3La revolución d e la alegría
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
1- ¿Por qué una carta pastoral sobre la alegría?, ¿Acaso es posible la
alegría en nuestro tiempo?
1- A partir de la experiencia del Sínodo de Buenos Aires y las conclusiones del encuentro por
los 10 años de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, propongo esta carta pastoral que
nos anime en la misión y, a la vez, en conocer más y concretar el Magisterio del Papa Francisco
en la arquidiócesis.
2- FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 1, Ciudad del Vaticano,
noviembre 2013.
La revolución de la
alegría1
Mario BENEDETTI, Defensa de la alegría
En noviembre del año pasado celebramos los diez años de la exhor-
tación apostólica Evangelii Gaudium, La alegría del Evangelio, un documento
programático para la pastoral de este tiempo. Como Iglesia arquidiocesa-
na nos reunimos el 25 de noviembre para reflexionar sobre este texto tan
importante del Papa Francisco, y nos desafiamos a concretar en la vida
pastoral de Buenos Aires todo su contenido.
En el primer párrafo de esta exhortación podemos encontrar el por
qué es tan importante volver una y mil veces sobre el tema de la alegría:
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran
con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, devacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.2
Francisco insiste con la alegría que llena los corazones de los que
se encuentran con Jesús. Releyendo las páginas del Nuevo Testamente
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
1- ¿Por qué una carta pastoral sobre la alegría?, ¿Acaso es posible la
alegría en nuestro tiempo?
1- A partir de la experiencia del Sínodo de Buenos Aires y las conclusiones del encuentro por
los 10 años de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, propongo esta carta pastoral que
nos anime en la misión y, a la vez, en conocer más y concretar el Magisterio del Papa Francisco
en la arquidiócesis.
2- FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 1, Ciudad del Vaticano,
noviembre 2013.
La revolución de la
alegría1
Mario BENEDETTI, Defensa de la alegría
En noviembre del año pasado celebramos los diez años de la exhor-
tación apostólica Evangelii Gaudium, La alegría del Evangelio, un documento
programático para la pastoral de este tiempo. Como Iglesia arquidiocesa-
na nos reunimos el 25 de noviembre para reflexionar sobre este texto tan
importante del Papa Francisco, y nos desafiamos a concretar en la vida
pastoral de Buenos Aires todo su contenido.
En el primer párrafo de esta exhortación podemos encontrar el por
qué es tan importante volver una y mil veces sobre el tema de la alegría:
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran
con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, devacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.2
Francisco insiste con la alegría que llena los corazones de los que
se encuentran con Jesús. Releyendo las páginas del Nuevo Testamente
Carta Pastoral 20244
podemos redescubrir esta afirmación, porque efectivamente, los evange-
lios nos narran muchos encuentros con Cristo que son fuente de alegría:
el Bautista saltó de gozo en el seno de Isabel al sentir la presencia del Verbo
Encarnado (cfr. Lc 1, 45); a los pastores se les anuncia una gran alegría, que lo
será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor (Lc 2, 11); los Magos, al volver a ver la estrella que les conducía al Rey de los Judíos, se llenaron de inmensa alegría (Mt 2, 10); la alegría de paralíti- cos, ciegos, leprosos y todo tipo de enfermos que fueron curados por Jesús; la alegría de la viuda de Naín al ver resucitado a su hijo (cfr. Lc 7, 14-16); la alegría de Zaqueo se desborda en un banquete y en una profunda conver-sión (cfr. Lc 19, 8); la alegría del buen ladrón, en medio del dolor físico en la
cruz, al saber que ese mismo día estaría con Jesús en su Reino (cfr. Lc 23, 42-
43); la alegría de María Magdalena, los discípulos de Emaús y los apóstoles
ante Jesús Resucitado. Sólo el encuentro del joven rico con Jesús no desem-
bocó en alegría, pues no supo dar un paso más en su encuentro personal con
Cristo para seguirlo: se puso triste, porque era muy rico (Lc 18, 23).
En el momento que vivimos, es fundamental renovarnos en la alegría
de la fe que nos libera de la queja constante, de la cara de funeral en palabras
de Francisco3, pero especialmente de la desesperanza y del desaliento, evi-
tando transformarnos en profetas de calamidades, en testigos “mala onda”
que sólo desparraman pánico y angustia.
Por eso estoy convencido que en el difícil contexto económico y so-
cial argentino es revolucionario sostenernos en la alegría, pero una alegría
profunda y duradera, la que nace del encuentro con el Señor, y también la
que nace de la cruz, sí, de la cruz, porque en ella descubrimos la expresión
más grande del amor de Dios por nosotros, cuando entrega hasta su pro-
pia vida para salvarnos.
San Pablo enumera esta alegría entre los primeros frutos del Espíritu
Santo (Gal 5, 22); y por eso el cardenal Eduardo Pironio, beatificado hace
pocos meses, une la alegría a la esperanza, porque nos ayuda a descubrir
siempre lo positivo de las cosas y de los hombres. E impide que nos ence-
rremos exclusivamente en lo negativo. Un hombre de esperanza es necesaria-
mente alegre; y un hombre alegre tiene siempre el corazón dispuesto a la esperan-
za. La alegría y la esperanza van inseparablemente unidas. Por eso San Pablo nos
exhorta: “Sean alegres en la esperanza” (Rom 12, 12) y nos augura: “que el Dios de
3- Ibid 10
5La revolución d e la alegría
la Esperanza os llene de alegría” (Rom 15, 13). Una persona triste encuentra ine-
vitablemente manchas en el sol; una persona alegre sabe descubrir en la noche el
sendero que trazan las estrellas. Hay personas que sienten el raro gusto (¡extraña
vocación!) de buscar defectos, señalar peligros, anunciar calamidades. Vale mucho
más anunciar explícitamente a Jesucristo, alentar a los hombres a que sigan cami-
nando sin cansarse y preparar su corazón para la alegría del encuentro definitivo.
