miércoles, 14 de julio de 2021

IHU. Adital.--NUNCA ANTES EN VIDA DEL PAPA SE HA HABLADO DE SU SUCESOR INMEDIATO, con tanta insistencia...-

 Ni una sola línea dedica al futuro cónclave. Y, sin embargo, dos libros gemelos recientemente publicados en Italia terminarán allí mismo, inexorablemente.

El comentario es de Sandro Magister, publicado por Settimo Cielo, 13-07-2021. La traducción es de Luisa Rabolini.

La primera se titula La Chiesa brucia (La Iglesia arde) y la segunda Il gregge smarrito (El rebaño perdido). Ambos diagnostican un mal estado de salud de la Iglesia, con un marcado empeoramiento durante el actual pontificado.

Pero sus autores no son de ninguna manera opositores del Papa Francisco. El primer libro está firmado por Andrea Riccardi, historiador de la Iglesia y fundador de la Comunidad de Sant'Egidio, muy escuchado por el Papa que a menudo lo recibe en audiencia privada y le confía - entre otras cosas - la dirección de la cumbre interreligiosa escenográfica presidida por el propio Francisco el pasado 20 de octubre en la Piazza del Campidoglio. El segundo libro está firmado por una asociación recién nacida llamada "Essere qui", cuyo número uno es Giuseppe De Rita, de 89 años, fundador de CENSIS y decano de sociólogos italianos, así como protagonista de un período de catolicismo postconciliar que tuvo su evento clave en 1976 en una gran asamblea de la iglesia sobre "Evangelización y promoción humana".

En su libro, a De Rita le gustaría devolver a la Iglesia de hoy a las directrices de esa convención distante, a diferencia -en su opinión- de lo que hicieron Juan Pablo II y Benedicto XVI,que habrían insistido innecesariamente sólo en la evangelización, descuidando la promoción humana y la red de relaciones sociales.

Mientras tanto, sin embargo, no sólo la secularización redujo gran parte del catolicismo, sino especialmente enOccidente, sino que difundióesa evolución antropológica que cambió radicalmente la idea de nacer, generar, morir, de libre albedrío en suma, la idea misma de ser humano,muy alejada de la de la Biblia, magistralmente destacada por lo que es quizás el documento más hermoso producido por la Santa Sede en los últimos años, firmado por la Pontificia Comisión Bíblica y titulado"Che cosa è l'uomo?" (Qué es el hombre).

Sobre el desafío planteado por esta revolución antropológica y sobre la Respuesta de la Iglesia,hay poco o nada en ambos libros. Su horizonte analítico es estrecho, cuando en cambio la apuesta es inmensa, análoga a la del cristianismo de los primeros siglos, que, sin asimilar ni separarse del mundo circundante, en gran medida extraño y hostil,supo entrar en una relación fuertemente crítica con él, ejerciendo al mismo tiempo una extraordinaria influencia cultural en la sociedad, en el sentido cristiano.

Cabe señalar que el autor del primer libro, Riccardi,es también uno de los miembros más destacados de la asociación"Essere qui"que firma el segundo libro, junto a otras personalidades como Romano Prodi,ex presidente de la Comisión Europea y ex jefe del gobierno italiano, Gennaro Acquaviva,articulador del partido socialista del concordato de 1984 entre la Santa Sede e Italia, Ferruccio De Bortoli,ex director del principal periódico italiano, el"Corriere della Sera".

Todos proponen como un "think tank" ofrecido a la Iglesia a su manera. Sin criticar nada del pontificado actual, pero ni siquiera exaltarlo. Hablan poco y evasivamente, como si estuvieran lejos de ser una parábola que ha llegado a su fin. Que es exactamente su premisa para razonar sobre el futuro papa.

La posición de Francisco ya es conocida. Tiene sus favoritos para la sucesión. El primero es el cardenal filipino, en parte chino por su madre, Luis Antonio Gokim Tagle,alcalde de "Propaganda Fide" y por lo tanto uno de los cardenales más conocidos del mundo.

