Gracias, inolvidables
amigos Eduardo y Cristina, por la noticia del encuentro cara a cara con el
Señor Jesús de nuestro querido hermano Kunitzki. Por supuesto, comparto los
elogios que le dirigís, y lo hago con más razón que vosotros ya fui testigo más
cercano de esas sus actitudes de un religioso cabal, de pastor entregado, de un
sacerdote muy fraterno. Confieso mi admiración por su progresiva conversión, de
la que he sido testigo muy cercano. Basta este pequeño ramillete en su memoria;
podría ser toda una gran corona; pero ya habrá quien se la haga. ¡Misión
cumplida! ¡Bienaventurado él! No hay que desearle que descanse en paz, porque
ya descansando está.
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