“La alegría del corazón” nos hace gustar adentro la seguridad de que Cristo vino,
resucitó y vive. Nos ayuda a caminar en la esperanza y pone constantemente en
nuestros labios esta súplica ardiente y serena: “Ven, Señor Jesús” (Apoc 22, 20).4
Y en otro texto, el beato Pironio nos dice: ¿Es posible, en medio de frecuentes
contradicciones y dificultades, de la experiencia de fínitud y muerte, de miseria y de
fracaso, de desilusión y de sufrimiento, hablar de Alegría, esperar la Alegría, cantar
la Alegría? Es precisamente en medio de las dificultades cuando nuestros contem-
poráneos tienen necesidad de conocer la Alegría, de escuchar su canto.5
En la exhortación Gaudete et exultate, Alégrense y regocíjense, sobre el lla-
mado a la santidad en el mundo actual, Francisco plantea en el capítulo IV
las notas de la santidad, y entre ellas, la alegría y el buen humor: Lo dicho
hasta ahora no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un
bajo perfil sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor.
Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado.
Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14,17), porque «al amor de cari-
dad le sigue necesariamente el gozo, pues todo amante se goza en la unión con el
amado […] De ahí que la consecuencia de la caridad sea el gozo». Hemos recibido la
hermosura de su Palabra y la abrazamos «en medio de una gran tribulación, con la
alegría del Espíritu Santo» (1Ts 1,6). Si dejamos que el Señor nos saque de nuestro
caparazón y nos cambie la vida, entonces podremos hacer realidad lo que pedía san
Pablo: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4) (…) Hay mo-
mentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegría sobrenatural,
que «se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de
luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo».
Es una seguridad interior, una serenidad esperanzada que brinda una satisfacción
espiritual incomprensible para los parámetros mundanos. (…) Ordinariamente la
alegría cristiana está acompañada del sentido del humor, tan destacado, por ejem-
plo, en santo Tomás Moro, en san Vicente de Paúl o en san Felipe Neri. El mal
4 - PIRONIO, Eduardo, Meditaciones sobre la alegría, en SCRIS, Anno Ottavo, numero primo
secondo, 1982, pp 64-70
5 - PIRONIO, Eduardo, Alegres en la esperanza, Buenos Aires 1979
Carta Pastoral 20246
humor no es un signo de santidad: «Aparta de tu corazón la tristeza» (Ecl. 11,10). Es
tanto lo que recibimos del Señor, «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), que a veces
la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar tan encerrado en sí mismo que
uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios.6
Es por todo esto que veo fundamental reflexionar sobre nuestra misión
pastoral en Buenos Aires a la luz de la alegría, la alegría del corazón, la alegría
profunda, la alegría unida a la esperanza, la alegría del evangelio con la que
insiste tanto el Papa y que debe marcar una nueva etapa evangelizadora.
El cristiano puede ser alegre, y la buena noticia de Jesús da motivos
para serlo. La alegría del evangelio no es euforia fácil ni una risa floja. Uno
se imagina a un Jesús alegre, pero eso no quiere decir que no se conmueva
hasta las entrañas con el dolor del mundo, que no llore la muerte del amigo,
que no piense con angustia en su propio destino o que no le afecte hasta lo
más hondo intuir la traición de los suyos. Todo eso le ocurre también, y no
es contradictorio con pensar en un hombre profundamente alegre. Porque
la alegría no es un estado provisional, efímero y volátil de bienestar. Al me-
nos, no la alegría evangélica. Es, más bien, un encontrar sentido, causas y un
horizonte hacia el que avanzar. Es saber lidiar con la vida en su complejidad
sin vivir tan sacudido por lo que pasa que uno pierda el equilibrio en cuanto
se nos mueve el piso.7
No queremos en tiempos difíciles exigir a todos estar alegres, dejar
los problemas de lado, disfrutar de la vida así porque sí, evadirnos de la
compleja realidad que vivimos. No es ese el objetivo de esta carta pas-
toral, ni el concepto de alegría que intentaré compartir con estas refle-
xiones. Es la alegría de la Buena Noticia de Jesús, la alegría profunda
del corazón, la alegría de tener la certeza de que Dios nos ama y entregó
su vida por amor a cada uno de nosotros, porque para Él todos somos
importantes. Es la alegría de que con su resurrección venció a la muerte
para siempre, la alegría de sabernos familia y hermanos con quienes
podemos compartir, momentos felices para que se multipliquen, y mo-
mentos dolorosos para hacerlos más llevaderos.
Las buenas noticias son causa de alegría, y el Evangelio es la Buena
Noticia por excelencia. Jesús es Buena Noticia: Comienzo de la Buena No-
6 - FRANCISCO, Exhortación apostólica Gaudete et exultate 122, 125 y 126, Ciudad del Vaticano
2019
7 - Cfr. OLAIZOLA, José María, La alegría era otra cosa, en Sal Terrae | 101 (2013) 1001-1012
7La revolución d e la alegría
ticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios8, y allí está la razón mayor de nuestra
alegría a pesar de todo.
Entonces, para comenzar nuestra reflexión, dejemos que la alegría
entre, que sea motivo de nuestras conversaciones, que sea el motor de
nuestros proyectos pastorales, que el Espíritu Santo nos la regale como
don, que sea la mística que nos movilice como Iglesia de Buenos Aires.
De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando (...)
está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana.9
8 - Marcos 1, 1
9 - BENEDETTI, Mario, Piedritas en la ventana, en Inventario I, Buenos Aires 1995
2. Alegrías de la Iglesia en Buenos Aires
a. La alegría de encontrarnos con Jesús:
No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva.
Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est 1
Seguramente tenemos presente en el corazón la experiencia de haber-
nos encontrado con Jesús en nuestro camino de fe. Un encuentro personal
con el Señor que nos cambió la vida, que nos conmovió profundamente y
que aún hoy recordamos con emoción cuando, con memoria agradecida,
Carta Pastoral 20248
10 - Cfr. FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 3
11- V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CA-
RIBE, Documento conclusivo de Aparecida, Aparecida 2007, 28-29
Para reflexionar
hacemos presente ese acontecimiento de salvación. El Papa nos invita a reno-
var ahora mismo nuestro encuentro personal con Cristo, o al menos a to-
mar la decisión de dejarnos encontrar por Él, y de intentarlo cada día sin
descanso.10
Así como el encuentro con Jesús en los evangelios generaba alegría en
las personas, también a nosotros nos tiene que renovar en la alegría encon-
trarnos con Cristo en la Palabra, en la mesa de la Eucaristía, en la vida de
comunidad, en la cotidianidad de la familia y el barrio, en el rostro concreto
de nuestros hermanos más pobres, porque tenemos la certeza de que Dios
camina con nosotros y cada momento es oportunidad de encuentro con Él.
El documento de Aparecida, escrito en el 2007 por los obispos latino-
americanos, describe hermosamente lo que significa encontrarse con Jesús
y cuáles son las consecuencias de ese encuentro: En el encuentro con Cristo
queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con
el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha
bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo. La alegría que hemos recibido
en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado
y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adver-
sidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo
vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino,
pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegría del discípulo
es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia
y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una
certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena no-
ticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier
persona; haberlo encontrado nosotros es lo m es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y
darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. 11
1. Los invito a hacer presente algún encuentro personal con
Jesús que hayamos tenido y que aún hoy nos provoca mucha alegría.
9La revolución d e la alegría
2. Tenemos que tener cuidado de no caer en una melancolía pega-
josa que nos deje atrapados en el pasado, como si los encuentros con
el Señor estuviesen guardados en un baúl de recuerdos. Abrámonos a la
novedad y a la esperanza de encontrarnos con Él en nuestra vida pre-
sente, en lo de todos los días. “¡Qué nada pueda más que su vida que
nos lanza hacia adelante!” 12
b. La alegría de ser una Iglesia que sale al encuentro de todos:
“Quisiera andar hasta donde Dios no fuese conocido, para hacerlo conocer”. Santa
Mama Antula
Encontrarnos con Jesús no nos tiene que llevar a vivir nuestra fe de
modo intimista, puertas adentro, sino que nos tiene que impulsar al anun-
cio, a querer compartir esa alegría con los demás.
En el sínodo de Buenos Aires que vivieron los últimos años, hubo una
gran certeza que acompañó la reflexión: Dios vive en la ciudad, y que-
remos salir a su encuentro en los rostros concretos de todos sus habi-
tantes. Jesús sigue caminando por nuestras calles en las personas con
las que nos cruzamos. 13
En la diversidad cultural, en la vorágine propia de las grandes ciu-
dades, en los distintos barrios, en sus calles y plazas, Dios está, e impul-
sados por su Espíritu que no nos quiere cristianos estáticos ni achancha-
dos, salimos al encuentro porque también queremos compartir esa alegría
profunda del corazón con los demás, especialmente con los que sufren,
especialmente en los lugares de dolor donde parecen reinar la tristeza y la
desesperanza.
Nuestra ciudad es muy diversa, también lo son los rostros de la pobre-
za y el sufrimiento. Hay “pobrezas de cemento o de asfalto”, hermanos que no
chapotean en el barro, pero que están atravesados por la crisis económica,
por una enorme angustia existencial; vecinos nuestros en hoteles de dudo-
sa habilitación o casas tomadas, a los que es difícil abordar y acompañar; la
12 - FRANCISCO, Op Cit, 3
13 - Cfr. ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES, I SÍNODO DE LA ARQUIDIÓCESIS DE BUE-NOS AIRES, Documento Final, Documento II ¿Qué sueña Dios para la Iglesia de Buenos Aires? 25,
Buenos Aires 2022
Carta Pastoral 202410
realidad de la trata y la prostitución a veces disimulada y con una toleran-
cia social alarmante. La profunda soledad de tantos que deambulan por las
calles porteñas escondidos detrás de un maquillaje y una sonrisa evasiva.
¡Cuántos hermanos!, ¡cuántas realidades complejas!, ¡cuántas pobrezas
porteñas y periferias existenciales sedientas de la alegría del Evangelio!
No nos podemos quedar quietos.
Ya el Papa León XIII expresaba a finales del siglo XIX la necesidad de
ser una Iglesia en salida cuando utilizaba la expresión “¡Fuori della sagrestia!”,
¡fuera de la sacristía!, para animar a los sacerdotes a ser testigos de Cristo y de
su alegría en la difícil realidad social de la época.14
1. El Papa Francisco nos invita a ser una Iglesia que sale al
encuentro: “Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los esce-
narios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de
la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misio-
nera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino
que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este
llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas
las periferias que necesitan la luz del Evangelio.15
Y en el número siguiente: La alegría del Evangelio que llena la
vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La
experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión
llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo
en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los
pobres y pequeñitos (cf. Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los
primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles «cada
uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa alegría es
un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto.16
14 - Cfr. KOVCH, Omelián, ¿Por qué el pueblo huye de nosotros?, Berezhany 1943, en SÍNODO
DE LOS OBISPOS DE LA IGLESIA GRECO LATINA UCRANIANA, La esperanza a la cual el
Señor nos llama, carta pastoral, Kiev 2021
15 - FRANCISCO, Op cit 20
16 - Ibid 21
Para reflexionar
11La revolución d e la alegría
Dejémonos interpelar por estos textos y reflexionemos sobre
nuestro testimonio misionero.