Para Tagle,se discute, existe el obstáculo de la edad. Tiene 64 años y, por lo tanto, podría tener a los cardenales electores para que apostaran por él. Pero, sobre todo, se considera demasiado cercano a Jorge Mario Bergoglio para no verse afectado por tantas intolerancias hacia el pontificado actual, que inexorablemente saldrá a la ver en un futuro cónclave.

Es por eso que Tagle ha estado fuera del radar durante algún tiempo, élque en los primeros años del pontificado actual había sido tan activo y participativo. Se mantiene prudentemente a raya, sobre todo ahora que el pontificado está llegando a su fin y sus defectos son cada vez más evidentes.

En particular, Tagle en el suelo acalló esa interpretación del Concilio Vaticano II como ruptura y nuevo comienzo, que aprendió durante sus estudios de teología en Nueva York en la escuela de Joseph Komonchak,y luego colocó en papel, con su firma, en un capítulo clave en la historia del Concilio más leído del mundo, producido por la llamada "Escuela de Bolonia"fundada por el Padre Giuseppe Dossetti y Giuseppe Alberigo.

Otro cardenal querido por Francisco es el arzobispo de Múnich y Freising Reinhard Marx,de 68 años, asociado en 2013 por el papa al pequeño grupo de cardenales llamados a asistirle nogover en la Iglesia universal y promovidos en la curia a la presidencia del consejo para la economía.

Es cierto que el "camino de la campana" iniciado en Alemania, con Marx entre los promotores, angustia seriamente a Francisco, por sus objetivos explosivos. Pero el papa sigue estando cerca de este cardenal, tal vez calculando usar su ayuda para detener la deriva.

Marx,sin embargo, tiene todo el aire de querer jugar solo y distanciarse de una cercanía con Bergoglio que podría perjudicarle en un cónclave. Dejó la presidencia de la conferencia episcopal alemana y, sobre todo -asumiendo una responsabilidad colectiva de los obispos en el escándalo de los abusos sexuales- ofreció su dimisión como arzobispo de Múnich y Freising.

El papa lo rechazó,pero la maniobra del cardenal fue interpretada por algunos observadores como el fin precisamente de la auto-candidatura de Marx a la sucesión, naturalmente para un pontificado que marca la drástica superación del "catolicismo romano",en deferencia al complejo secular antirromano de la Iglesia católica de Alemania,siempre tentado por una asimilación al protestantismo.

Luego están los cardenales que son menos apreciados por Francisco. Angelo Becciu es tan indigesto para él que el Papa lo despojó brutalmente hace diez meses -sin ninguna explicación y antes de cualquier proceso regular- de todos los "derechos" del cardenalato, incluido el acceso al cónclave.

Pues bien, Becciu nunca fue precisamente un buen jugador, pero sí un gran votante sí, también gracias a su participación en la red internacional de cardenales y obispos amigos del movimiento de los Focolares,uno de los lobbies eclesiásticos más funcionales para dirigir el consenso. Al sacar a Becciu del juego con ignominia, Francisco,de hecho, también desarmó la red que se refería a él.

Pietro Parolin es otro de los cardenales que Bergoglio ayudó a eliminar de la lista de candidatos elegibles. Pero, propiamente hablando, Parolin ya ha luchado solo para decepcionar a quienes inicialmente lo vieron como un posible sucesor, capaz de llevar el barco de la Iglesia de vuelta a la dirección correcta en la tormenta creada por el Papa Francisco,corrigiendo las derivas sin traicionar su espíritu.

De hecho, viendo el marasma en el que la secretaria de Estado acabó bajo su gobierno,es difícil imaginarla capaz de gobernar la Iglesia, que es una realidad incomparablemente más amplia y compleja. Por no hablar de la cadena de éxitos de sus iniciativas diplomáticas, especialmente con China.

Entre los moderados hay quienes quisieran ver en la silla de Pedro a un cardenal como el húngaro Péter Erdo, de 69 años, arzobispo de Esztergom y Budapest y durante diez años presidente del consejo de conferencias de obispos católicos de Europa,muy apreciado por muchos también por haber guiado con sabiduría y firmeza la resistencia a los defensores del divorcio y la nueva moral homosexual, en el doble sínodo sobre la familia de la que fue relator general.

