Tampoco hizo referencia alguna al 1º de Mayo, Día Internacional del Trabajo, que iba a celebrarse apenas una semana después, ni a las principales reivindicaciones de la clase trabajadora. Demostraba así insensibilidad hacia los graves problemas que dicha clase viene sufriendo desde la crisis de 2008 hasta hoy, pasando por la pandemia que ha generado un fuerte incremento del desempleo, un deterioro en las condiciones laborales ya de por sí precarias, la pérdida de poder adquisitivo y el avance de las desigualdades con dramáticas consecuencias entre los sectores más vulnerables de la sociedad.
La cúpula episcopal haría bien en reunirse periódicamente con los sindicatos para tomar el pulso a la realidad laboral tanto a nivel global como local, escuchar sus legítimas reivindicaciones, hacerlas propias, incorporarlas en sus discursos dentro de la Doctrinal Social de la Iglesia, a la que tanto apelan, y defenderlas en sus programas pastorales, de los que suelen estar ausentes. Sería la mejor forma de superar -o, al menos, reducir- la abismal distancia que separa a la Iglesia institución de la clase trabajadora desde el siglo XIX y de practicar la opción por las personas y los colectivos más empobrecidos y desatendidos por los diferentes poderes.
Ahora también convengamos; JESÚS de estar en este grupete cómo estaría vestido? como rey de bastos o cómo trabajador del Evangelio???
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