en El Salvador decía: “Durante nuestra vida realizamos una minúscula parte de esa magnífica empresa que es la obra de Dios. Nada lo que hacemos está acabado, lo que significa que el Reino de Dios está ante nosotros. Ninguna declaración dice todo lo que podría decirse. Ninguna oración puede expresar plenamente nuestra fe. Ninguna confesión trae la perfección, ninguna Visita Pastoral trae la integridad. Ningún programa realiza la misión de la Iglesia. En ningún esquema de metas y objetivos se incluye todo. Esto es lo que intentamos hacer: Plantamos semillas que un día crecerán. Regamos semillas ya plantadas, sabiendo que son promesas de futuro”
Mi vida la envuelve el misterio de Dios y bien se que nada hice que fuera mío. Yo ponía solamente el pan y el vino, mis palabras y mi cansancio pero Jesús las convertía en su Cuerpo y su Sangre.  Él sabe todas las cosas y sus dones no conocen arrepentimiento. Por eso lleno de confianza le digo: “Envíame, Señor”, haz que mientras es de día continúe en tu servicio. He sido servidor inútil y  mezquino ante lo que tú te mereces y he hecho muy poco. Dadas mis limitaciones, es probable no haga mejor las cosas en los próximos años, mejor que lo que he hecho hasta el presente. El Señor me ha mantenido en su servicio durante 60 años y por medio de su gracia siempre fiel, me seguirá manteniendo incesantemente.
Tengo confianza en la misericordia de Dios. Y a los jóvenes les digo que se atrevan a seguir este camino, a los seminaristas aquí presentes atrévanse. Yo me he atrevido y no me he arrepentido…Cuando comencé los tiempos no estaban más claros y despejados que ahora.
Dios me concedió la gracia realmente dichosa de ser su sacerdote o sea llamado a lo más grande que puede darse en este mundo: testimoniar la verdad de Dios en medio de las tinieblas de este mundo, anunciar el Reino de Dios en medio de la confusión de esta época, distribuir la gracia de Dios a un pueblo no santo, representar a la Iglesia de Dios en esta sociedad,  para que realmente sea el signo de que ha llegado la gracia de Dios y se ha sellado la Alianza Eterna entre Dios y los hombres, la que se apoya en la fidelidad de Dios y no en nuestras capacidades.
Ir a los hombres a decirles que no son de aquí, de su época sino de la eternidad. Qué hermosa misión asistir al comienzo y al final de la vida de los hombres, allí a donde al morir todos se escurren o desaparecen y no saben qué decir. Bendecir, perdonar, tener el valor de proclamar la Palabra de Dios una y otra vez, oportuna e inoportunamente.
Tener fe en este ministerio y realizarlo de nuevo cada día, pues no se nos ha dado en tal forma, que resulte imposible perderlo o no recibirlo tan de corazón, que este corazón pueda verse libre alguna vez de la tentación de amar más lo terreno que lo celestial. Si no lo abrazamos con todo el corazón puede a veces resultar pesada la soledad o sentir la impresión de estar predicando a oídos sordos y diciendo palabras que uno mismo corre el riesgo de no entender o de no vivir.
Este ministerio se puede vivir plenamente en la medida que es necesario conquistarlo día a día con todas las energías del propio corazón y más aún con la  gracia de Dios. Ser sacerdote es responder a un llamado inexplicable de Dios, pero por ser tan precioso es también más amenazado y difícil. Exige mucho, pero es Dios, es su gracia, su fidelidad y su llamado a seguirlo radicalmente. Dios es una suerte inmensa. No me arrepiento de lo vivido, con plena confianza vuelvo a tomar sobre mí el Sacerdocio y sé realmente que vale la pena porque Dios me mueve a ello y si El lo quiere todo llegará a buen fin.
La Madre Teresa de Calcuta decía: “No es cuestión de cuanto hacemos o lo grande que sea sino el amor con que lo hacemos. Como seres humanos a nuestros ojos nos parece muy pequeño, pero Dios es infinito- al dárselo a Dios- aquel pequeño acto se transforma en algo infinito”. Por eso sólo a  Él es a quien se debe lo que comenzó hace 60 años y todo lo vivido hasta hoy.
Pidan al Señor por mí, paraque por intercesión de María Sma. quiensiempre estuvo a mí lado cuidándome en este extenso trayecto, me conceda la eterna culminación del Sacerdocio y la vida en su gracia permaneciendo en su Amor.
Termino con unas palabras que me regaló un sacerdote amigo: “Amar, es conocerte un poco cada día más, Señor. Amar es comprender el misterio de tus largos silencios. Amar es andar el camino juntos, recorrer tu ayer para encontrarte en el hoy de mis contradicciones y proyectar tu sombra sobre la arena movediza del mañana. Amar, como los hombres a oleadas, yendo desde nuestro mar: confuso, revuelto, demasiado grande, hasta tu orilla mansamente, a besarla de nuevo cada día.”
Gracias a todos por estar hoy para ayudarme a dar a Dios,en esta Eucaristía, que sea una sentida y sincera acción de gracias. Diciéndole de nuevo mi SI al Señor, ese he querido decirle y no siempre se lo he dicho.
Ese SI que le dije hace 60 años, el primero de todos y sin embargo ahora, tan distinto!Y que nunca pierda la capacidad de maravillarme porque Dios siempre tiene algo nuevo para decirme.Sacerdos in aeternum: Sacerdote tuyo  para siempre.Gloria a ti, Cristo Sacerdote!!!.Que todo sea para tu honor y gloria.Amen

      (Obispo emérito Florida-Durazno)


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