LO MEJOR ESTÁ POR VENIR....!!!!!
1.La
tentación que nos ronda. A ciertas
edades, a la edad madura y a la tercera edad, la tentación más insidiosa y
terca es la de instalarse. Hemos afrontados los grandes retos de la vida: hemos
formado una familia, somos abuelos, hemos concluido nuestra tarea laboral y
estamos jubilados. ¿Qué grandes esperanzas, qué desafíos podemos tener por
delante? ¿Qué grandes cambios se pueden
verificar en nuestras vidas a nuestras edades con un estilo de vida de tantos
años? Esto puede conducir a una actitud de pasividad, tal vez inconsciente, que
lleva a pensar: “Que aprendan y luchen los jóvenes, los que están en buena
edad, que se comprometan ellos. Tenemos la tentación de “ir tirando”, del
conformismo; como se suele decir resignadamente: “nunca peor”… A lo sumo que se
siente uno obligado a pequeños retoques en la vida, a leves cambios, a otra
cosa no. Cuaresma es tiempo de apostar por algo nuevo. Esto significa la
“conversión continua” a la que nos invita Jesús.
2.“Este
es el momento oportuno”. El Evangelio nos presenta dos reacciones
contrapuestas a la invitación del Señor al cambio: Por una parte, el joven,
judío piadoso y cumplidor que quiere superarse, avanzar algo, pero sin pasarse;
le pregunta a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida
eterna?” Jesús le señala el decálogo. El joven confiesa que lo ha cumplido
desde la infancia. “Jesús le mira con afecto y le contesta: “Una cosa te falta:
ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el
cielo. Luego, ven y sígueme”. El hombre se aflige al oír esto; se va triste
porque es muy rico” (Mc 10,18-21). Jesús siente lástima de él. ¡Por su apego a
riquezas terrenas, “basura” para Pablo (Flp 3,9), pierde el tesoro del Reino
(Mt 13,44)1.¡Qué mal negociante! Mateo, rico también, a quien Jesús hizo la
misma invitación fue más sabio: Abandonó todo y siguió al Maestro. ¿Quién
hubiera llegado a ser el joven si hubiera aceptado la invitación de Jesús? Sin
duda, alguien significativo; con su negativa, se quedó en un donnadie; ni
conocemos su nombre.
El
evangelista Juan nos presenta una figura que es el reverso de la del joven: la
de Nicodemo. Como el joven, es un hombre justo, observante; es ya de la tercera
edad, pero tiene ansias de superación, busca, por eso le pide un encuentro a
Jesús; pero de noche, en privado, que no le comprometa ante sus compañeros, enemigos de Jesús. Es cobarde. Pero el
encuentro con Jesús le fortalece. Evoluciona hasta dar la cara por él en una
controversia con los sumos sacerdotes que han enviado a los guardias del templo
para prenderle; testimonia Juan: “Nicodemo interviene “¿Permite acaso nuestra
Ley juzgar a alguien, sin antes escucharlo y averiguar lo que ha hecho?” Le
replican sus compañeros: “¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de
Galilea no puede salir un profeta” (Jn 7,50-52). En el Calvario vemos a este
hombre que creía que, a sus edadades era imposible nacer de nuevo, renacido,
valiente, responsabilizándose del cuerpo de quien había sido ejecutado en una
cruz como un vulgar delicuente (Jn 19,39). He aquí un cambio milagroso en la
tercera edad por obra y gracia del Espíritu Santo (Jn 3,8).
3.“Estoy
a la puerta y llamo”. Sin duda ninguna, Jesús nos promete a
nosotros lo que prometió a los miembros de la comunidad de Laodicea: “Mira que
estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y
cenaremos juntos” (Ap 3,20). Jesús hace esta promesa no a ateos o agnósticos,
sino a miembros de una comunidad cristiana en los que se ha apagado un tanto el
entusiasmo. Si los de Emaús no le hubieran abierto hospitalariamente la puerta,
se hubieran quedado sin reconocerle, porque sólo le reconocieron al partir el
pan (Lc 24,31). No nos llamemos a engaño: la vivencia cristiana no es un oficio
que se aprende y se ejercita con fidelidad sin que haya cambio; estoy en una
oficina del ayutamiento y relleno del mismo modo los expedientes. La vivencia
cristiana se asemeja a la vida humana: ¡Qué cambios tan profundos entre la vida
de un niño y la vida de un adolescente y un joven! ¡Qué cambios tan profundos
entre la vida de un joven y la vida de un adulto, y entre la vida de un adulto
y la vida de un anciano! ¡Qué experiencias tan distintas en sus vidas! ¡Y qué
cambios en la vida de un cristiano que va pasando de cristiano rutinario, a
cristiano fervoroso y de cristiano fervoroso a cristiano santo! La vivencia
cristiana no consiste simplemente en la realización de un programa en que se
nos indica lo que hemos evitar y lo que hemos de hacer, y ya está. La vivencia
cristiana es una pasión que va creciendo, una amistad que va ganando día a día
en intimidad, en comunión y alegría. Si esta cuaresma, si la Gran Semana
Pascual que se avecina, son distintas, más encendidas que las del 2016,
entonces es señal de que vamos por el buen camino del Evangelio. Siempre se ha
dicho en la Iglesia: “No avanzar es retroceder”. El Papa Francisco nos ha
recordado enfáticamente: “El agua estancada se corrompe”. Hemos recordado
varias veces el ejemplo de Pablo que, a pesar de estar enteramente fascinado
por Jesús y haber sufrido lo indecible por suscitar y acompañar en el crecimiento
a tantas comunidades, escribe: “No es que ya haya conseguido el premio o que ya
esté en la meta; sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo
obtuvo para mí. Hermanos, yo no piens haberlo ya obtenido personalmente, y sólo
una cosa me interesa: olvidando lo que queda atrás y lanzándome a lo que está
delante, correr hacia la meta, para coger el premio al que Dios llama desde
arriba por Cristo Jesús” (Flp 3,12-14).
