sábado, 10 de noviembre de 2018

Dgo 32. LAS MONEDAS DEL CORAZÓN NO HACEN RUIDO

La reflexión bíblica es elaborado por Adroaldo Palaoro , un sacerdote jesuita, al comentar sobre el Evangelio del 32º Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo B(11/10/2018) correspondiente al texto bíblico de Marcos 12.38 a 44 .
Nos encontramos en los últimos versículos del cap. 12 de Marcos; sólo tenemos, por delante, el discurso escatológico del cap. 13 y el relato pascual. Jesús, una vez más nos enseña. Aunque el relato de este domingo se reduce a pocos versículos, tiene una profundidad enorme. Es el mejor resumen que se puede hacer del evangelio. La simplicidad del relato esconde el mensaje más profundo de Jesús: toda la parafernalia religiosa externa no tiene ningún valor espiritual; lo único que importa es el interior de cada persona. 
Vivimos la cultura de la superficialidad y de la apariencia y perdemos el camino del corazón; carecemos de interioridad, carecemos de humanidad.
Este simple relato deja clara la crítica de Jesús a la religión de su tiempo (y la de todos los tiempos). En él se destaca la diferencia entre religión y religiosidad, entre cumplimiento de normas y vivencia interior, entre los ritos programados y la experiencia de Dios. Todavía no hemos aprendido la lección. Hoy continuamos dando más importancia a la externa actitud interior . A la religión continúa interesándole más que seamos fieles a la doctrina, a los ritos ya las normas. Y la verdad es que nosotros mismos seguimos dependientes de la vanidad y de la apariencia y no de la actitud vital, de donde fluye nuestra vida.
La crítica de Jesús a los escribas es dura, pues desenmascara la falsa religiosidad de ellos. En vez de orientar al pueblo a buscar la gloria de Dios, atraen la atención de las personas hacia sí mismos, buscando su propio honor.
Pero hay algo que, sin duda, duele más aún en Jesús que este comportamiento fantasioso y pueril de ser contemplados, saludados y reverenciados. Mientras aparentan una piedad profunda en sus largas oraciones en público, se aprovechan de su prestigio religioso para vivir a costa de las viudas, las personas más débiles e indefensas de Israel según la tradición bíblica.
Es inútil querer hacer bella figura delante de Dios, pensando que Él se deja impresionar por las grandezas humanas. El Reino de Dios subvierte las categorías humanas. Así, lo que es grande a los ojos humanos, es despreciable para Dios. Y viceversa: lo que deprecia el mundo, encuentra valor en los ojos de Dios . 

Pero Jesús, que acaba de criticar tan severamente los "drivers" del templo y de la religión, también descubrir la riqueza espiritual que manifiesta una viuda pobre, y reconoce que la forma en que su acto debe ser una referencia para todos, ya que es un reflejo de su actitud hacia con Dios. Distante de todo cálculo mezquino, se deja llevar por los sentimientos más nobles. Jesús descubrió en aquella mujer una actitud espléndida: el comportamiento de alguien que espera todo de Dios.
Precisamente, esta viuda va a desgarrar (quitar el velo) de la religión corrupta de los dirigentes religiosos. Su gesto pasó desapercibido a todos, pero tocó la sensibilidad de Jesús.
El Evangelio nos dice muy poco sobre ella; sólo nos dice que, si bien en muchos ojos que pasa desapercibido, la mirada de Jesús , en el contrario, encuentra y eleva.
Estamos aquí en frente de una mujer sin nombre, que no sabemos si joven o viejo, sólo se sabe que era una viudaque vivía pérdidas. Y Jesús nos hace mirar la magnitud, la generosidad de esta mujer en medio de su pobreza y cómo se involucra en el don de la entrega. Su atrevido gesto la hace abierta, vacía y disponible para dejarse conducir por una Vida mayor, para confiar en la bondad del Misterio.
No es una mujer que anda escondida en el anonimato, para que nadie la vea poner su ofrenda. No se está esquivando la mirada de los demás. No le da vergüenza a poner algo en la caja fuerte, o se siente grande para poner todo lo que tenía .
Esta viuda no buscó honores ni prestigio alguno; de manera callada y humilde. No piensa en explorar a nadie; por el contrario, da todo lo que tiene porque otros pueden necesitar. Según Jesús, ella dio más que todos, pues no da de lo que le sobraba, pero "ofreció todo lo que tenía para vivir".
"Muchos ricos depositaban grandes cantidades". Las monedas eran depositadas en una especie de embudos enormes, colocados a lo largo del muro del Templo. La amplia boca del embudo de bronce permitía lanzar las monedas de cierta distancia, haciendo mucho ruido al caer. Los ricos podían oír con orgullo el sonido de sus monedas al chocar con el metal en el interior de la caja fuerte. Lo que la viuda depositó fueron dos moeditas del más bajo valor de la época y que no emitían sonidos al pasar por la boca del embudo. 
Era necesario tener un oído bien apurado para descubrir ese gesto silencioso de una mujer que vive como ofrenda, porque no retiene nada para sí.
Pero Jesús, con su sensibilidad aguda, llama a sus discípulos para observarla, pues difícilmente encontrarán en el ambiente del Templo un corazón más generoso y más solidario con los necesitados. Gente sencilla que podrá enseñarles a vivir el Evangelio.
¿Por qué la viuda gesto tanto llamó la atención de Jesús? Es que Él tiene otra lógica para mirar los acontecimientos, no tiene una visión codiciosa, ni mercantilista. Él ve más allá de las apariencias y descubre la generosidad y el desprendimiento de esa pobre mujer que entrega todo lo que tenía.
Jesús se ve afectado por la gratuidad del gesto: ella tenía entre las manos dos monedas y no dudó, ni calculó cuánto le darían a plazo fijo si se invirtiera en un seguro de vejez o en el ahorro de la Caja. Le pareció que era mejor invertir todo en una sola carta, la de la entrega, la de la totalidad, y toda ella estaba entera en su elección tan arriesgada. Toma la decisión temeraria de depositar en la caja fuerte del templo, y de una sola vez, las dos moeditas que era todo lo que tenía para vivir.

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