Dentro de dos meses, Erdo presidirá el 52º Congreso Eucarístico Internacional en Budapest y el papa Francisco estará presente para celebrar la misa de clausura el 12 de septiembre. Esta sería una excelente oportunidad para iluminarlo como una personalidad prominente del colegio cardenalicio, con muchos talentos para ser elegido papa.

El hecho, sin embargo, es que Bergoglio inventó todas las excusas para quitarle la importancia de su viaje a Budapest y mantener en la sombra a este posible, pero sobre todo temido, sucesor. Primero añadió y luego extendió su visita a la vecina Eslovaquia a cuatro días, y así redujo su presencia en el congreso eucarístico a una escala apresurada, visiblemente sostenida hasta disgusto.

Ciertamente, un sucesor como Erdo volvería a poner al papado en los pasos de Juan Pablo II y Benedicto XVI, es decir, aquellos dos papas que habrían interrumpido -según los dos libros citados al principio- el feliz entrelazamiento entre Iglesia y sociedad, entre "evangelización y promoción humana", del primer período postconciliar.

Porque, por otro lado, Riccardi y sus socios tendrían el candidato adecuado. Se trata del cardenal Matteo Zuppi,de 66 años, arzobispo de Bolonia y bisnieto de otro cardenal, Carlo Confalonieri (1893-1986), que también fue secretario del Papa Pío XI,pero sobre todo cofundador, con el propio Riccardi,de la Comunidad de Sant'Egidio,posiblemente el lobby católico más poderoso, influyente y ubicuo de las últimas décadas en el mundo.

Como asistente eclesiástico general de la Comunidad de Sant'Egidio y párroco de la basílica romana de Santa Maria in Trastevere hasta 2010, así como obispo auxiliar de Roma desde ese año, Zuppi se ha movido en el centro de una red sin precedentes de personas y eventos a escala planetaria, tanto religiosos como geopolíticos, desde los acuerdos de paz en Mozambique de los años 1990-92 hasta el actual apoyo al acuerdo secreto entre la Santa Sede y China,desde reuniones interreligiosas en Asís hasta "corredores humanitarios" para inmigrantes de África y Asia a Europa.

Adaptándose como camaleón a los dos pontificados de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, con Francisco la Comunidad de Sant'Egidio alcanzó su punto máximo, con Vincenzo Paglia a la cabeza de los institutos vaticanos para la vida y la familia, con Matteo Bruni a la cabeza de la sala de prensa y especialmente con Zuppi,ascendido a jefe de la arquidiócesis de Bolonia,cardenal establecido y ahora también candidato a la presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana.

Desde ahora hasta su elección como Papa, el progreso no está de ninguna manera garantizado, pero está seriamente en el orden de las cosas. Más aún con un confuso colegio de cardenales electores, de sentimiento incierto y fácil de guiar, por un lobby esta vez no cardinalicium - como la legendaria "mafia" de San Gallo que habría propiciado la elección de Bergoglio - pero sin duda más influyente y decisivo, que tiene el nombre, con razón, de Comunidad de Sant'Egidio.

A Zuppi le gusta que lo definan como "cardenal de la calle", ya que en el documental ya ha puesto en circulación, y tuvo la astucia de firmar el prefacio de la edición italiana del libro a favor de la comunidad LGBT del jesuita Santiago Martín,muy apreciado por el Papa Francisco.

Pero aquí está el punto. Como lo demuestran los dos libros citados anteriormente, ha llegado el momento de tomar distancias del Papa a cambio,si hay una pretensión de sucederlo. Después de burlarse de él de todos los favores, el lobby de Sant'Egidio decidió entregar a Francisco a los archivos. La Iglesia arde, el rebaño se pierde, es hora de un nuevo Papa. Los dos libros trazan su perfil a su manera. Lástima que el vacío programático de ambos, frente a los verdaderos desafíos que la Iglesia está llamada a enfrentar hoy, no le ayude.

 

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