miércoles, 10 de mayo de 2017

DETODASPARTESVIENEN, de Chile Agustín CABRËc.m.f.. JESÚS NO MURIÓ FUE ASESINADO, quede claro, RESUCITO...?

Una celebración para la risa

 La liturgia para celebrar la resurrección de Cristo se ha vuelto una celebración en la que casi no se nota la alegría por este acontecimiento que se acepta por la fe y se acompaña de luces, pregón pascual, toque de campanillas…y huevos de chocolate. Y, en realidad, poca alegría. Todo demasiado formal.
No se ve la explosión colosal del gozo al comprobar que la muerte no tiene la última palabra.

Todo lo hemos descremado en nuestras expresiones religiosas, como si a dios no le gustara reírse. Como si diera lo mismo triunfar sobre los miedos y los traumas o quedar sometidos a ellos.
La feligresía canta eso de “resucitóoooo, resucitóoooo” pero con tan pocas ganas que se llega a dudar de la seguridad de su fe. Nos hemos acostumbrado a la rutina de la semana santa y de la feliz noticia de la resurrección.
Falta la “risa paschalis” (la risa de la Pascua), esa actitud que era parte de la ceremonia en épocas pasadas. Se debía contar un chiste que provocara las carcajadas de la comunidad reunida, durante la predicación u homilía. Así se demostraba el gozo de la resurrección, aunque el método era bastante ingenuo. Era una invitación a reírse del diablo en su propia cara.
¿Pero ahora, quién se alegra, realmente, por la resurrección de Cristo? ¿Habrá que indicar a los pastores y curas que se aprendan un buen chiste para animar a la concurrencia?
Por otra parte, dice el texto bíblico que los apóstoles y discípulos salieron a gritar por las calles lo que había acontecido y que las autoridades les prohibieron hacerlo bajo pena de cárcel y azotes.
¿Alguien hoy día sería encarcelado por proclamar en las calles y las asambleas, la fe en la resurrección?
¿Alguien, hoy día, cree en serio este dato de nuestra fe, si nadie ha visto que un muerto vuelva a ESTA vida?
Porque ahí está el chiste: no se trata de regresar a la misma vida sino que se resucita en una nueva dimensión. La vida que brota desde una semilla no regresa para ser una semilla más grande, sino que se convierte en una planta. Sigue la vida pero en diversa forma.
Este debe ser el mejor chiste que hizo dios al desarmar la trama del diablo quien esperaba que nada cambiara. Resucitando, dios hizo la jugada maestra y dejó K.O a todos los que apostaban por la muerte.
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SEMANA SANTA PARA DESCONTENTOS (Primera parte

El trauma pacifista del cristianismo –que nos hace tomar distancia de todo lo que haga ruido- ha creado una catequesis bastante ñoña para acompañar las lecturas del evangelio.
Se habla de “la muerte de Jesús” en lugar de decir el asesinato de Jesús; se dice que echó a los mercaderes del templo en lugar de decir que los agarró a chicotazos; se dice que hay que respetar a las autoridades aunque sean indignas sin recordar que Cristo trató de animal dañino al rey Herodes, un monigote impuesto por los invasores romanos.
Ninguna enseñanza se saca de las palabras y la actitud de Jesús frente al templo, lo más sagrado que tenía la religión judía: era la entidad que concentraba el cumplimiento religioso y las exigencias económicas. Jesús llamó a derribar ese templo que no tenía ninguna presencia divina y llamó a reconocer el verdadero templo que era la persona humana, hecha a imagen y semejanza de la divinidad.
Pero la cristiandad no ha aprendido esa lección. Cuando cae un templo físico a causa de un derrumbe, la noticia aparece en los periódicos con caracteres alarmantes. Cuando desaparece una persona a causa de cualquier violencia, la nota quizá figure como dato necrológico para satisfacer la curiosidad de los lectores.
Hemos distorsionado el evangelio.
Se predica abundantemente acerca de los discípulos que siguieron a Cristo (la mayoría más por interés que por cariño) pero se habla poco de los que lo persiguieron porque les derribaba todo el escenario en el que actuaban: las autoridades religiosas, los maestros de la ley, los fariseos que representaban la perfección en el cumplimiento de lo que estaba mandado por Moisés; es decir, los clanes religiosos y doctos.
Las predicaciones cristianas (de evangélicos y católicos) se centran en que Jesús derramó su sangre en sacrificio para aplacar la ira de dios sobre el mundo. Pero…¿desde cuándo dios necesitaba sangre para superar su rabia? Una enseñanza así es una abierta blasfemia que las catequesis toleran sin ningún sentido crítico. Escucho a pastores protestantes y dicen lo mismo que los curas y catequistas católicos en este aspecto.
Pero cuando se abren los evangelios y se leen sin delirios místicos, se encuentra con que las razones que las autoridades dieron para asesinar a Jesús fueron de otra índole: “Conviene que muera por el bien del pueblo, porque no es amigo del César”; “este hombre solivianta a las masas”.
Jesús era un peligro para el poder político y religioso.
Hoy día ¿es Cristo y su mensaje un peligro para esos poderes que continúan enseñoreados sobre el pueblo?
Parece que no. Un cristianismo light ha venido a suplantar ese grito formidable del Nazareno: ¡He venido a traer fuego a este mundo y lo que quiero es que no pierda su ardor!

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