La
curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos para urgir a las
comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo así seguirán a
Jesús por el camino del Evangelio. El relato es de una sorprendente actualidad
para la Iglesia de nuestros días.
Bartimeo
es «un mendigo ciego sentado al borde del camino». En su vida siempre es de
noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No puede seguirlo.
Está junto al camino por el que marcha Jesús, pero está fuera. ¿No es esta
nuestra situación? ¿Cristianos ciegos sentados junto al camino, incapaces de
seguir a Jesús?
Entre
nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta luz para seguir su
camino. Ignoramos hacia dónde se encamina la Iglesia. No sabemos siquiera qué
futuro queremos para ella. Instalados en una religión que no logra convertirnos
en seguidores de Jesús, vivimos junto al Evangelio, pero fuera. ¿Qué podemos
hacer?
A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de
él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Este grito repetido con fe va a desencadenar
su curación.
Hoy
se oyen en la Iglesia quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas
descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego. Se
nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta Iglesia. No percibimos su
presencia cercana. Solo creemos en nosotros.
El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús, que le llega a
través de sus enviados: «¡Ánimo, levántate, que te llama!». Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos
mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional.
Volver a Jesús, que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.
El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide
levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su
corazón solo brota una petición: «Maestro, que recobre la vista». Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que
el ciego recobró la vista y «le seguía por el camino».
Esta
es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que
puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos
su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos
apasionamos con su proyecto de un mundo más humano, la fuerza de Jesús nos
arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndolo de
cerca.
José Antonio Pagola
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