2. ¿Cómo podemos animarnos a ser con creatividad y audacia, más
misioneros, más Iglesia en salida?
3. ¿Podemos identificar cerca nuestro algunos rostros o realidades
de “las pobrezas de cemento o asfalto”? ¿Cómo primerear, involu-
crarnos y acompañarlos, según nos propone Evangelii Gaudium 24?
c. La alegría de ser una Iglesia hospital de campaña que recibe
a todos: Que la Iglesia no sea una aduana para seleccionar a quienes entran y no. Todos, cada
uno con su vida a cuestas, con sus pecados, pero como está, delante de Dios, como está,
delante de la vida… Todos. Todos. No pongamos aduanas en la Iglesia. Todos.
FRANCISCO, Homilía, Lisboa agosto 2023
El Papa nos recuerda en Evangelii Gaudium que la Iglesia tiene que ser
el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido,
amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio. 17
Cada uno de nosotros experimenta en la propia vida la necesidad de
la misericordia, de la comprensión y de la escucha atenta, en un mundo
muy complicado en el que muchas veces nos sentimos ignorados, juzga-
dos, discriminados.
Por eso es tan importante que, en el ritmo vertiginoso de la ciudad,
en medio de las dificultades familiares y sociales, nuestras comunidades
sean oasis de misericordia que reciban a todos, que no excluyan a nadie,
que como el hospedero de la parábola del buen samaritano, recibamos a
los heridos de la vida. 18
La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe recibir, especialmente
a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad.
Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje
de la hospitalidad, este lenguaje de recibir, de acoger. Cuántas heridas
Carta Pastoral 202412
cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda
sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las
puertas del corazón. Una vez más, afirmamos con el Papa Francisco que
la Iglesia tiene que ser un hospital de campaña, que recibe la vida como
viene, especialmente a los heridos, a los que la vida ha golpeado duro.
Todas las problemáticas sociales y personales pueden ser acompañadas
desde las comunidades, desde la arquidiócesis, sabiendo que no tenemos
todas las respuestas y soluciones, pero que, como Jesús lo hizo con los
discípulos de Emaús, podemos caminar a su lado, caminar juntos, con
la humildad muchas veces de decir “no sé cómo ayudarte”, pero animados
a hacerlo en equipo, como Iglesia, nunca solos; porque no es tiempo de
héroes ermitaños.
Jesús como buen maestro, pedagogo, los envía (a los discípulos) a vivir la hos-
pitalidad. Les dice: «Permanezcan donde les den alojamiento». Los envía a aprender
una de las características fundamentales de la comunidad cre-yente. Podríamos decir
que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar. Jesús no los en-
vía como poderosos, como dueños, jefes o cargados de leyes, normas; por el contrario, les
muestra que el camino del cristiano es simplemente transformar el corazón. El suyo, y
ayudar a transformar el de los demás. Aprender a vivir de otra manera, con otra ley, bajo
otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de
la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor. De la lógica del dominio,
del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar. 19
En el evangelio de San Juan, Jesús nos dice: Yo soy la Puerta de las ovejas20.
Recuerdo que hace unos años, en la homilía de la misa del domingo IV de Pas-
cua en Río Gallegos decía: Quisiera en nombre de la Iglesia pedir perdón, pedir perdón
por las veces que fuimos Iglesia de puertas cerradas, pedir perdón por las veces que a mu-
cha gente le pedimos muchísimos requisitos para un bautismo, perdón por las veces que
casi te tomamos examen antes de ayudarte desde Cáritas con mercadería o con algo de
ropa, perdón porque a veces nos hemos parecido más a un patovica de un boliche que a lo
que Jesús nos pide que es simplemente estar al lado de la puerta y que todos disfruten de su
misericordia, entrando y saliendo porque Jesús es una puerta abierta a todos.21
Y como sólo Jesús es la Puerta, Francisco nos dice que la Iglesia no tiene
puertas, para que todos puedan entrar. Y aquí también podemos insistir en que
19 - FRANCISCO, Homilía, Asunción 2015
20 - Juan 10, 7 y ss
21 - GARCÍA CUERVA, Jorge, Homilía, Río Gallegos mayo 2020
cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda
sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las
puertas del corazón. Una vez más, afirmamos con el Papa Francisco que
la Iglesia tiene que ser un hospital de campaña, que recibe la vida como
viene, especialmente a los heridos, a los que la vida ha golpeado duro.
Todas las problemáticas sociales y personales pueden ser acompañadas
desde las comunidades, desde la arquidiócesis, sabiendo que no tenemos
todas las respuestas y soluciones, pero que, como Jesús lo hizo con los
discípulos de Emaús, podemos caminar a su lado, caminar juntos, con
la humildad muchas veces de decir “no sé cómo ayudarte”, pero animados
a hacerlo en equipo, como Iglesia, nunca solos; porque no es tiempo de
héroes ermitaños.
Jesús como buen maestro, pedagogo, los envía (a los discípulos) a vivir la hos-
pitalidad. Les dice: «Permanezcan donde les den alojamiento». Los envía a aprender
una de las características fundamentales de la comunidad cre-yente. Podríamos decir
que cristiano es aquel que aprendió a hospedar, que aprendió a alojar. Jesús no los en-
vía como poderosos, como dueños, jefes o cargados de leyes, normas; por el contrario, les
muestra que el camino del cristiano es simplemente transformar el corazón. El suyo, y
ayudar a transformar el de los demás. Aprender a vivir de otra manera, con otra ley, bajo
otra norma. Es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de
la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor. De la lógica del dominio,
del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar. 19
En el evangelio de San Juan, Jesús nos dice: Yo soy la Puerta de las ovejas20.
Recuerdo que hace unos años, en la homilía de la misa del domingo IV de Pas-
cua en Río Gallegos decía: Quisiera en nombre de la Iglesia pedir perdón, pedir perdón
por las veces que fuimos Iglesia de puertas cerradas, pedir perdón por las veces que a mu-
cha gente le pedimos muchísimos requisitos para un bautismo, perdón por las veces que
casi te tomamos examen antes de ayudarte desde Cáritas con mercadería o con algo de
ropa, perdón porque a veces nos hemos parecido más a un patovica de un boliche que a lo
que Jesús nos pide que es simplemente estar al lado de la puerta y que todos disfruten de su
misericordia, entrando y saliendo porque Jesús es una puerta abierta a todos.21
Y como sólo Jesús es la Puerta, Francisco nos dice que la Iglesia no tiene
puertas, para que todos puedan entrar. Y aquí también podemos insistir en que
19 - FRANCISCO, Homilía, Asunción 2015
20 - Juan 10, 7 y ss
21 - GARCÍA CUERVA, Jorge, Homilía, Río Gallegos mayo 2020
13La revolución d e la alegría
todos puedan entrar, porque esta es la casa de la Madre, y una madre siempre tiene
el corazón abierto para todos sus hijos, todos, todos, todos, sin exclusión.22
En definitiva, siendo una Iglesia hospital de campaña experimenta-
mos la alegría de compartir la misericordia y la ternura de Dios, la alegría
de tener los mismos sentimientos y actitudes de Jesús con tantos que su-
fren, que viven como pueden, llenos de interrogantes, de culpas, de an-
gustia, de miedos, de frustraciones, y que sólo quieren ser acogidos en sus
heridas y gemidos de dolor. Y, al mismo tiempo, la alegría de saber que
también para cada uno de nosotros hay lugar y podemos ser recibidos con
nuestras propias fragilidades, heridas y cargas.
En una ciudad que muchas veces excluye, donde muchos hermanos
no encuentran lugar, donde infinidad de mostradores, escritorios y re-
quisitos interrumpen las búsquedas de tantos por mejores condiciones
de vida, una vez más afirmamos que queremos concretar lo que el Santo
Padre le viene diciendo al mundo desde el inicio de su pontificado: Cristo
nos espera en las pruebas y en los gemidos de nuestros hermanos, en las plagas de
la sociedad y en los interrogantes de la cultura de nuestro tiempo. Se nos parte el
corazón al ver delante de una iglesia a una humanidad con tantas heridas, heridas
morales, heridas existenciales, heridas de guerra, que sentimos todos los días, ver
cómo los cristianos comienzan a perderse en «bizantinismos» filosóficos, teológicos,
espirituales, pero en cambio sirve una espiritualidad del salir. Salir con esta espiritu-
alidad: no quedarse dentro, cerrado con cuatro vueltas de llave. Esto no está bien. Esto es
«bizantinismo». Hoy no tenemos derecho a la reflexión bizantina. Debemos salir.
Porque, lo dije muchas veces, la Iglesia parece un hospital de campaña. Y cuando
se va a un hospital de campaña, el primer trabajo es curar las heridas, no hacer el
análisis del colesterol…, esto se hará después… ¿Está claro? 23
1. ¿Cuándo me sentí personalmente recibido en el hospital de cam-
paña que es mi comunidad?
2. ¿Cuáles fueron las actitudes y gestos que tuvieron con nosotros en
ese momento y nos hicieron bien, y quisiéramos también tener con
22 - FRANCISCO, Discurso, Rezo del santo rosario con jóvenes enfermos, Fátima 2023
23 - FRANCISCO, Discurso a los participantes en la Asamblea General del movimiento de los foco-
lares, Ciudad del Vaticano 2014
Para reflexionar
Carta Pastoral 202414
los que se acercan, recibiendo siempre la vida como viene?
3. ¿Qué actividades y experiencias concretas de recibir a todos vivi-
mos en la comunidad que nos alegran el corazón?
d. La alegría de ser hermanos, de ser familia:
Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como
hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus
convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.
FRANCISCO, Encíclica Fratelli Tutti 8, Ciudad del Vaticano 2020
Todos en la vida cotidiana experimentamos las dificultades de vivir la
fraternidad, de mirarnos a los ojos y reconocernos como hermanos, más allá
de nuestras diferencias, de nuestras opiniones, o distintos modos de vivir. En
nuestro país, en los últimos años esas diferencias se fueron profundizando al
punto de hablar casi naturalmente de la grieta entre los argentinos. El diccio-
nario al definir una grieta dice que es una hendidura alargada que se hace
en la tierra o en cualquier cuerpo sólido. Por eso me escucharán siempre
decir que prefiero llamarla herida porque duele y sangra en las entrañas del
pueblo, no es una rajadura en el piso o en una pared, es entre nosotros, rom-
piendo vínculos y afectos.
Para sentir la alegría de ser hermanos y cerrar esa herida, es primordial
entre otras cosas, cuidarnos de la atracción de las confabulaciones, del regocijo
del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por de-
trás. Es uno de los modos más comunes de dividirnos, con el arma de la lengua.
En varias ocasiones Francisco nos invita a ser forjadores de la cultura
del encuentro, animándonos a construir puentes para fomentar el respeto
mutuo, la escucha, la fraternidad y la paz social. Cuando algo se vuelve cul-
tura significa que se ha convertido en una “pasión” compartida, en unas
ganas, en un entusiasmo y finalmente en un estilo de vida. Significa que
como pueblo nos apasiona el objetivo de encontrarnos, de buscar puntos
de contacto, de tender puentes, de proyectar algo que nos incluya a todos.
