CADA UNO DE NOSOTROS, SOMOS
MORADA DE LA TRINIDAD.-
L a docilidad de la Palabra es expresión y fuente de amor, y éste hace
que el verdadero discípulo de Jesús se convierte en templo espiritual donde
Dios habita y recibe culto en espíritu y en verdad, pues el Señor no
circunscribe ya su presencia exclusivamente al espacio material de un
santuario. Así, la ausencia de Cristo se
verá compensada en los suyos con una presencia más plena que la meramente
física, “ en la carne”, como señalan los vv. 21-23. Más todavía, esa inhabitación
o morada del Padre y de Jesús en el creyente se convierte en trinitaria, pues
se completa con la presencia dinámica del Espíritu Santo. La des-aparición” es,
pues, mas bien motivo de gozo y paz, frutos del Espíritu.
LA COMUNIDAD es morada de Dios y lo es también el corazón del
creyente Jesús habla de “morada”,
domicilio, no posada, lugar de paso, ni presencia esporádica, sino lugar de
inhabitación permanente.
Jesús revela que el verdadero lugar de la presencia del Señor no es el
templo muerto, sino el templo y el
sagrario vivo es el ser humano
(Jn.3,21) Nosotros estamos en Él y Él
está en nosotros, como la esponja en el
agua. (Hch. 17,27)
Criticaban piadosos parisinos al abbe Pierre
porque había acogido en el templo a una
familia sin techo en una noche aciaga. Ël replicó: ¿Qué templo merece más
respeto el templo de ladrillos o el templo de carne y hueso que es la persona
humana?. Los pobres, templos vivos, han
honrado con su presencia el templo muerto”.
Cuando
Jesús dice; que la Familia divina pone su morada en el corazón del hombre hay
que tomar sus palabras con toda seriedad, Jesús que desacraliza el templo
matrerial, congra al hombre y a la
comunidad de personas como templos de Dios vivo (Jn.
14,21-24). Qué la comunidad es templo
de Dios es una afirmación reiterada en la Biblia, sobre todo en el Nuevo
Testamente. Escribe Pedro “ cómo piedras vivas vamos entrando en la
construcción del templo espiritual” (1P2,5) Pablo llama a la iglesia, a la comunidad “domicilio de Dios” Jesús
nos promete “Donde hay dos o más
reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos. (Mt. 18.20).
En el corazón del ser humano está la Familia trinitaria, porque las
personas divinas están siempre inseparablemente unidas.
Comentario de Atilano Alaiz, del lunes 5° correspondiente a la Semana de
Pascua.
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