La transfiguración de Jesús viene a reafirmarnos
y a confirmarnos que nuestro destino junto a Él es luz.
Recordé un hecho muy marcante en mi vida de fe.
Estando de retiro en pentecostés con un grupo de jóvenes, todos sordos, edades entre los 18 y los 25 años, en los conventuales, retiro este a pedido de ellos. Era la primera vez que teníamos esta experiencia.
Al llegar la noche ellos me piden para permanecer en oración a lo cual accedí sin reparos. Estábamos solos en la casa. Ellos eran 8 y yo.
Nos sentamos en el piso alrededor de una mesita
ratona, colocamos nuestras biblias y encendimos una vela. Nos dimos la mano todos
en ronda, cerramos los ojos y empezamos la más profunda oración de alabanza en
el silencio total.
Pasado unos treinta minutos (Mathías) quien está tomado de mi mano, empieza a sacudirla. Abro los ojos y me señala el techo de la pieza y veo que todos miraban hacia arriba, entonces vi una gran luz, muy brillante e informe que se movía lentamente sobre nosotros, (busco las palabras para relatar lo más fiel posible) y es difícil. Esa luz nos abrazó con un amor indescriptible, nunca sentimos temor y todos experimentábamos lo mismo, y sin saber por qué, uno de los chiquilines abrió la biblia y empezó a leer (en lengua de señas) el pasaje en donde dice Jesús: …
Te doy gracias, Padre, porque has
escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la
gente sencilla" · San Mateo (11,25-27) …
Fue entonces que perdimos la noción del tiempo y
amaneció. Al nacer el sol, “la luz” se fue, y nosotros envueltos por un estado
que no sé definir con palabras, bajamos a la cripta en donde estaba el Sagrario
y lo adoramos un largo rato, hasta que vinieron a buscarnos para desayunar.
Fue un signo de Dios para nosotros. El signo nunca se entiende del todo. Pero cura. Ayuda a ver con más claridad. Ayuda a caminar.
Lo experimentamos a Jesús y su
luz.
Cuando un signo se reconoce, deja una marca en
el corazón y da seguridad.
Sana y
ayuda a vivir. Construye Reino de Dios entre nosotros.
Eso sucedió en Pentecostés del año 2008 en Los
Conventuales, Montevideo.
Después de esa noche nuestro grupo se llamó Luz
Divina, mientras funcionó. Después
de unos años, se casaron, siguieron su vida en diferentes lugares. Pero siempre que nos encontramos hablamos
de esa noche, quedó grabada en el alma.
Lo estoy escribiendo por primera vez, y parece
que fue ayer, creí que era bueno saber que la luz y el amor de Dios es real,
así como en la montaña le mostró a Pedro, Santiago y a Juan, a nosotros esa
noche... y a cada uno de nosotros hoy.
Su luz
nos abraza y nos guía y nos da la certeza de que Él es la luz eterna, brillante
y cálida como el sol y nuestro destino final es estar en esa Luz.
En el Evangelio de Juan, Jesús dice: Yo soy la
Luz del mundo.
________________________Madilene______________________
Debo agregar que cuando vino a vernos el cura, en la mañana, los chiquilines le hicieron el relato de lo acontecido y él empezó a llorar. Era Fray José Bozza, que ya partió a la casa del Padre, y se arrepentía de no haberse quedado con nosotros, y para peor uno de los muchachos le recodó el pasaje en el cual Jesús les pide que oren y los discípulos se quedaron dormidos .-
(porque los sordos no tienen filtro para decir algo muchas veces).
Entonces
dijo fray José que el regalo era para nosotros y que él era feliz por haberle
compartido una experiencia tan hermosa, y que hubiera sucedido en esa casa.
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