viernes, 30 de junio de 2023

COMENTAPAGOLA. Dgo 13. Tpo.Ord. C:A. Comunidad de Mateo 10,37-42

EL PELIGRO DE UN CRISTIANISMO SIN CRUZ

Insistir en el amor incondicional de un Dios Amigo no ha de significar nunca fabricarnos un Dios a nuestra conveniencia, el Dios permisivo que legitime una «religión burguesa» (Johann Baptist Metz). Ser cristiano no es buscar el Dios que me conviene y me dice «sí» a todo, sino encontrarme con el Dios que, precisamente por ser Amigo, despierta mi responsabilidad y, por eso mismo, más de una vez me hace sufrir, gritar y callar.

Descubrir el evangelio como fuente de vida y estímulo de crecimiento sano no significa vivir «inmunizado» frente al sufrimiento. El evangelio no es un tranquilizante para una vida organizada al servicio de nuestros fantasmas de placer y bienestar. Cristo hace gozar y hace sufrir, consuela e inquieta, apoya y contradice. Solo así es camino, verdad y vida.

Creer en un Dios Salvador que, ya desde ahora y sin esperar al más allá, busca liberarnos de lo que nos hace daño no ha de llevarnos a entender la fe cristiana como una religión de uso privado al servicio exclusivo de nuestros problemas y sufrimientos. El Dios de Jesucristo nos pone siempre mirando al que sufre. El evangelio no centra a la persona en su propio sufrimiento, sino en el de los otros. Solo así se vive la fe como experiencia de salvación.

En la fe como en el amor todo suele andar muy mezclado: la entrega confiada y el deseo de posesión, la generosidad y el egoísmo. Por eso no hemos de borrar del evangelio esas palabras de Jesús que, por duras que parezcan, nos ponen ante la verdad de nuestra fe: «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará».

José Antonio Pagola

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