El Papa siempre rechazó las dialécticas que enfrentan, por eso su ideal
es el poliedro, que tiene muchas facetas, muchísimos lados, pero todos for-
mando una unidad cargada de matices. El poliedro es una sociedad donde
15La revolución d e la alegría
las diferencias puedan convivir complementándose, enriqueciéndose e ilu-
minándose unas a otras. De todos se puede aprender algo, nadie es inser-
vible, nadie es prescindible.24
Para eso a veces es importante ponerse en los zapatos del otro, ponerse
en su lugar, conocer su historia, sus emociones, su situación; eso nos hace más
comprensivos y quizás así, menos condenatorios y crueles. El escritor chileno
Pablo Neruda expresa poéticamente esta idea cuando dice: ¿Qué dirán de mi poe-
sía los que no tocaron mi sangre? 25
Al mismo tiempo, no queremos caer en romanticismos que nieguen las
diferencias porque no es sano huir de los conflictos, o ignorarlos. Hace falta
aceptarlos y sufrirlos hasta el fondo, no esconderlos. Pero siempre con el ideal
de resolverlos y de lograr armonizar las diferencias.
En febrero fue canonizada María Antonia de Paz y Figueroa, Mama An-
tula, una mujer laica comprometida que recorrió nuestras calles anunciando
el Evangelio. Su vida era testimonio de Cristo. Organizaba retiros espirituales
a los que asistían personas muy distintas; sentaba a la misma mesa a pobres y
ricos, a indios, esclavos y futuros revolucionarios de mayo, a miembros de la
aristocracia porteña y a familiares del virrey. Para ella todos tenían la misma
dignidad, todos eran hermanos. Imaginemos la alegría de quienes partici-
paban de aquellos ejercicios espirituales, todos unidos, todos experimentando
la misericordia y la salvación de Dios, más allá de las muchas diferencias.26
1. ¿Qué actividades concretas en nuestras comunidades, colegios,
movimientos, fomentan el encuentro y la alegría de sentirnos fa-
milia?
2. La propuesta pastoral y misionera de Mama Antula era fuertemente
fraterna e inclusiva. ¿A qué nos desafía su testimonio de vida y su
reciente canonización?
24 - Cfr. FRANCISCO, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 236
25 - NERUDA, Pablo, Libro de las preguntas, Buenos Aires 1984
26 - Cfr. LOCATELLI, Nunzia y SUÁREZ, Cintia, Mama Antula, Una mujer empoderada en el
Buenos Aires colonial, Buenos Aires 2023
Para reflexionar
Carta Pastoral 202416
e. La alegría de caminar juntos, de modo sinodal:
La palabra «Sínodo» significa «hacer juntos el camino». ¿De qué camino se trata? Pues
no es otro que la misma persona de Cristo, quien ha dicho: «Yo soy el Camino»
POLI, Mario Cardenal, Carta pastoral, Buenos Aires 2017
El camino sinodal que hemos recorrido como Iglesia en estos últimos
años ha sido una experiencia única; guiados por el Espíritu Santo, fuimos
alentados a la escucha, a la reflexión y al diálogo.
Recordamos las palabras de Francisco cuando en el 2017 nos decía:
El tema de la sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos
aún una moda, un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras
reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su
estilo, su misión.27
El Sínodo de Buenos Aires quiso ser un renovado impulso evangeli-
zador, buscando nuevos caminos que el Señor nos abre para sembrar su
Evangelio en las distintas realidades de la ciudad.
Y en este camino somos convocados a escucharnos prestando atención,
sin ánimo de responder inmediatamente, dando lugar a todas las voces,
también a las que incomodan. Y es un caminar que hacemos como pueblo,
por eso también es caminar saliendo al encuentro de tantos que piensan dis-
tinto, que tienen otras creencias, otros modos de vivir, pero todos hermanos
en el camino de la vida.
Dice el Vademécum para el Sínodo: En una Iglesia sinodal, toda la
comunidad, en la libre y rica diversidad de sus miembros, está llamada a re-
zar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar para tomar decisiones
pastorales que correspondan lo más posible a la voluntad de Dios. Hay que
hacer esfuerzos genuinos para asegurar la inclusión de los que están en los
márgenes o se sienten excluidos.28
Por eso quisiera animarlos en hacer ya nuestro este modo sinodal de
ser Iglesia y que forjemos entre todos una cultura sinodal de la comunión,
27 - FRANCISCO, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, Ciudad del Vaticano 2021
28 - SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Vademécum para el Sínodo sobre
la Sinodalidad 1.4, Ciudad del Vaticano 2021
de la escucha, de la participación.29
Hoy no vemos el fruto completo de este proceso, pero con amplitud de miras
podemos contemplar el horizonte que se abre ante nosotros. El Señor nos guiará
y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y más misionera, que adora a Dios y
sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfor-
tante alegría del Evangelio a todos.30
Toca seguir caminando,
más allá de la sombra y la duda,
más allá de la muerte y el miedo,
bebiendo palabras prestadas,
confiando en las fuerzas ajenas
si acaso las propias se gastan.
Toca seguir caminando,
acoger al peregrino,
relatar tu historia,
escuchar la suya
aliviar tristezas,
compartir mesa y vida.
Toca seguir caminando
con los ojos abiertos,
para descubrir al Dios vivo
que nos sale al encuentro
hecho amigo, pan y palabra.
En marcha, pues.
OLAIZOLA, José María, Toca seguir caminando
29 - Podemos pensar en realizar sínodos ligados a temáticas específicas; por ejemplo, un sínodo
de las pobrezas urbanas que incluya a la realidad de las villas, de quienes viven en pensiones o
casas tomadas, los ancianos y las personas solas, los enfermos, “las pobrezas de cemento”, la
gente que está en calle, etc., o también, un sínodo de las juventudes de la ciudad, convocando a
jóvenes de las parroquias, de los colegios católicos, de las universidades públicas, del mundo
del trabajo y los movimientos sociales, etc.