4.“Si
conocieras el don de Dios”. Jesús nos repite a nosotros lo que le dijo
a la Samaritana: “Si conocieras el don de Dios y el agua que te ofrezco, que se
convertirá en un manantial que salta hasta la vida eterna” (Jn 4,10.14)… Si
conociéramos lo que Jesús nos ofrece, la vida que sueña para nosotros, lo que
podemos llegar a ser, lo que podemos llegar a hacer, las experiencias nuevas,
hondas, inimaginables que podemos estrenar, enloqueceríamos de alegría y nos
lanzaríamos, como Pablo, como un atleta, a toda carrera para alcanzar lo que es
mucho más que una medalla de oro: la vida
en plenitud. Amémonos de verdad a nosotros mismos, sigamos las mociones del
Espíritu que nos impulsa hacia adelante, hacia más. Nunca es tarde; algunos
miembros de la comunidad han iniciado una vida nueva pasados los ochenta años. Si nosotros queremos, lo mejor está por
venir.
5.“Señor,
¿qué quieres que haga?”. El Señor es sorprendente; está dispuesto a
hacer milagros en aquel que tiene fe y los espera; puede hacer que, como
Nicodemo, “nazcamos de nuevo”, “tengamos un espíritu nuevo”. La actitud de la esperanza nos ha de llevar a
esperar de Jesús experiencias sorprendentes. Pero para ello hay que abrirle la
puerta: “Mira que estoy a la puerta llamando” (Ap 3,20). Hay que estar
dispuesto a dar lo qué nos pida; es preciso preguntarle como Pablo: “¿Qué
quieres que haga, Señor? (He 22,10); o como Teresa de Jesús: “Vuestra soy, para
Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?” No es cuestión de ofrecerle lo que
nosotros queremos, una ofrenda que a nosotros se nos ocurra y con ello
sentirnos cristianos generosos porque hemos hecho o hemos dado algo a lo que no
estamos obligados. Ese fue el grave error del joven joven del Evangelio al que
Jesús indica: “¿Quieres obtener la vida eterna? Vende lo que tienes, dáselo a
los pobres, y sígueme”. El joven estaba dispuesto a dar “algo más”, pero no a
lo que le pedía el Señor. A Jesús le dio pena. ¡Lo que perdió!...Un matrimonio
tiene un hijo con abundantes ingresos; con frecuencia obsequia a sus padres con
regalos. Tiene un hermano menor universitario al que le cuestan bastante los
estudios. Un día, al entregar un regalo a sus padres, éstos le advirten:
“Gracias por tu regalo cariñoso, pero ¿sabes cuál es el regalo que más te
agradecíamos? El que te preocuparas más tu hermano y le echaras una mano para
ayudarle en sus estudios”. Naturalmente le era más fácil gastar unos euros en
el regalo para los padres que gastar el tiempo en ayudar a su hermano. Afirma
Martín Luther King: “El egoísta ante un posible compromiso, se pregunta a sí
mismo cauteloso: “¿Qué me pasará si me comprometo? ¿Se me complicará la vida?
La persona generosa, por el contrario, se pregunta: “¿Qué le pasará al otro si
no me comprometo?”. Pero hay algo que, ciertamente, el Señor espera de
nosotros: Que crezca la calidad y la calidez de cuanto hacemos. No es sólo cuestión
de dar un beso y un abrazo. ¡Lo que va de los besos y abrazos hipócritas de dos
políticos que no se quieren en absoluto, a los besos y abrazos rutinarios de
compañeros, y a los besos y abrazos de dos enamorados! ¡Lo que iba de las
tareas domésticas de María de Nazaret a las de su vecina Raquel, por ejemplo!
Aparentemente eran las mismas, pero en realidad, en nada eran iguales. Jesús
espera de nosotros que crezcamos en la calidad
y en la calidez de todo cuanto
realizamos a lo largo de nuestra jornada. ¡Todo un reto permanente! Para acoger
el don del Señor de una vida renovada y sorprendente, es necesario que, en
estos días en que culminamos la cuaresma, nos preguntemos: “¿Qué está esperando
el Señor de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de cada uno de los
grupos, de nuestra comunidad San Pablo? Si lo realizamos con docilidad, habrá
milagro, sin duda; el milagro de quien siente una transfusión de vida. Y ello
conllevará un estallido de alegría pascual.
PARA
LA REFLEXIÓN, LA ORACIÓN, EL DIÁLOGO Y EL COMPROMISO
1º- ¿Qué comentario sobre la reflexión podría
compartir?
2º- ¿Vivo la vida como un proceso y no como
un programa cerrad
3º- ¿Creo de verdad en las sorpresas del
Señor? ¿Estoy abierto/a a ellas?
4º ¿Qué experiencias he vivido en
Cuaresma?¿Qué compromisos ha suscitado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario