El 4 de septiembre , los chilenos deberán elegir entre las opciones Aprobar o Rechazar . Una vez más, un plebiscito marcará un hito en la historia de Chile. Fue un plebiscito, en 1988, el instrumento con el que dijeron NO a la continuidad del dictador Augusto Pinochet en el poder. Así comenzó la llamada transición a la democracia . Una transición lenta, retrasada por el peso de la constitución de 1980, redactada por la junta militar con el apoyo incondicional de economistas ideólogos del neoliberalismo que tomaron a Chile como laboratorio de operaciones.
Han pasado tres años desde las movilizaciones de octubre de 2019 que comenzaron con la consigna “no son 30 pesos, son 30 años”. Durante este período, se rompió la aparente calma de un pueblo que se creía reducido a un consumidor soberano y, en cambio, comenzó a discutir cómo ganarse el derecho a vivir en paz y cómo hacer de la dignidad un hábito. Fueron tres décadas de fastidio con una democracia apestosa, como diría Lemebel ; una democracia dedicada a gestionar la precariedad de la vida , como dirían las feministas . Fueron cinco décadas, si nos remontamos al inicio de la dictadura. Quinientos años si también impugnamos la herencia colonial.
En mayo de 2021, un año y medio después del inicio de las manifestaciones, hubo elecciones para elegir a los integrantes de la Convención Constituyente ( CC ). Además de los partidos políticos, se crearon listas de candidatos independientes. 155 constituyentes fueron elegidos por voto directo. La abrumadora mayoría eran constituyentes en todos los sentidos del término: la gente común llegaba a la asamblea constituyente. Las12 conversó con una de ellas, Alondra Vidal Carillo , vocera constituyente de la Asamblea Distrital XII y de la Coordinación Feminista 8M e integrante de los Movimientos Sociales Constituyentes .
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