30 - FRANCISCO, Homilía en la clausura de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los
obispos, Ciudad del Vaticano octubre 2023
Carta Pastoral 202418
1. En nuestras comunidades, ¿caminamos juntos, sinodalmente?
¿damos lugar a la participación de todos?, ¿Nos escuchamos?
2. ¿Cómo podemos seguir creciendo en esta cultura sinodal?
f. Otras alegrías de la Iglesia en Buenos Aires:
Sólo mencioné algunas alegrías de nuestra Iglesia en Buenos Aires,
pero en la riqueza pastoral de la arquidiócesis, seguramente hay muchas
más.
Les propongo pensar, compartir y reflexionar comunitariamente so-
bre otras alegrías que los tienen como protagonistas en sus comunidades
parroquiales, colegios, movimientos, equipos pastorales, etc haciendo me-
moria agradecida por ellas, y pidiéndole a Dios nos siga animando a ser
testigos de la alegría del Resucitado en la tarea evangelizadora.
Para reflexionar
3. Algunas notas de una espiritualidad de la alegría cristiana.
La alegría cristiana es la respiración del cristiano, un cristiano que no es alegre en el
corazón no es un buen cristiano. Es la respiración, el modo de expresarse del cristiano, la
alegría. No es algo que se pueda comprar, o que se pueda lograr con esfuerzo. No. Es un
fruto del Espíritu Santo. Aquel que nos da la alegría del corazón es el Espíritu Santo.
FRANCISCO, Homilía, Casa Santa Marta, 28 de mayo 2018
a. Tener claro lo que sí es la alegría cristiana, y lo que no es:
Vivimos saludándonos y preguntando: ¿Todo bien?; y claramente no está
todo bien. El cristiano no anestesia el dolor, ni siquiera el dolor más grande que hace
19La revolución d e la alegría
vacilar la fe, y no vive la alegría y la esperanza como si fuese siempre carnaval.31
La alegría no es euforia, no es éxito, no es placer, no es un optimismo
ingenuo, ni estar siempre bien. La verdadera alegría tiene que ver con el
sentido de la vida, con la experiencia de tener un horizonte. Se basa en la
certeza que nos da la fe de que, a pesar de todas las injusticias, Dios ha
vencido al mundo con su muerte y resurrección.
Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha pen-
etrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a apa-
recer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades
que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza
a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado
vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el
bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la
belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores
tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha re-
nacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo.32
Las realidades de dolor, de injusticia, de violencia, son muchas; lo
sabemos y las sufrimos. La bronca, la tristeza, el dolor, parecen ganar.
Sin embargo, esta situación no debería impedirnos hablar de la alegría, esperar la
alegría. Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporá-
neos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto.33
b. Ser agradecidos:
Existe el dicho que hay que mirar la parte del vaso llena; eso tiene que
ver con descubrir que hay cosas buenas que nos pasan en la vida. Que no
podemos quedarnos siempre mirando lo que nos falta, lo que está mal, lo
que no nos gusta, lo negativo; eso nos puede ir generando una amargura
crónica, nos va transformando en personas hipercríticas, quejosas y apesa-
dumbradas; mala onda como decimos comúnmente. Por eso es importante
31 - FRANCISCO, Homilía, Casa Santa Marta, 6 de mayo 2016
32- FRANCISCO, Evangelii Gaudium 276
33- PABLO VI, Exhortación apostólica Gaudete in domino 9, Ciudad del Vaticano 1975
vacilar la fe, y no vive la alegría y la esperanza como si fuese siempre carnaval.31
La alegría no es euforia, no es éxito, no es placer, no es un optimismo
ingenuo, ni estar siempre bien. La verdadera alegría tiene que ver con el
sentido de la vida, con la experiencia de tener un horizonte. Se basa en la
certeza que nos da la fe de que, a pesar de todas las injusticias, Dios ha
vencido al mundo con su muerte y resurrección.
Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha pen-
etrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a apa-
recer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces
parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades
que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza
a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado
vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el
bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la
belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores
tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha re-
nacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección
y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo.32
Las realidades de dolor, de injusticia, de violencia, son muchas; lo
sabemos y las sufrimos. La bronca, la tristeza, el dolor, parecen ganar.
Sin embargo, esta situación no debería impedirnos hablar de la alegría, esperar la
alegría. Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporá-
neos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto.33
b. Ser agradecidos:
Existe el dicho que hay que mirar la parte del vaso llena; eso tiene que
ver con descubrir que hay cosas buenas que nos pasan en la vida. Que no
podemos quedarnos siempre mirando lo que nos falta, lo que está mal, lo
que no nos gusta, lo negativo; eso nos puede ir generando una amargura
crónica, nos va transformando en personas hipercríticas, quejosas y apesa-
dumbradas; mala onda como decimos comúnmente. Por eso es importante
31 - FRANCISCO, Homilía, Casa Santa Marta, 6 de mayo 2016
32- FRANCISCO, Evangelii Gaudium 276
33- PABLO VI, Exhortación apostólica Gaudete in domino 9, Ciudad del Vaticano 1975
Carta Pastoral 202420
balancearnos con el agradecimiento, porque hay muchas cosas en la vida
que son bendición, oportunidad y regalo.
El Papa advierte sobre algunas tentaciones de los agentes pastorales;
y justamente referido a este tema nos dice: Se desarrolla la psicología de la
tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. Desilusio-
nados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación
de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como
“el más preciado de los elixires del demonio”. Llamados a iluminar y a comunicar
vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio
interior, y que apolillan el dinamismo apostólico. Por todo esto, me permito insistir:
¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!34 Y más adelante: Una de las
tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota
que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre.35
Recuerdo una señora de uno de los barrios en los que fui párroco; era
una mujer muy alegre, con una vida muy complicada, y varias desgracias
familiares en su historia de vida. Alguna vez le pregunté cómo seguía ade-
lante con una sonrisa a pesar de todo; y me dijo que todas las noches antes
de acostarse, escribía en un cuaderno tres cosas lindas que haya vivido ese
día, cosas pequeñas, gestos de afectos dados y recibidos, pequeños logros
personales y comunita-rios, lo que sea, pero siempre dando gracias a Dios.
