jueves, 31 de agosto de 2017

EDITORIAL DE UMBRALES (digital), de Pbro. Pablo BONAVÍA.-

“No te olvides de los pobres”
“No te olvides de los pobres” le habría dicho el Cardenal Claudio Hummes a Bergoglio minutos antes de ser  elegido como Papa. Esta anécdota fue revelada cuando él mismo explica las razones por las que opta por el nombre del santo de la pobreza para su pontificado: “Quiero una Iglesia pobre y para los pobres”. Una frase tan particular tiene la virtud de elevarse por sí misma como fiel y sencillo reflejo de la visión que Francisco tiene sobre nuestra Iglesia. Al mismo tiempo es una frase intelectualmente exigente.
¿Qué es lo que realmente significa una Iglesia por un lado pobre y por otro lado para los pobres? Las preguntas se suceden en cataratas: ¿acaso la pobreza no es mala en sí misma? ¿se puede servir a los pobres desde la pobreza? ¿no es acaso excluyente con los no pobres? Para responder a estas preguntas presentamos este número especial de la Revista Umbrales enfocado en el propósito de esta frase. Lo haremos desde dos ángulos diferentes. El primero es el ángulo de la reflexión y el análisis más académico, donde contamos con dos artículos centrales referidos al tema. El segundo es el ángulo de las experiencias en concreto, esto es, de
cómo la Iglesia también va haciendo camino en estas materias por medio de las opciones radicales de vida de algunos de sus miembros.
En este caso, queremos reunir en la figura del Padre Cacho, a tantos miles de laicos y laicas, consagrados y consagradas que dieron testimonio de su fe y de su santidad haciendo una opción por los más pobres y los menos privilegiados.
Sabemos que en este propósito de vivir junto a Francisco una Iglesia pobre y para los pobres, contaremos con múltiples obstáculos así como un número no menor de detractores. Algunos de ellos preferirán hacer mención a argumentos conservadores para decirnos que pobres ha habido siempre y que la peor manera de ayudarlos es justamente saliendo a su auxilio. Otros recurrirán a argumentos teológicos primitivos del tipo que la pobreza es obra de Dios para justificar las acciones de reparación caso de las limosnas. Unos terceros preferirán tildar al Papa y sus seguidores de “populistas” cuando no una suerte de infiltrados marxistas que solo buscan el odio de clases. Pero mientras eso sucede, los signos positivos y esperanzadores no dejan de aparecer. A nivel teológico, podemos mencionar todos aquellos esfuerzos por comprender e interpretar el Evangelio a partir de la realidad poniendo en el centro
a aquellos que sufren de tantas injusticias. A nivel eclesial, son signos esperanzadores los llamados a consolidar una Iglesia sencilla y misionera. O tener un Papa que prefiere vivir en una humilde habitación de un convento antes que en un señorial palacio. O tener hombres y mujeres santos como Cacho, convencidos del encuentro con Jesús mediante el rostro del sufriente. Son signos esperanzadores a nivel social las miles de experiencias en todo el mundo que buscan organizar a los sectores más sumergidos mediante estrategias de asociatividad
y economías solidarias. Son signos esperanzadores a nivel político los esfuerzos por reducir la pobreza y marginalidad, por reducir las inequidades en la distribución de las riquezas, por avanzar en la integración territorial, en logros habitacionales, en el acceso a una alimentación sana y una educación de calidad para todos.
Esperamos entonces que este número especial contribuya a problematizar este llamado tan significativo de Francisco para nuestra Iglesia en un momento histórico donde esta dimensión se vuelve de fundamental importancia para comprender al pobre no como objeto sino como sujeto y a la pobreza no solo como....

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