Perro guardián en la santa casa de la Tradición
La Jerarquía
Cuando un alcalde o un ministro promulga una ordenanza, limita
con ello la libertad intangible de los ciudadanos. Sin embargo en
general, éstos están dispuestos a aceptarlo. Y no sólo por las multas,
sino porque ellos mismos les dieron poder para limitar su libertad,
en provecho del bien común, en algunos casos determinados. Esto es
inherente al hecho de elegir e instalar una autoridad. Pinocho –o un
títere cualquiera– no puede promulgar decretos, por mucho que lo
que quisiera ordenar sirva al bien común, porque nadie le ha dado
mandato para ello.
La jerarquía -concepto que abarca al Papa, su curia vaticana
y los obispos- promulga ordenanzas, manda y prohibe, y al hacerlo
limita el bien santo e intangible de la libertad de los creyentes. Dado
que todos los seres humanos son iguales en derecho y que cada cual
tiene el derecho intangible a la libertad personal, ésta sólo puede ser
limitada por las personas investidas de autoridad a condición de que
los fieles estén de acuerdo con ello, y no por temor a las penas, sino
por la legitimación que han alcanzado en su buena gestión del bien
común. Por lo general, esa autoridad dicta decretos y actúa con las
mejores intenciones, porque sólo busca el bien del pueblo cristiano;
pero esto no implica que sus ordenanzas vayan a servir siempre efectivamente
a ese bien, pues también pueden dañarlo.
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