Creo que es por ahí, allí está la clave para cultivar una verdadera alegría. La
sabiduría popular de nuestra gente sencilla.
Este año se cumplen cincuenta años del asesinato de un sacerdote de
nuestro clero, el padre Carlos Mugica; un sacerdote jugado por el Evange-
lio. Sin lugar a dudas, su muerte fue consecuencia de su entrega y com-
promiso. Él vivía con agradecimiento que sus hermanos villeros, le hayan
hecho un lugar en su vida. En un reportaje decía: “Cuando empecé a venir
a las villas... lo que más me impactaba (de sus habitantes) era su capacidad de
alegría, de disfrute. Pueden estar en la desgracia, pero se deleitan con un partido de
fútbol, un asadito, una reunión de vecinos. Mis primeros comentarios eran siempre
los mismos ¡Cómo disfrutan! Y bueno... ¡Me fui contagiando!”. 36
34 - FRANCISCO, Op Cit 83
35 - Ibid 85
36 - DE BIASE, Martín, Entre dos fuegos. Vida y asesinato del padre Mugica, Buenos Aires, 2009
21La revolución d e la alegría
c. Tener conciencia comunitaria:
No podemos encerrarnos en nuestros problemas personales, victimi-
zándonos todo el tiempo, poniéndonos en el centro, de modo que la alegría
o la tristeza sólo depende de lo que vivo yo. Hay necesidad de ampliar la mi-
rada, de buscar signos de la presencia de Dios y la Buena Noticia del Evan-
gelio más allá de mí, en el barrio, en la familia, en la realidad más amplia.
Vincularnos y tomar dimensión de mis problemas y dificultades en el en-
cuentro con los otros.
La solidaridad y el compromiso son caminos hacia la alegría. Cuántas
veces en nuestras comunidades experimentamos esto: dar catequesis, ayu-
dar en el comedor parroquial o en Cáritas, participar de una misión o de las
noches de la caridad; y cuántas iniciativas más, que más allá del dolor, son
motivo de alegría y esperanza de que no está todo perdido. Recordemos las
palabras de San Pablo: De todas las maneras posibles, les he mostrado que así,
trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las pa-
labras del Señor Jesús: «La felicidad está más en dar que en recibir».37
d. Elegir la alegría todos los días
Cada uno de nosotros experimenta lo difícil que es sostenernos en la
alegría, cuántas situaciones difíciles se nos presentan que dificultan ser
personas alegres en la vida cotidiana. Sin embargo, alguna vez leí que te-
nemos que elegir la alegría, y reiterar esa elección todos los días. Es una
opción que se basa en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y en-
contramos en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y nada, ni siquiera
la muerte, podrá arrancarnos de Él.38
Evidentemente puede sonar raro decir que la alegría es fruto de nues-
tra elección, pero claramente elegimos la manera de responder frente a los
acontecimientos de la vida. No sólo nos van forjando la personalidad, el
carácter y el modo de vincularnos con los demás lo que nos pasó en la vida,
sino también cómo elegimos vivir y enfrentar lo que nos pasa en la vida.
37 - Hechos 20, 35
38 - Cfr. NOWEN, Henry, Aquí y ahora, Viviendo en el Espíritu, Madrid 1995
Carta Pastoral 202422
Dice Francisco: La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá
quitar (cf. Jn 16,22). Los males de nuestro mundo, y los de la Iglesia, no deberían ser
excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos
para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre
derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó
el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).39
Por eso le pedimos a la Virgen que interceda por nosotros para que
podamos elegir la alegría todos los días.
e. Invocación a María, la mujer de la alegría
Hay una hermosa tradición iniciada dentro de la orden franciscana
y cuyos orígenes datan del siglo XV, que es rezar la corona de los 7 Gozos
de la Virgen María, también conocida como corona franciscana de las 7
alegrías de María. Ellas son: la Anunciación, la visita a Isabel, el nacimien-
to de Jesús, la adoración de los pastores y los magos, el encuentro del Niño
Jesús en el templo, la resurrección de Jesús, la Asunción y la coronación de
María.
Hacia el final de la exhortación Evangelii Gaudium, el Papa nos dice
que cada vez que miramos a María volvemos a creer en la revolución de la ternura
y el cariño.40 Les propongo entonces mirar a María y pedirle que nos ayude
a hacer también la revolución de la alegría en medio de las dificultades
cotidianas; y, a la vez, pedirle el don de la alegría del Evangelio para todas
las actividades pastorales y para la misión de nuestra Iglesia en la ciudad de Buenos Aires
La revolución de la alegría
Santa María de Buenos Aires,
te pedimos intercedas por nosotros;
que el Señor nos regale el don de la alegría,
la necesitamos mucho.
Estamos viviendo momentos muy difíciles,
pero no queremos bajar los brazos,
ni dejarnos ganar por la tristeza.
Te pedimos nos sostengas en las dificultades,
nos animes en el compromiso con los que sufren,
y nos entusiasmes en la misión de compartir con todos,
la alegría del Evangelio de tu Hijo Jesús,
porque toda su vida es Buena Noticia.
Y danos la audacia y el coraje de buscar
nuevos caminos
para hacer la opción misionera capaz de
transformarlo todo
en los tiempos desafiantes que vivimos.
Junto con vos, Madre,
de tu mano, nos animamos a hacer la revolución de la alegría
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario